Messi, la historia de la leyenda que empezó hace 33 años

Redacción

Para comprender la magnitud de Lionel Messi, no es necesario acudir a los libros, ni siquiera a los de récords —en los que su nombre se repite una y otra vez—; basta con sintonizar un partido del Barcelona y seguir el recorrido de la pelota hasta que la lógica se rompa y algo no cuadre.

Ese es Messi. Entonces, se tendrá una referencia que desconcertará a la pupila y dará sentido a las descomunales cifras que brincan en cada transmisión; esas que, semana a semana, se vuelven obsoletas. Pero no todo es la estética.

Hay quien no se deja deslumbrar por la picardía de un caño, la huida de tres zagueros, una definición de vaselina o las tres juntas. Aun para ellos, que han adoptado los números como único idioma, el mensaje es claro: el mejor futbolista del mundo nació en Argentina hace 33 años.

Rosario, 24 de junio de 1987. La familia Messi Cuccittini dio la bienvenida a su tercer hijo: Lionel Andrés. El estrato humilde disimulaba el nacimiento de un conquistador moderno, que construiría su castillo en el Mediterráneo, pero extendería sus dominios sin toparse con fronteras.

A los cuatro años e impulsado por su abuela, el pequeño Lionel conoció el balón o, si prefieren, el balón lo conoció a él. El Grandoli fue a Messi lo que el potrero a Maradona y, como en el caso de Diego, testigo de una zurda capaz de fraternizar con la bola y sentenciar a 11 sujetos.

En 1994, Newell’s Old Boys apareció en su vida y se estableció como el primer amor. El gigantismo de su talento, sin embargo, contrastaba con la pequeñez de su cuerpo.

A los 11 años, a Messi le fue diagnosticada una falla en la hormona del crecimiento, y el tratamiento parecía insostenible para su entorno, llámese familia o club, por lo que partió a Buenos Aires con la esperanza de que el ‘El Millonario’ hiciera honor a su mote.

Corría el año 2000. River Plate buscaba entre sus jóvenes un valor similar al de Enzo Francescoli, el ídolo que los había dejado 36 meses antes. Y el remplazo estuvo frente a ellos; le decían ‘Leo’ y su visoría convenció a más de uno (incluso pretendían costear su medicamento), pero surgieron complicaciones para hacerse con su pase y el interés se derrumbó.

Si River no había deshecho el nudo que representaba la situación de los Messi, nadie en América podría. Así lo entendió Jorge, el padre, quien fijó en Cataluña la siguiente parada.

Volaron a Barcelona para que Leo fuera visto por Carles Rexach, otrora responsable de la cantera blaugrana. De esa prueba, éste relató: “Llegué con el partido empezado y no me dio tiempo a sentarme. Tenía claro que, si no le fichábamos, nos arrepentiríamos”.

El 14 de diciembre del 2000, en un bar de la Ciudad Condal, una servilleta se convirtió en el contrato más famoso del deporte: Lionel Messi, con 13 años de edad, y el FC Barcelona se comprometieron a unificar sus rumbos.

A partir de ese momento, el chico que cada tarde se inyectaba en las piernas para correr detrás de su mayor anhelo ascendió meteóricamente por los pasillos de La Masía, hasta que, en noviembre del 2003, debutó con el primer equipo en un juego amistoso contra el Porto.

El 16 de octubre del 2004, Frank Rijkaard le obsequió sus primeros minutos oficiales en un derbi ante el Espanyol. Esa misma campaña, el 1 de mayo del 2005, con el Albacete como rival, celebró su primer gol con el cuadro estelar, que había encontrado en Ronaldinho una especie de antesala para el prodigio rosarino.

Como dictaba el script, el tanto fue asistido por el brasileño. Aquel verano, Messi ganó el Mundial sub-20 con Argentina y se adjudicó el premio al ‘Mejor Jugador’.

El país sudamericano se aventuró a presagiar tiempos ‘maradonianos’, que se han asomado por instantes —la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing, por ejemplo—, pero se han ausentado en los más trascendentales.

El ’10’ ha disputado todas las Copas del Mundo desde Alemania 2006 y, si bien se ha erigido como el máximo anotador de la historia albiceleste (70 goles), no ha tenido el filo para cortar sus casi tres décadas de continuos fracasos, que se magnificaron con la final perdida ante Alemania en Brasil 2014 y que se han extendido a la escala regional.

En cinco Copas América, Messi tiene tres segundos lugares (2007, 2015 y 2016) y un tercero (2019). Rebobinamos. En el Camp Nou, la historia del mismo personaje —con distinta camiseta— halló una línea de éxito sin precedentes en el futbol de clubes.

El arribo de Pep Guardiola al banquillo culé en el 2008 potenció la transición más importante en la carrera de Messi, esa que comúnmente se denomina “de promesa a realidad”.

Desde entonces, aun bajo las órdenes de otros cinco estrategas, ‘La Pulga’ se ha consagrado como el artífice de una época dorada, cuyo brillo es cada día más añejo pero no menos esperanzador. Desde que Rijkaard lo incluyó en una convocatoria, al palmarés institucional se le han sumado cuatro títulos de Champions League, 10 Ligas, seis Copas del Rey, tres Mundiales de Clubes, ocho Supercopas de España y tres Supercopas de Europa.

El plano individual, reducido a un mínimo necesario, incluye la obtención de seis balones de oro (récord), seis botas de oro (récord) y seis pichichis (récord).

Se trata, además, del goleador más prolífico en la historia del Barcelona (629), de La Liga (476), de los Clásicos contra el Real Madrid (26) y de un año natural (91), entre cientos de marcas que abarcan facetas como asistencias, productividad o generación.

Lionel Messi se ha estampado en la obsesión de quienes se rigen por las estadísticas, pero también en la mente de quienes —decantados por la brillantez— combinan romance y futbol.

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