Podría tratarse de una buena noticia a fin de cuentas.
El impresentable Steve Bannon, “ideólogo” de Donald Trump, si a ese costal de idioteces radicado en las cabeza de ambos se le pudiera llamar ideología, nos ha dicho con la claridad inherente al rencor de ser abandonado y despedido de la Casa Blanca: la presidencia por la cual luchamos, esta acabada.
“El corresponsal nacional de “The Weekly Standard” Peter Boyer, habló con el depuesto ex jefe de Estrategia de la Casa Blanca, Steve Bannon ayer por la tarde y le preguntó por el futuro. Esto le dijo Bannon:
“La presidencia de Trump, por la que peleamos y ganamos, está acabada.
“Todavía tenemos un enorme movimiento (nacionalista) y vamos a hacer algo de esta Presidencia, pero la Presidencia está acabada. Será algo más y habrá todo tipo de peleas y habrá buenos días y malos días, pero la Presidencia está acabada.
El pleito contra John Kelly se resolvió en favor de este.
“Bannon, quien regresará a ocupar la dirección de la publicación web de derecha “Breitbart News”, no ofreció más detalles sobre su evaluación de la administración Trump, pero eran conocidas sus diferencias con miembros del gabinete.
“De acuerdo con analistas, el estratega político se ubicaba junto con Peter Navarro, Stephen Miller y Sebastián Gorka en la corriente de los nacionalistas, los cuales se oponían a la facción “globalista” que incluye al jefe de asesores económicos, Gary Cohn, y al yerno del Presidente, Jared Kushner.
“El ex estratega aseguró que su salida fue voluntaria, pero fuentes de la Casa Blanca insistieron en que fue despedido por Kelly”.
La buena noticia no es la salida de Bannon, un absoluto neonazi. La buena noticia es la evidencia de primera mano, el primer juicio desde el interior sobre algo ya sospechado por todos pero ignorado hace meses por el inculto electorado americano: la ineptitud de Trump en el manejo de cualquier cosa más allá de un campo de golf, un edifico de apartamentos, una casa de bienes raíces o un concurso de daifas con aspiraciones a reinas de belleza.
El cretino de la Casa Blanca no esperó ni siquiera un año para ver cómo se le viene abajo el techo.
La imposibilidad de un improvisado para formar un buen gobierno (¿se acuerdan la colección de ineptos de Vicente Fox?) comienza cuando prueba su ineptitud hasta para formar un buen equipo de gobierno. Trump ha ordenado el desfile de los despedidos de una manera inconexa, anárquica, desordenada y a veces hasta incomprensible. Su progresivo aislamiento es muy peligroso porque se queda con el rencor y el capricho como únicos consejeros.
La rabieta como forma de gobernar. El grito, el aquí mando yo, están bien si se trata de asustar al monigote de la pirotecnia coreana cuyos cohetes no alegran ni una tarde de feria en San Juan de los Lagos.
Pero no se puede manejar así el país más influyente del mundo.
Y en cuanto a ese problema inflado con la Corea del Norte, vale recordar las palabras del propio Bannon: “Hasta que alguien resuelva la parte de la ecuación que muestra que diez millones de personas en Seúl mueren en los primeros treinta minutos por el uso de armas nucleares en la zona, no se de que estamos hablando. No hay solución militar posible. Nos tiene atrapados.”
La marcha de los cesantes podría continuar si en los próximos días, Trump despide a Sebastián Gorka (otro supremacista) de la asesoría de Seguridad y a su asistente, Julia Hann.
Trump ha perdido en menos de cuatro meses al Jefe de Gabinete, Reince Preibus; a Steve Bannon, a Sean Spicer, su ex vocero y a Mihael Flynn, ex asesor de Seguridad Nacional. Eso sin contar con la renuncia de los empresarios del Consejo Asesor, quienes han sido cinco, antes de desaparecer el consejo mismo.
A eso se debe agregar el escándalo de la FBI y el ridículo de Anthony Scaramucci a quien corrieron de la oficina de comunicaciones cuando no había terminado de conocer el escritorio.
Sin embargo semejante rebaño de chivos en la cristalería no puede significar nada bueno. Los extremistas de la derecha americana se han envalentonado y acusarán a los despedidos de traición: se afianzarán en sus posiciones radicales y seguirán abriendo, como en Charlottesville, las muchas cajas de Pandora de la intolerancia americana.
Los estadunidenses son en el mejor de los casos (y en enorme cantidad) salvajes contenidos quienes a la menor provocación dejan salir cada quien a su propio Búfalo Bill. Son violentos por naturaleza, son –como dijo alguna vez Reyes Tijerina en los tiempos de la rebelión agrícola de California–, el demonio.
“El anglo, amigo, es el diablo”.
Y esa actitud diabólica ha generado esta crisis en la Casa Blanca. O mejor dicho, no la ha generado la ha propiciado porque Donald Trump, tras un conflicto racial y de intolerancia, en el cual un hombre arrolló a los manifestantes cuya marcha pacífica no le gustaba, no fue capaz de otra cosa sino de confirmar su verdadera naturaleza: racista, supremacista, radical de extrema derecha.
Bajo el título de “El contexto de la violencia”, el NYT difundió este análisis:
“En principio, la protesta del sábado fue organizada para manifestarse contra el plan de funcionarios locales de quitar la estatua de Robert E. Lee, un general importante del ejército confederado que pretendía separarse de la Unión, durante la guerra civil estadounidense, del Parque de la Emancipación en Charlottesville.
“Ese plan llevó a una manifestación similar en mayo, dirigida por el nacionalista blanco Richard B. Spencer, así como una marcha del Ku Klux Klan en julio. La remoción de monumentos de la Confederación también ha causado enojo en otras ciudades, como Nueva Orleans.
“En reacción, tanto en Charlottesville como fuera, la gente intentaba lidiar con el que tales actitudes que se creía ya no existían fueran demostradas tan abiertamente.
“Fue quizás “la manifestación más visible hasta ahora de cómo ha evolucionado la extrema derecha en Estados Unidos: una coalición de grupos supremacistas de antaño y más actuales conectados por las redes sociales y envalentonados por la elección de Donald Trump”, escribieron los reporteros Richard Fausset y Alan Feuer.
“Sin embargo, las fuerzas detrás de la manifestación van más allá que el descontento por la remoción de una estatua en Virginia.
“El extremismo de derecha, incluyendo a los nacionalistas y los supremacistas blancos, está en auge y muchos nacionalistas blancos se sienten envalentonados gracias a la elección de Trump, de acuerdo con el Southern Poverty Law Center, grupo que estudia crímenes de odio.
“Charlottesville se había preparado para la manifestación, la cual fue planeada con bastante antelación. Desde el viernes en la noche marcharon varios nacionalistas blancos con antorchas; entonaron consignas antisemíticas y racistas en la Universidad de Virginia”.
Pero independientemente de todo lo ocurrido, no es posible ignorar un detalle: el valor de los símbolos en la vida humana.
Hay quienes alzaron un monumento al general Lee (por sus acciones) y otros quienes desean retirarlo precisamente por esas acciones. El héroe de un lado es el villano del otro.
Por eso en México no hay estatuas públicas
de Hernán Cortés; por eso Rafael Bernal le puso una capucha negra a Benito Juárez; por eso algunos locos pintan suásticas en los cementerios judíos, por eso existen las banderas, los escudos y los emblemas; por eso cuando una Revolución triunfa se derriban las estatuas del antiguo régimen. Por eso.
“In hoc signo vinces” Con este signo vencerás, escribían los paulistas junto a la cruz de Cristo.
Por eso seguimos viendo el tótem como si las cavernas no hubieran quedado atrás.
LEE
Hace muchos años, cuando la mezclilla no era moda de los diseñadores italianos, los jóvenes del medio siglo (pasado) veíamos colmada la ambición con unos jeans “Lee”. Llevaban un trozo de cuero en la parte trasera del cinturón con esas letras como el fierro de una marca de ganado.
Hoy el general Lee es resucitado motivo de la pendencia en Estados Unidos.
Cuando acabó la guerra Lee les dijo a sus seguidores este consejo hasta ahora no atendido:
“…Recuerden, ahora somos un solo país. Olvidemos todo pensamiento separatista y preparémonos todos para ser americanos…”