La gran curiosidad de años anteriores en el extranjero por los fenómenos políticos mexicanos y la devoción adivinatoria por sus rituales, especialmente en el campo electoral, con una liturgia infalible, propia y constante, ha sido sustituida por un morbo de ignorantes académicos, eso si, cuya forma de entender estos procesos, resulta francamente contradictoria.
Hoy el país no tiene mayor enigma por resolver ni más grande acertijo frente a la nariz: ¿quién será el candidato del Partido Revolucionario Institucional para la presidencia de la República?
–¿Por qué le damos –o le dan algunos, especialmente los “prifóbicos”–, tanta importancia al PRI? ¿Cuál es la razón de criticar sus métodos, su “tapadismo”, su forma de selección de candidatos y dirigentes; su conformación, su autocracia aparente?
A fin de cuentas, en un mundo lógico, los hechos, modos y mecanismos de operación de un partido político, le deberían importar únicamente a sus miembros. Y si mucho estiramos el argumento, a sus simpatizantes o sus votantes. Nada más.
Pero el PRI, en muchos sentidos, es como el TRI, como la selección nacional de Futbol, es materia de opinión general y si todos critican a Osorio, por haber movido de una banda a Reyes para poner a otro jugador, también censuramos a Ochoa (por ejemplo) por anunciar la Convención de Delegados , como método de selección del candidato. Eso no le debería importar a los foráneos, excepto si seguimos pensando en el PRI como en el partido nacional sobre cuya presencia o ausencia gravita el todo mexicano.
Es como la UNAM; hasta quienes no estudiaron ahí se sienten egresados. Bueno.
Pero hurgamos en las cenizas y los posos (con “S”) del café; escudriñamos las entrañas de las aves muertas en las páginas y columnas de los diarios, le damos carácter de verdad revelada a un desayuno entre Fulano Mengano, del cual nos cuentan los chismosos del día y, como las chicas de hoy, queremos ver en cualquier circunstancia favorable la promisoria alineación de las estrellas.
Pero los astros en conjunción o no, de cierta forma, nada nos dicen en verdad.
Son frases ñoñas, como las mollejas del ave destripada o las miradas oscuras de nigromantes y adivinos. La política es más simple. Es un juego de poder interno, de balances y garantías para sostener un edificio de intereses económicos y de dominio,( el dinero viene primero), y no es el presidente en turno el único gran elector cuya sola voluntad bastaría para hacer salir el sol por el poniente.
No; eso no sucede nunca ni en los mejores momentos del más grande autócrata. El sol sale por el oriente y la noche con estrellas o sin reflejos, siempre es oscura.
Ahora hay un borboteo extraño en la marmita.
Las omisiones, ausencias, faltas e inminentes relevos en los aparatos del estado, queman las habas con insólita urgencia, calientan el granizo y presionan para conocer las decisiones sobre cuya consecuencia todos –dentro y fuera del PRI–, quieren cimentar el edificio de sus ambiciones.
Y gritan y chillan desde sus trincheras los oportunistas y los bien portados, porque no tenemos un Fiscal General (nos hemos pasado cientos de años sin tenerlo y aquí estamos), ni tampoco un Fiscal Anticorrupción (tampoco hay eso aun cuando en sentido estricto debería bastar con la Sefupu y la ASF, pero esta fue una de las ocurrencia del “Pacto por México” tan olvidado y en muchos temas innecesario); ni un Ministerio Público especializado en Delitos Electorales, pues cuando lo hubo lo corrieron por parcial y mendoso, pero la gran preocupación es la demora (¿según quién?) en la designación del candidato y con ello las renuncias en cascada pues la campaña electoral del PRI; como ninguna otra, tiene efectos sísmicos en la administración, especialmente ahora cuando los tricolores enfrentan en condiciones poco firmes, su primera defensa del título para usar términos gratos a Don King o el desparecido amigo José Sulaimán.
Todos tienen prisa y en el interior del PRI hay muchos gestos agrios. Quienes se ostentan como intérpretes o mensajeros de “la militancia”; se quejan por el casi inminente arribo de José Antonio Meade, quien desde la Secretaría de Hacienda ni suda ni se acongoja (nomás distribuye el dinero), y espera centrado la posibilidad como quien aguarda el futuro con la obra cotidiana del presente, del día de hoy, del día a día.
“Carpe diem”, dice como los sabios, mientras Miguel Ángel Osorio, desde Bucareli mira cómo de quien sabe dónde brotan las llamas para encender el incendio de la crítica cada y cuando una encuesta lo señala bien posicionado en el índice de recordación, conocimiento o popularidad. Alza la cabeza y hay un motín de presos, un crimen horrible, una estadística pavorosa.
Todo contra MAO.
Y en Bucareli a eso lo llaman “fuego interno”; porque decirle “amigo” sería faltar a la condición esencial de la amistad. Enemigos furiosos desde todas habitaciones de la misma casa.
En tanto la mojiganga, el carnavalesco desfile de los “independientes” sigue entre la pena y la perita. ¡El oso!
Ríos de tinta se desperdician en la discusión sobre bondades o defectos de una App para capturar firmas con las cuales se haga la constatación de una candidatura desde ahora inservible, pues nunca se vio (ni se verá) el tumulto de adhesiones ni las avenidas colmadas de simpatizantes por ninguno de estos demócratas justicieros cuyo sacrificio en la búsqueda del poder ejecutivo bien deberíamos agradecerles como si se tratara de apóstoles.
Manga de ambiciosos, tan vulgares (con las sabidas excepciones) como los demás, pero con el ropaje de un derecho ciudadano mal invocado y peor practicado.
Pero llama la atención. Mientras los bien portados los respaldan y apoyan todo esfuerzo de este tipo, ninguna de las muchas organizaciones de la SCO (sociedad civil organizada) ha pugnado por la propuesta plena de alguno de sus incorruptos, neutros y limpios integrantes para “fiscales independientes”, para ocupar cualquiera de las posiciones vacías.
La SCO también tiene sus ”tapados”. No se les ve pelear por una posición de servicio, pero sí se les ve revolcarse en la estridencia mediática para cambiar las reglas y Apps en la búsqueda (infructuosa) de la Presidencia de la República.
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Llamarle comedor sería una exageración.
Era una simple oficina diminuta con una mesa, cuatro sillas y un refrigerador como minibar, en la cual, a veces, invitaba a comer Miguel Ángel Mancera cuando despachaba en el “bunker” de la Procuraduría General del entonces DF.
Cavilaba sobre el futuro. La candidatura para jefe de Gobierno era una posibilidad entonces remota. En algún momento yo mencioné la “maldición” de los Procuradores. Nunca llegan a más. Pensé en García Ramírez, en Morales Lechuga, en Carpizo, entre otros.
–Sí, dijo. Es un trabajo a veces ingrato porque haces cumplir la ley pero resultas ser quien mete la gente a la cárcel.
Hoy Mancera ya no se preocupa, en el umbral de otra candidatura, por la gente en la cárcel. Le agobia tanto delincuente fuera de la prisión gracias un sistema garantista y demagógico en el cual todas las ventajas son para los delincuentes. Los adjetivos son de la columna. No suyos.
Por eso no me sorprende esta nota:
“(ESC.- En un año más de 11 mil reos han sido liberados por el nuevo sistema de justicia penal, sin embargo al no perfeccionar la legislación, esto representa ‘una carga muy fuerte para la ciudad’, reconoció el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera.
“Explicó que de esta cantidad, se estima que 3 mil 500 corresponden a robo con violencia por lo que podría repuntar la criminalidad en la capital.
“Cuando tú a la Ciudad de México le liberas tres mil 500 de robo con violencia, es una carga muy fuerte para la ciudad. Solamente ha sucedido una sola vez, que yo recuerde.
“Cuando se eliminó un tipo penal, precisamente de robo con violencia que era diferente del robo agravado, era un robo calificado, cuando se eliminó ese tipo penal entonces salieron aproximadamente dos mil 500 personas de prisión y vino un disparo en el índice delictivo que después se tuvo que corregir, con la violencia equiparada y con otras figuras”, explicó”.
Hace años se instauró una política exitosa en otros países: la del vidrio roto; es decir, el delito menor, consistente en punir con severidad las faltas chicas, para evitar o al menos inhibir el crecimiento de los delincuentes hacia delitos mayores.
Aquí se ha hecho lo contrario. Un absurdo completo, un paternalismo para cambiar el derecho del Estado a castigar, por la obligación del Estado a perdonar y comprender, como hace una madre amorosa con sus hijos descarriados.
Ahí están los resultados.