Imagina un implante cerebral del tamaño de un cerillo que sea capaz de sortear médulas espinales dañadas y ayudar a las personas paralizadas a moverse -impulsadas por sus propios pensamientos-.
Se ha demostrado con éxito que esta tecnología futurista, que involucra un dispositivo diminuto con una maraña de electrodos, logra registrar la actividad neuronal en ovejas. El próximo paso será probarla en cinco voluntarios posiblemente ya en septiembre, según Nick Opie, ingeniero biomédico de la Universidad de Melbourne y director técnico del proyecto australiano.
Este “stentrode”, como se denomina, está diseñado para transmitir los pensamientos en forma inalámbrica a un dispositivo robótico externo, como un exoesqueleto o un miembro prostético, y permitir que el cerebro dirigido por el paciente controle el movimiento y la locomoción.
El procedimiento forma parte de un área creciente de la robótica destinada a la aumentación humana, que según las predicciones del McKinsey Global Institute en 2013, podría asistir a más de 50 millones de personas con movilidad deteriorada en el mundo desarrollado, y producir beneficios económicos de no menos de dos billones de dólares anuales para el año 2025.
“Nuestro objetivo es devolver la movilidad, la independencia y la comunicación a algunos de estos hombres y mujeres”, dijo Opie. “Estamos usando el dispositivo para extraer información que ya fue generada por el cerebro y eludir los nervios dañados”.
Otros grupos de investigación tienen ideas similares. Neuralink Corp., la empresa emergente cofundada por el multimillonario Elon Musk, está desarrollando interfaces cerebro-computadora de banda ancha de ultra alta velocidad para conectar a los humanos con las computadoras. Y la unidad de investigación de Facebook, Building 8, está trabajando para hacer posible que las personas escriban en un teclado usando señales de sus cerebros.
¿Cómo funciona el dispositivo?
El “stentrode” está formado por electrodos sobre un estent (una especie de tubo) de malla expandible que se inserta en un vaso sanguíneo sobre la corteza motora, la parte del cerebro que controla el movimiento, mediante un delgado catéter insertado en la ingle. Una vez en posición, se retira el catéter, permitiendo que el “stentrode” se expanda nuevamente contra la pared del vaso sanguíneo, creando un tubo de alambre hueco con forma de cigarro que registra la actividad cerebral.
El procedimiento de instalación es prácticamente idéntico al utilizado por los neurorradiólogos para eliminar los coágulos sanguíneos en los pacientes con derrame cerebral, y puede realizarse en unos 30-40 minutos, dijo Opie. Fabricado con una aleación de níquel y titanio, el estent es flexible con una elevada fuerza maleable, lo cual permite maniobrarlo a través de los vasos sanguíneos sin una cirugía invasiva.
“El camino que elegimos evita cualquier operación a cerebro abierto”, dijo Opie. “Muchas otras tecnologías requieren la extracción del cráneo y eso es riesgoso. Nosotros lo evitamos yendo a través de las venas”.
Si bien la metodología es menos invasiva que la cirugía cerebral, su potencial de aprovechar las señales neuronales puede verse limitado por su ubicación, ya que solo puede implantarse en vasos sanguíneos lo bastante grandes como para soportar el estent, dijo Newton Howard, profesor de neurociencias informáticas y neurocirugía en la Universidad de Oxford en Inglaterra. El estent se dilata hasta 4 milímetros.