Decían las abuelas cuando el rejego llegaba al límite y reconsideraba su actitud desgobernada, ni los borrachos comen lumbre, lo cual no es sino una sabia manera de explicar cómo cualquiera conoce sus límites y el sentido de sus acciones.
Y eso parece haberle sucedido al gobernador de Chihuahua quien hizo de un incidente administrativo, o una falta administrativa si se quiere, todo un montaje teatralizado con pretexto de la evasión de César Duarte de la acción de la justicia y la falta de una ministración económica de menor cuantía de cuantas ya le habían sido proporcionadas al estado de Chihuahua por la Secretaría de Hacienda.
Pero la escandalera, secundada por una claque de bien portados (de la cual sensatamente se deslindó Jacqueline Peschard en inteligente actitud y rechazo del aprovechamiento de su prestigio) y aumentada hasta con una “caravana por la dignidad”, al estilo de Javier Sicilia y otros dignos de profesión, parece estar llegando a caminos de sensatez. Al menos eso dice esta nota de Notimex de ayer:
“El gobernador de Chihuahua, Javier Corral Jurado, expresó su disposición y apertura a dialogar con el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, “en quien yo tengo confianza de un diálogo serio, responsable, honesto y franco”.
“Sostuvo que el titular de la Secretaría de Gobernación es una persona a la que conoce desde hace muchos años y “tengo un muy buen concepto de Alfonso, del secretario de Gobernación”.
“El mandatario estatal también reconoció el paso que dio ayer la Procuraduría General de la República (PGR), referente al proceso de extradición de César Duarte.
“El anuncio es un paso importante en la consecución de nuestro objetivo, que es el que el ex gobernador comparezca ante los tribunales de Chihuahua, para enfrentar las imputaciones del Ministerio Público”, señaló.
“Corral Jurado consideró que este hecho abre una ventana de oportunidad que para nosotros es muy importante, para dialogar y tratar de reconducir la relación con la Federación, con el Gobierno Federal (la cual, cabe decir, él había declarado hace días como ‘inexistente’)…
“…Esperemos que este sea el paso que inicie el proceso para desahogar todas las órdenes de aprehensión, las 10 en total que presentó Chihuahua, toda vez que el criterio de especialidad en materia de extradición señala, que cuando se obtiene la extradición de una persona, solo se le podrá llevar a juicio por los delitos acreditados en el expediente de extradición”, indicó.
“Explicó que una vez detenido, hay un tiempo para agregar otras causas penales antes de que se dicte el juicio de extradición.
“Reconozco el paso que se ha dado. Espero que sea un signo real de reconducción de toda la problemática que estamos enfrentando”, finalizó el gobernador.
En esas condiciones Corral le entrega su primer éxito a Alfonso Navarrete, cuya actitud le merece confianza al explosivo activista chihuahuense. Tanta confianza como para decirlo a voz en cuello y completar un diálogo “serio, responsable honesto, franco…”.
BARDOT
Hace 48 años un acto de cobardía me privó de robarle un beso a Brigitte Bardot. Tenía yo menos de 20 años de edad y el diario La prensa me envió a cubrir una conferencia de medios de la más sensual (y sexual) de las actrices francesas y quizá del mundo entero.
Yo había visto “Y Dios creó a la mujer” y la película me causó el cataclismo hormonal por cuya abundancia sucumbieron millones de hombres jóvenes y viejos en todo el planeta. Ninguna como Brigitte.
Aun la recuerdo, con la cabellera suelta; una blusa blanca de gasa traslucida, ceñidísimos y albos los pantalones y ajustadas las botas a la pantorrilla. Un enorme cinturón de cuero negro y un colguije en forma de almendra de ébano bajo su barbilla, en medio de las redondas turgencias de los senos perfectos.
Y han pasado 48 años.
En aquel tiempo ya hablaba un francés tan malo como el de Ricardo Anaya, pero eso no me impidió hacerle varias preguntas y acompañarla a la salida de la sala de conferencias. Tuve el impulso de acercarme a ella y en sorpresivo arrebato —pensaba—, plantarle un beso aunque fuera en la mejilla. Pero me acobardé, quizá por el fulgurante rechazo de su mirada de fiera en el momento de mi acercamiento.
Por eso hoy cuando la leo en sus declaraciones sobres las actricitas “calienta braguetas”, cuya conducta consiste en estimular a los hombres y subir la temperatura de los potenciales constructores de una carrera, para después darse importancia en la simulación del martirio, la recuerdo con la misma admiración de hace casi medio siglo.