Siempre ha sido condición mexicana la exageración. A todo le buscamos, quizá por nuestra relativa insignificancia en el mundo, una condición de mayúscula maravilla. Todo es lo más grande, todo es lo mejor. En eso competimos con los brasileños.
Y nuestro actual proceso electoral no podía quedar lejos de esa condición de enormidad, lo cual no es sinónimo de grandeza, como dicen los franceses quienes todavía se sientan Napoleón: “la grandeur…”
De un tiempo a esta parte el Instituto Nacional Electoral presume con anticipación sus logros sobre una base sencillamente estadística: ésta es la más grande elección de nuestra historia, y cómo no iba a ser de esa manera si ahora hay más gente, más ciudadanos, más votantes (en teoría) y en la misma fecha, concurrencia de varios procesos electorales. El volumen de la elección, apenas justifica (o sirve de pretexto), para su enorme bolsa presupuestal.
Entre pitos, flautas y demás, esta jornada ya tan cercana va a costar casi 55 mil millones de pesos. Y alguien dirá: es el costo de la democracia; pero la verdad más bien parece el costo de la burocracia: la institucional y la de los partidos y los medios sujetos de la nariz por una legislación absurda.
En una entrevista reciente, muy similar a la sostenida con Crónica hace varios meses, el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, ha insistido en varios temas. Uno, la enormidad y complejidad del proceso, cuya magnitud no será obstáculo, para su eficacia. Eso afirma.
“México (EF) irá a la elección más grande de la historia con el mejor padrón electoral del mundo, con mecanismos de blindaje informático para impedir ataques o infiltraciones, y con un sistema de fiscalización inédito que verificará los recursos de 60 mil candidatos.
“Así lo explicó el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, quien señaló que el 1 de julio se espera que acudan a las urnas 88.3 millones de votantes, de acuerdo con el listado nominal, los cuales podrán acudir a 155 mil casillas para elegir 3 mil 406 cargos federales y locales”.
Obviamente las posibles infiltraciones o intromisiones en el proceso electoral no se han sugerido, ni siquiera por el secretario del Departamento de Estado de los EU, el señor Tillerson, a quien poco se le debería creer (excepto si sus palabras confirman la intromisión rusa en las elecciones de su jefe), hacia dentro del instituto electoral, sino más bien en la dispersión interesada en redes sociales, las cuales son incontrolables e incuantificables, especialmente las foráneas.
“(SE).- Rex Tillerson, secretario de Estado del gabinete de Donald Trump en Estados Unidos dijo que Rusia ha tenido presencia en elecciones de países de todo el mundo, por lo que recomendó a México ‘poner atención en lo que está sucediendo’.
“Lo que puedo decirles es que nosotros sabemos que Rusia tiene tentáculos en diferentes elecciones en el mundo, lo hemos escuchado de nuestros colegas europeos y mi consejo para México es: presten atención en lo que está sucediendo…”
Poco antes, desde una oficina supuestamente mejor informada, al menos en este tipo de asuntos (el Consejo de Seguridad Nacional), se había alertado en el mismo sentido. Tillerson habló en febrero; el CNS, en enero.
“Estados Unidos ha percibido señales iniciales de que el Gobierno de Rusia esté interviniendo en las campañas rumbo a la elección presidencial de México, advirtió el General H. R. McMaster, Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Aunque no dio detalles al respecto, McMaster señaló que hay un esfuerzo sofisticado para polarizar a las sociedades democráticas, enfrentar a las comunidades y crear crisis de confianza”.
El esfuerzo “sofisticado” (sofisticado viene de sofista, de sofisma, lo cual es preciso y claro) de “polarizar a las sociedades democráticas, enfrentar a las comunidades y crear crisis de confianza”, no necesita romper el blindaje con el cual ahora presume el consejero Córdova.
Sin embargo Córdova tiene una acendrado sentido del optimismo, lo cual es significativo en los tiempos actuales. Todo riesgo ha sido previsto, según él. Veamos estas declaraciones y conservémoslas para cuando sea necesario compararlas con la realidad de julio, cuando los hechos impongan su lenguaje y su veredicto.
“…incluso con resultados cerrados, (se) darán a conocer los datos del conteo rápido a las 23:00 horas del 1 de julio, porque “si nosotros salimos a las dos o tres de la mañana a dar los resultados, el país se incendia… el problema será que los candidatos comprendan que no puede haber declaratorias de ganadores, sin que se trate de censurar su libertad de expresión.
“Sean cuales sean los resultados del conteo rápido, se dan a conocer, aquí no hay margen de especulaciones. ¿Cuál es el problema que vamos a tener nosotros eventualmente?, que si estamos en un escenario como el de 2006, en donde los rangos se cruzan, los resultados se van a dar y vamos a tener que explicar por qué en ese momento no puede declararse un ganador…”
Quizá sea un problema de transcripción, pero resulta imposible convencer a los partidos de anticiparse a los resultados, así lo hagan con la salvedad de advertir sobre la no definitividad de su proclamar.
“De acuerdo con nuestros datos —dirá alguno o los tres—, las tendencias nos son favorables e irreversibles”. Y si se les dice, cállense, no se van a callar; por ellos hablarán sus corifeos en los medios y las incontables e incontrolables tribunas espontáneas de las redes…”