ANAYA, EL DINOSAURIO Y EL GUIGNOL

En diversas ocasiones, especialmente después de la divulgación de sus haberes y sus inconsistencias en las declaraciones públicas, sobre su veloz fortuna (3 de 3 incluida), Ricardo Anaya, candidato presidencial, intentó dejar las cosas muy en claro con la explicación acerca de la propiedad de unas bodegas por cuya comercialización habría obtenido casi 60 millones de pesos, cantidad significativa para un empresario de tan notoria juventud.

Después vinieron los litigios en contra del periódico El Universal en cuyas páginas se descubrieron la vocación inmobiliaria y la buena fortuna empresarial de Ricardo Anaya y sus familiares políticos, y más tarde la historia de una extraña fundación filosófica cuya materia resultaba más allá de la duda metódica, la crítica de la razón pura o el existencialismo, pues no tenía más intención sino construirle un edificio al Partido Acción Nacional, cosa propia de la política, y más allá del sentido aristotélico de la misma.

Hoy aparecen los operadores (cómplices) denunciando hostigamiento y amenazas.

A esas investigaciones periodísticas, ahora convertidas en materia de trabajo de la PGR, Ricardo Anaya, desde hace unos días formalmente candidato a la Presidencia de la República por el frente de todos los frentes, respondió con furia y habilidad: desplegó una feroz actividad para atribuir esa “persecusión” a sus denuncias contra la corrupción, frenó los trabajos legislativos, se desdijo de su voto a favor del pase automático del Procurador a la Fiscalía y se dejó arropar por las ONGs del caso en favor de un “fiscal que sirva” y finalmente superó el temporal.

Más tarde ordenó el secuestro de la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados. Pero eso es historia antigua.

La novedad ahora más cercana es similar y en ella se mezclan las empresas Junisierra, Tesorem y Manhattan Master Plan Development y los nombres de Ricardo Anaya y su suegro Donino Martínez Díez, y fue puesta a la luz ayer por los abogados de dos personas cuyos nombres permanecen ocultos (por seguridad, dicen); quienes denunciaron ser víctimas de acoso, seguimiento intimidatorio y hasta amenazas de muerte, por haber sido operadores de la triangulación de dinero, en un embrollo de laberinto en el cual Anaya resultó beneficiado con los millones de pesos ya reconocidos como parte de su capital.

Hoy, a la luz de estas publicaciones, originadas por el abogado Adrián Xamán McGregor, se entiende una vez más la beligerancia de Anaya en contra del PRI “moribundo dinosaurio”, cuyas garras y cola no cesan en golpearlo y desgarrarlo.

Por eso, desde el domingo, cuando utilizó su tribuna en el Auditorio Nacional para vacunarse contra cualquier denuncia, Anaya ha preparado su actitud ante los dichos de quienes fueron operadores de esta maniobra financiera.

Así lo publicó Proceso:

“El candidato presidencial por la coalición “Por México al Frente”, Ricardo Anaya, fue acusado de lavado de dinero por el abogado Adrián Xamán McGregor, quien aseguró que sus clientes Alberto “N” y Daniel “N”, involucrados en los hechos, han sido hostigados por el panista.

“El litigante señaló que sus defendidos fueron contratados por Manuel Barreiro Castañeda, empresario de Querétaro entre 2016 y 2017, para realizar la operación a través de la cual se le hicieron llegar los recursos económicos a Anaya.

“Para ello, abundó, simularon una supuesta venta de una nave industrial por parte de la empresa Uniserra S.A. de C.V. a la empresa Manhattan Masterplant the Velopment, por la cantidad aproximada de 54 millones de pesos.

Xamán McGregor apuntó que para ocultar el origen del dinero y a su beneficiario final, Barreiro encargó a Alberto y Daniel “N” construir un esquema en donde se utilizaran empresas fantasma o fachada, constituidas algunas de ellas por prestanombres o testaferros.

“Son de risa loca”, dijo Anaya de estas revelaciones del abogado.

EL HABLADOR Y EL COJO

Lo sabemos de sobra y ahora lo comprobamos: un hablador se va de bruces; después cae un tullido.

Hace menos de un mes, Germán Martínez, catedrático y expresidente del Partido Acción Nacional, publicó un artículo en el diario Reforma.

En él, sentencioso y medio cursi, Martínez explicó y dejó en letras memorables, sus razones para no aceptar una invitación de Andrés Manuel López. Habló de la libertad y de su militancia en un partido al cual cada vez entendía menos. Ahora quien lo entiende menos es su partido.

Pero antes de un mes, Martínez dio una muestra de su inconsistencia personal y política: apareció en las “pejelistas” como candidato a senador plurinominal. Lo político ya se sabía, lo personal, también.

Germán Martínez es un convenenciero, aprovechado y oportunista, pero lo peor: un iluminado a quien los muertos le hacen guiños, casi como los pájaros aconsejan a Nicolás Maduro.

Como disfraz para su cinismo veleidoso, dijo: Carlos Castillo Peraza me hizo un guiño. Él también se fue del PAN.

Yo dudo mucho el guiño, pero si se trata de Martínez estoy convencido del guignol.

Este señor está para una mojiganga.

 

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