Vaticano investiga abusos de iglesia católica en Chile mientras el país ‘pierde la fe’

Para entender por qué Chile, quizás la nación más conservadora de América Latina, está perdiendo la fe en la iglesia católica. Basta con visitar Providencia, una antigua zona de clase alta de Santiago donde por décadas un conspicuo miembro del clero local fue protagonista de abusos sexuales.

Providencia alberga a El Bosque, la iglesia del sacerdote pedófilo Fernando Karadima, cuyo escándalo dejó tantas secuelas que llevaron a la visita de esta semana de un investigador del Vaticano.

El sacerdote eludió un juicio penal pese a ser hallado culpable por el Vaticano en 2011 y muchos se sorprendieron cuando el Papa Francisco designó en 2015 como obispo a un sacerdote acusado de encubrirlo al que incluso continuó defendiendo en una reciente visita a Chile.

Una encuesta hecha por Latinobarómetro en Santiago mostró el mes pasado que el número de chilenos que se declaró católico cayó al 45 por ciento el año pasado desde el 74 por ciento en 1995, aunque el país sigue siendo notoriamente conservador en algunos temas.

Chile legalizó el divorcio en 2004, convirtiéndose en uno de los últimos países en hacerlo. La prohibición del aborto, una de las más estrictas del mundo, se levantó apenas en 2017 sólo por circunstancias especiales, mientras que el matrimonio entre personas del mismo sexo sigue siendo ilegal.

Pero El Bosque, como muchas otras parroquias chilenas, ya no cuenta con las grandes multitudes que asistían a misa en las décadas de 1970 y 1980, cuando Karadima era un pilar de la comuna de Providencia.

Creo que este señor Karadima le hizo mucho daño a la iglesia católica“, dijo Ximena Jara Novoa, una peluquera de 65 años que ha trabajado en la comuna por 45 años y que alguna vez contó con la madre y la hermana del párroco como clientes.

“Si hubiese sido de este barrio, no dejo ir a mi hijo más a la iglesia”, dijo en una entrevista.

El desencanto local con el catolicismo se extiende al Papa Francisco, una popular figura global que está calificado por los chilenos en 5.3 en una escala de 10, frente al promedio del 6.8 en América Latina, según Latinobarómetro.

El Sumo Pontífice sorprendió a muchos chilenos el mes pasado al continuar defendiendo el nombramiento del obispo Juan Barros, quien considera a Karadima su mentor y es acusado de encubrirlo.

Barros, de la diócesis sureña de Osorno, ha dicho que no estaba al tanto de ningún delito cometido por Karadima.

Justo antes de dejar Chile, Francisco dijo irritado a un periodista: “El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar“.

Sus palabras fueron duramente criticadas y tras su regreso a Roma, el Papa dio un notable giro y ordenó una investigación.

Residentes de Providencia, que alguna vez estuvo salpicada de mansiones de las familias más ricas y poderosas del país en lugar de los condominios de gran altura de la actualidad, dijeron que el abuso a niños por el carismático Karadima era un secreto a voces desde la década de 1970.

En esta época no estaba bien visto desafiar a la poderosa Iglesia en la sociedad predominantemente católica de entonces, pero eso está cambiando.

El arzobispo Charles Scicluna, enviado del Papa, escucharía en Santiago testimonios de más de 20 víctimas de abuso sexual. Previamente, habló por cuatro horas en Nueva York con Juan Carlos Cruz, uno de los más fervientes acusadores de Karadima.

La defensa de la Iglesia a Barros se ha visto empañada por la falta de castigo a Karadima. Un juez determinó que la sentencia del Vaticano era válida, pero no fue procesado porque prescribieron sus delitos, una escapatoria que enfureció aún más a los chilenos.

El caso de Karadima es muy importante porque no fue a la cárcel“, dijo Miguel Ángel López, un profesor de la Universidad de Chile que creció en Providencia y se reunió varias veces con el sacerdote cuando Karadima visitó su escuela católica, pero no fue víctima de abuso.

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