La interminable búsqueda del tercer delantero del Barça

Decidió Gerard Piqué hacer la presión a su manera, con una foto junto a Neymar que publicó en las redes sociales con el mensaje de “se queda”, imagen viral con el tiempo. Se molestó el brasileño con el central y dejó de hablarle hasta que Piqué tiró de su sonrisa pícara y toqueteo en las orejas del otro para ganarse de nuevo su complicidad. Pero no cambió la decisión de Neymar, que se marchó a París en busca de un reconocimiento que nunca le acabó de llegar. La preocupación de Piqué, en cualquier caso, no era baladí. El Barça perdía el quiebro, la profundidad y el desequilibrio. Algo que, pasados tres años, sigue sin recuperar.

“Tenemos un problema de profundidad”, reconoce Setién casi a la conclusión de cada encuentro. Una debilidad contagiosa porque Messi Luis Suárez no encuentran al tercer jinete, al compañero que les complemente en la línea de ataque como hacía Neymar. Tampoco el área deportiva ni los sucesivos entrenadores han dado con la clave. Y se antoja vital para el final del curso, ahora que el equipo ha perdido el liderato y se mide este sábado con la Real Sociedad en el Camp Nou (18.30, Movistar LaLiga).

La lista de la compra es grotesca porque desde que se marchara Neymar el club ha gastado 516 millones en atacantes. A saber: hace dos cursos compró a Coutinho (145 millones), Dembélé (125) y Deulofeu (12); en el anterior, a Malcom (41), Arturo Vidal (18) y Boateng (1 millón en el préstamo); esta temporada, a Griezmann (120) y Braithwaite (18); e incluso para la siguiente ya se cuenta con Trincão (31) y Pedri (5), que hará la pretemporada con el primer equipo. De todos ellos, tuvo la oportunidad de convertirse en ese tercer delantero Coutinho —ahora cedido en el Bayern— pero la desaprovechó, afligido por la desidia y por la competitividad que encontró en Dembélé, quien por sus repetidas lesiones no acumula minutos ni confianza, de nuevo en la rebotica hasta la próxima temporada. Malcom y Deulofeu pasaron de puntillas y Boateng se quedó en una broma de mal gusto, sin ritmo ni fútbol. Este año, sin embargo, empeora el asunto.

Apostó el área deportiva por Griezmann, un delantero que siempre se movió por los pasillos interiores, punto de referencia para los ataques de la Real y del Atlético en el pasado. “Puede jugar en cualquier parte del ataque, pero también podrá dar descanso a Luis Suárez cuando lo necesite”, esgrimieron desde la secretaría técnica. Pero el francés solo actuó dos partidos de punta y ni entra en la lotería para ocupar el lugar del uruguayo, operado de la rodilla y de baja hasta el último mes de competición. “Cuando jugó de ariete, Antoine no respondió como se esperaba”, le critican desde los despachos del Camp Nou. Tampoco lo hace de extremo, atado a la izquierda, jugador que reconoce no tener regate ni excesiva velocidad, poco dado al toco y me voy porque siempre tiró más por la finalización —así lo refrendan sus números, 14 goles y cuatro asistencias— que por la prolongación.

Así que en el centro del ataque bailan distintos futbolistas: ocasional Fati, recurrente Messi de falso 9 y cada vez más protagonista Arturo Vidal. Pero no se soluciona la puntería ni el remate, la profundidad ni las mezclas en el balcón del área rival, deficiencias subrayadas por la mala gestión de la plantilla —Setién dispone de 17 fichas útiles— y por la venta en invierno de Carles Pérez a la Roma (11 millones), extremo que abría el campo y sabía jugar al espacio, aunque no terminó de convencer.

La ocasión de Braithwaite

Tiene el Barça un problema con los movimientos al espacio a la espalda de la defensa rival, por más que insista el cuerpo técnico en pedirlo. Pero las características de los puntas e interiores del equipo no satisfacen esa demanda. Acaso sí Braithwaite —último en llegar y todavía por probar— y Ansu Fati, de quien Setién entiende que da amplitud y velocidad con desborde, aunque todavía tiene que mejorar en otros aspectos posicionales y sobre todo defensivos. Y ese es el quid de la cuestión tanto para Valverde

[despedido en invierno porque el juego no convencía] como para Setién, empecinados en encontrar el equilibrio entre las dos fases del juego, entre el ataque y la defensa, propulsados por las transiciones. “Soy atrevido, pero no suicida”, admitía recientemente el técnico azulgrana en una entrevista a El Periódico.

El cuerpo técnico confía ahora en Arturo Vidal, que suele romper y llegar al remate, además de dar chicha en esa zona para controlar las transiciones defensivas, por más que le falte calidad para mezclar, incluso voluntad de aparecer para dar salidas a los compañeros con la pelota. Pero tampoco funciona porque no mete ni reparte goles, ni siquiera fija a los centrales ni hace desmarques de rotura sino de apoyo. “Si marcáramos algún gol más, la gente estaría encantada y nada tendría que ver la salida desde la raíz o la alineación”, lamentan desde la ciudad deportiva azulgrana.

Le queda al curso el penúltimo arreón, y Setién busca la fórmula que no encontró Valverde —aunque en su primer año con el 4-4-2 salió más que airoso— ni el área deportiva. Pero para este Barça, por el momento, no hay tercer delantero que valga.

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