Nueve días en Guayaquil, la tierra del llanto y los ataúdes

Redacción

Cubrir la crisis sanitaria del coronavirus en Guayaquil ha sido de las experiencias más difíciles que me han tocado, como periodista y como persona.

Las ansias de ir a Guayaquil siempre estaban presentes, pero no quería arriesgarme sin garantías de seguridad. En Quito, donde trabajo, conseguí los equipos y ropa de bioseguridad para poder hacer la cobertura. Llegué a la ciudad portuaria el 4 de marzo. No habían pasado ni 15 minutos de mi arribo cuando vi la primera camioneta llevando un ataúd.

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En Monte Sinaí, trabajadores equipados sanitizan los féretros, bajo el temor de que el fallecido sufriera de coronavirus.
 

Guayaquil se convirtió en el ejemplo de lo que no se debe hacer, de cómo las políticas de un Estado que invierte cada vez menos en salud y más en comprar equipo para la policía, da como resultado que todo colapse, el sistema de salud, el sistema para recoger cuerpos de personas fallecidas, la identificación de cadáveres, la entrega de los fallecidos a sus familiares, la capacidad para enterrar a los muertos. Todo colapsó en esta ciudad y, como siempre, los que más sufren son los pobres.

Desde el primer día, los testimonios calaron. Testimonios de ecuatorianos con el cuerpo de un familiar que llevaba días en la casa, donde el olor era insoportable, sin saber qué hacer con él, sin que alguien lo fuera a recoger. Personas que ingresaban a los hospitales pensando que sólo entraban ahí para morir.

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Ciudadanos de Guayaquil hacen filas de horas y a veces de días afuera del cementerio Parque de la Aurora para lograr enterrar a sus parientes

Los ataúdes son la imagen que más vi en los nueve días de cobertura: autos y camionetas que los llevaban por las calles; filas de vehículos con féretros afuera de los cementerios esperando un turno para poder enterrar a sus seres queridos, ataúdes vacios tirados en las calles, otros improvisados en las casas, en los barrios mas pobres de la ciudad.

Los periodistas no somos inmunes. Durante mi cobertura, supe que habían fallecido seis de ellos en esta ciudad con síntomas de Covid-19. Al escribir esto ya son nueve.

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Afuera del Hospital Los Ceibos , una familia llora la muerte de Antonio Yumaella, de 65 años, quien tenía síntomas del Covid-19.

A nivel personal, lo más difícil ha sido saber que la crisis no se acaba en Guayaquil. El virus está también presente en Quito. El miedo a contagiarse está todo el tiempo. ¿Será que me contagié? Por ahora, no lo sé. De regreso a la capital, decidí someterme a cuarentena y hacerme la prueba.

El viaje terminó. La historia me la llevo a casa, esperando que en el mundo esto pase pronto y volvamos a poder tener el abrazo de nuestros seres queridos.

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Las funerarias se vieron sobrepasadas por la cantidad de personas que necesitaban que uno de sus familiares fuera recogido.

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Por las calles de El Suburbio fueron abandonados ataúdes vacíos. Los féretros permanecieron días ahí sin ser recogidos.

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Juan, de 78 años, falleció en camino al Hospital Los Ceibos. Su hijo relató que la falta de oxígeno fue lo que acabó con la vida de su padre.

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Familia de Alfredo Enriquez Cárdenas, quien perdió la vida a medianoche entre el 8 y 9 de abril.

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Elementos de la Policía Nacional, junto al cuerpo de Jorge Suárez, quien falleció por problemas respiratorios.
 

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