Los tiempos anormales del Coronavirus no han roto con el estado natural de la violencia en el país. El ejecutómetro se mantiene e incluso escala en su ritmo ordinario, al margen del confinamiento para mitigar la pandemia. El crimen organizado tampoco se somete al aislamiento y hasta se dejan ver en campañas de promoción y apoyo “humanitario” a la ciudadanía afectada por penurias económicas que deja la crisis sanitaria, de lo que puede resultar beneficiado. La emergencia ofrece cierta forma de normalización por “razones humanitarias”, como las que invocara el Presidente de su reciente saludo a la madre del Joaquín El Chapo Guzmán.
Mientras los esfuerzos institucionales se concentran en el manejo de la doble crisis, presuntos grupos del narco reparten despensas con nombre del remitente para que la gente identifique y no olvide la “señal” del benefactor. Cuando López Obrador apuesta por enfrentar a sus críticos para abrirse espacios y prepararse para los tiempos electorales, la hija del Chapo, Alejandrina Guzmán, ofrece canastas vía Facebook a personas que lo puedan necesitar en Guadalajara. Al tiempo que el mandatario abraza la ruta de la confrontación con la patronal en medio de la pandemia, el narco aprovecha los vacíos institucionales para proyectar su presencia en lugares en los que el Estado parece ausente. La figura del crimen puede acrecentarse a medida que aumenten las “razones humanitarias” de su auxilio en la crisis más profunda en un siglo con miles de desempleados a merced de reclutamiento y millones de nuevos pobres urgidos de auxilio.
A nadie parece sorprender el activismo del “narco”, comenzando por el gobierno, cuyo secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, figura entre los desaparecidos del gabinete. Por el contrario, en las últimas dos semanas circulan, de manera profusa en redes, fotografías y videos de grupos identificados con cárteles y lugartenientes locales en plena faena de reparto de víveres y enseres en enclaves de Tamaulipas, Jalisco, Michoacán y San Luis Potosí. El Gran Confinamiento ha borrado al equipo de gobierno y la falta de coordinación con los gobernadores acentúa la debilidad institucional, que abre al crimen el control de territorios.
Si la orden de “abrazos y no balazos” de López Obrador se asimila como un no combatirlos, el permiso para la gestión social les ofrece una especie de normalización, incluso si el propósito de la ayuda es ampliar su base social y extender sus redes de contrainteligencia para contar con canales de información sobre movimientos de las policías y organizaciones rivales. Su estatus en la pandemia se podría justificar por las mismas “razones humanitarias” que esgrimió López Obrador para encontrarse con la madre del Chapo, aunque ni siquiera esos gestos hacia el Cártel de Sinaloa han servido para detener la guerra entre bandas por un mercado contraído y mayores dificultades para el trasiego de droga a EU. Su trabajo es similar al que realizan los policías con sus redes ciudadanas en temas de proximidad, algo que saben hacer bien por la asesoría de los que han reclutado.
Pero su activismo “humanitario” también anuncia un posible recrudecimiento de la violencia por el mensaje a bandas rivales. La contrainteligencia es vital para ellas, porque no todos los estados han aplicado el modelo pacificador del Presidente, particularmente aquellos con sus nuevos giros de negocio, como el huachicol en Guanajuato, extorsión o nuevos “clientes” para el cobro de piso ante la contracción de demanda de drogas en el mercado local y de Estados Unidos, paralizado por el COVID-19. En muchos estados, las policías combaten a los cárteles, lo que, junto a las disputas entre grupos, dejó, tan sólo en marzo, una ola de violencia con más de 2,505 ejecuciones, casi 10% más que el mes anterior. Aunque la crisis sanitaria y económica desplaza el foco de atención de la violencia, el nivel del homicidio en marzo alcanzó la cifra más alta en 13 años desde 2007, de acuerdo con Seguridad y Protección Ciudadana. Junto con la salud y la economía, éste es el otro gran frente para el gobierno de López Obrador.
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