Romper límites, la vocación de Lucinda Urrusti

Redacción

Por unos instantes vienen a la mente de la artista Lucinda Urrusti (Melilla, España, 1929) recuerdos de los amigos artistas, por ejemplo de cuando pintaba muros con Lilia Carrillo, de lo simpático que era Manuel Felguérez, de lo ególatra que era José Luis Cuevas, de su amigo Vicente Rojo… Aunque la memoria le pone trampas, la artista de La Ruptura vuelve a contar aquella escena cuando le enseñó a Carlos Fuentes el retrato que le pintó:

“Nos conocíamos, en ese México de antes la gente que se dedicaba a una rama del  arte o a otra éramos un mundo más pequeño,  Carlos posó, fue del natural que lo hice, no de fotos. Y cuando lo vio venían con él (Álvaro) Mutis y (Gabriel) García Márquez, y dijo Carlos: ‘¡Oye, me has  pintado como Dios!’ Y dijo García Márquez: ‘¿Qué?, ¿no lo eres?’ Era una época simpática, lástima que ya casi ninguno de ellos existe”.

A propósito de la película Lucinda Urrusti. Pintora, la artista habló unos minutos en entrevista telefónica. Se trata del largometraje que realizó su sobrino, el cineasta Juan Francisco Urrusti, que todavía no se presenta en México, pero que a partir de este julio se estrenará a nivel internacional; la cinta participará en el Festival On  Aart, de Polonia, que está programado del 23 al 30 de julio, y que por  la pandemia ofrecerá las proyecciones en espacios al aire libre, como lo explica en entrevista el cineasta.

Descubrir una habilidad

Lucinda Urrusti se hizo pintora en México. Con sus padres y su hermano fue parte del grupo de exiliados que partió de Francia y que el 13 de junio  de 1939 llegó a Veracruz en el Sinaia. Muy pronto descubrió sus habilidades para el arte, y la venta de los primeros retratos fue una forma de apoyar a la familia que no tenía una situación fácil en ese momento.

Ayer, en la entrevista telefónica, la pintora que reside al sur de la Ciudad de México hablaba justamente del arte de  hacer retratos, pues aunque no pinta tanto como antes, el retrato es la única práctica que conserva, si bien, es sólo durante ciertos momentos del día:  “Me gusta y tiene mucho éxito; la gente, casi toda, desea su retrato; tiene interés por un retrato y eso no lo hago mal”.

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Probablemente su mayor colección de retratos se encuentra en El Colegio Nacional; Urrusti es autora de muchos de los cuadros de miembros de esa institución —de cada nuevo integrante se hace una pintura que se devela al morir. Urrusti pintó, entre otros, los de Octavio Paz, Alfonso García Robles, Beatriz de la Fuente y José Emilio Pacheco.

Hoy, la artista ya no crea naturalezas muertas, tampoco collages o esas esculturas  nacidas de cacharros que encontraba en las calles y que luego intervenía. Pero la película le muestra al público algunos de esos objetos, las  piezas oxidadas o elementos de la casa que ella intervino: una silla, una jarra. Es ese ejercicio inconsciente de la artista de romper los límites de los marcos y del arte, y sobre el cual dice en el largometraje: “Mi sentir es que el cuadro no termina en los límites del lienzo, que no debe estar encerrado sino que debe continuar… No puedes quedarte en un material o un espacio. Lo limitado, lo encerrado,  no va conmigo. No me gustan los límites”. En la película se le ve intervenir los lienzos y los marcos.  

Con todo y las trampas de la memoria, Lucinda también se refirió en la entrevista telefónica al descubrimiento del arte: “Eso empieza por una vocación, un interés, y luego eso le atrapa a uno”.  Recordó los años de La Ruptura: “Todos éramos compañeros, entusiastas.  Nos reuníamos muchas veces en la casa de Socorro, la mamá de Lilia. Cuando empezamos más o menos a exponer, nos denominaron así. La Ruptura se refería a que los pintores maestros de México, Diego, Siqueiros, decían que no había más camino que el de ellos, y nosotros pues no, no teníamos ese único camino”.

Dos películas, dos historias

El cineasta Juan Francisco Urrusti —sobrino de Lucinda— estrenó en 2017 el documental Un exilio: película familiar, que es el relato de cómo sus abuelos maternos y paternos debieron dejar España y se refugiaron en México,  y lo que vino después para las familias. Esa película la realizó con una beca del Fonca, recursos personales y apoyo del Foprocine.  Al hacer esa película, Juan Francisco entendió que debía hacer también una sobre Lucinda; había hecho ya algunas entrevistas con la pintora, cuando en 2015 le pidieron en el Museo de la Ciudad de México crear una pieza corta, en video, acerca de ella;  entonces el museo capitalino preparaba una exhibición de sus obras. Fue un primer ejercicio, y después vino la película completa.

Lucinda Urrusti. Pintora es un documental que contiene una serie de entrevistas con la artista, visitas a su estudio,  recorrido por algunas de sus obras, y también por salas de exhibición.  Desde su casa y su estudio, donde tiene sus cuadros y objetos intervenidos, Lucinda hace un relato de su historia, pero el documental no sólo recupera anécdotas, sino que en las conversaciones la pintora reflexiona sobre el arte, la creación, la constante lucha del artista por alcanzar una mejor obra, el lugar que tienen lo subjetivo, la figuración y lo abstracto en sus obras. En la película participan el escritor Jaime Moreno Villarreal y el investigador de arte Eduardo Espinosa Campos.

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El cineasta explica: “Son como seis o siete entrevistas, desde 2011, hasta 2018. El relato es contando en distintos momentos.  Yo me fui por el proceso creativo, por lo que para ella es el arte; quería que se viera como artista, no irme como mucha gente que se va por la idea de que era muy guapa o por la historia de su hijo que se murió, que le causa mucho dolor. Muchas revistas se van por la historia de con quién se casó y por qué se divorció (su esposo fue Archibaldo Burns, quien  después se fue con Elena Garro)”.

Juan Francisco Urrusti señala que ella nunca buscó la  publicidad: “A diferencia de otros pintores que se apoyaron mucho en una plataforma de autopublicidad, ella rehuyó  eso”. Relata que Lucina  tuvo grandes amigos artistas, más allá de los integrantes de La Ruptura, por ejemplo,  Ricardo Martínez, Gabriel Figueroa y  Juan Soriano.

“A la película primera, Un exilio… le ha ido bien, ha tenido como 17 premios. Esta  empieza a gatear, la inscribí en varios festivales, y ya la tomó este festival en Polonia, que me interesa mucho porque es un festival que es sobre arte y artistas.  Se iba a exhibir en cines, ya todo cambió, será al aire libre, en Varsovia”.

En primera persona

Lucinda Urrusti. Pintora contiene diálogos que la pintora tiene con una de sus nietas —a quien le da consejos sobre el arte— y con Jaime Moreno Villarreal;  son reflexiones y pensamientos sobre el arte que retratan muy bien a la que es una de las grandes artistas del país y que fue una de las pocas mujeres que integró la generación de La Ruptura.

En la película le dice a su nieta: “Esto de pintar no se sabe nunca cómo se hace… A pesar de 100 años de hacerlo”.

Sobre su llega a México expresa: “El aire, el cielo y el mar me dio sentido de libertad y de seguridad. Llegamos ya a un lugar para quedarnos”.

Jaime Moreno Villarreal le pregunta cómo concibe un cuadro, de dónde viene, y ella responde que la subjetividad ha sido su camino, “ese sentido de libertad”. Y se explica:  “Parto siempre como de alguna cosa que me rodea pero para llegar a lo subjetivo, es decir, trascender el oficio, trascender el tema, el objeto… como meterte en las profundidades, dentro de la pintura”.

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Naranja y gris (2012), óleo sobre tela y collage, de Lucinda Urrusti. FOTO: AGUSTÍN ESTRADA

En distintos momentos reitera esa  búsqueda terca en el arte, donde el artista a veces va “dando palos de ciego”. Y cuenta: “A lo mejor, al término de la jornada piensa uno que algo se logró, que algo se avanzó, y al día siguiente, al entrar al estudio, es la hora de la decepción, te das cuenta de que está terrible, de no se logró casi nada. Y vuelta, la rueda del molino, a empezar otra vez”.

Sobre la abstracción y la figuración, dualidad que a veces está en su obra, acota en el largometraje: “Yo no siento que he hecho abstracción nunca, aunque claro, el arte siempre tiene, aunque sea figurativo, una expresión o un algo interior que es posible que eso sea lo abstracto”.

De lo que fue el movimiento de La Ruptura, comenta:  “No teníamos desde luego conciencia de eso, por afinidad, porque nos conocíamos, pero ni rompimos nada ni nos propusimos romper nada, no rompimos ni un plato. Me he preguntado por qué nos llamarían así. Ruptura,  la de Diego, Orozco, que rompieron con la Academia”.

Una de las últimas reflexiones es acerca de ese sentir que el arte nunca está acabado. Ahí, Lucinda Urrusti asegura:   “Es quizás lo difícil del arte o lo imposible, que no se puede alcanzar esa satisfacción, de ‘¡qué maravilla, esto está logrado, así lo dejo ya!’. Pues no. Y esa es quizás la maravilla y la imposibilidad y la lucha con el trabajo, con el arte, con el cuadro: que no tiene fin, que aquello puede ir siempre más lejos. Que el que falla entonces es uno por fatiga, por cansancio, por limitación, pero que el logro no está en la obra todavía. Entonces ahí es cuando yo pienso en Leonardo, como nunca consideraba que un retrato estaba acabado, ahí cargaba con la Gioconda de un país a otro… Siguió, siempre que pudo, trabajándolo”.

Juan David Burns, hijo de la artista, destacó entre otras cualidades de la pintora, su vocación: “Es la persona que conozco que tiene una vocación así tan clara. Desde que yo era pequeño ella siempre iba a su estudio y pintaba, pintar para ella es como respirar”.

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