Redacción
Desde el comienzo de la pandemia han proliferado los pronunciamientos a favor de la necesidad de hacer de la recuperación económica una verdadera oportunidad para construir un futuro mejor.
El llamado a una reactivación saludable y verde a partir del Covid-19 se ha hecho escuchar en todos los rincones, desde los voluntarios del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) hasta el despacho del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“No queremos una vuelta a la misma situación de siempre, a un modelo económico que ha exacerbado las desigualdades sociales, puesto en peligro nuestra salud y llevado el clima y la naturaleza del planeta al borde del colapso”, reza una declaración firmada por más de 50 ONG, entre ellas Amigos de la Tierra. “En cambio, creemos que ahora es el momento de transformar de forma radical y rápidamente nuestras economías para que sean más verdes, más justas y más resistentes a crisis futuras”.
Expertos consultados sostienen que si bien el discurso verde ha permeado a la clase política, lo más probable es que éste no vaya más allá de los buenos propósitos. Un documento publicado por la oficina de Greenpeace en Holanda parece certificar el pronóstico de los analistas y el riesgo de que tras la pandemia y el lanzamiento de los inéditos paquetes presupuestales, la situación siga como de costumbre, business as usual.
El texto señala que las compañías de gas y petróleo, las aerolíneas, los fabricantes de automóviles y otras industrias contaminantes serán las grandes ganadoras de los rescates, ayudas estatales, mecanismos de desgravación fiscal, recortes a los impuestos especiales y de los cambios en la regulación.
“Sería muy agradable decir que el dinero de los paquetes de estímulo es usado para modernizar las economías, realizar inversiones verdes e impulsar las energías renovables, pero el demonio está en el detalle.
“Los recursos son diseñados para aumentar la demanda en los próximos seis meses para reactivar la economía. El problema con las inversiones verdes es que los dineros de hoy comienzan a dar resultados en dos o tres años, para entonces ya habremos superado la situación actual”, dice a este diario Georg Zachmann, experto del Bruegel, un centro de estudios especializado en temas económicos y europeos.
Precisa que todo gobierno habla de paquetes de “estímulo verde”, ya que de no ser así sería contradictorio al contexto global a favor del clima, pero la realidad es que los montos aislados destinados al rubro no marcarán una gran diferencia.
“La prioridad es superar cuanto antes la crisis. Habrá pretextos verdes, pero al final no serán muy útiles para la recuperación económica. Mucho más dinero será gastado en asuntos como reducir la tasa impositiva y la pérdida de horas de trabajo, que en auténticos proyectos verdes”.
Miembros de Greenpeace se manifestaron el jueves en la grúa que realiza los trabajos de reconstrucción de la catedral parisina de Notre Dame. Foto: AP
Cautela
Para afrontar la crisis sin precedentes provocada por los confinamientos decretados para frenar el avance de la primera pandemia por el coronavirus, los Estados miembros de la UE han movilizado colectivamente un paquete nunca antes visto, alrededor de 3.4 billones de euros.
Adicionalmente, la Comisión Europea ha puesto a consideración un nuevo instrumento de recuperación llamado Next Generation EU con una dotación de 750 mil millones de euros. Los 4 billones totales equivalen a más de 30% del PIB de la UE o 9 mil euros por ciudadano comunitario.
Según Sofía López Piqueres, analista del think tank especializado en temas comunitarios, European Policy Centre, los fondos movilizados bajo ese esquema se invertirán en tres pilares que cubrirán tanto a los sectores y las regiones más afectadas por la crisis, como aquellos directamente vinculados a la transición ecológica y digital.
No obstante, precisa, en el contexto del plan para relanzar la economía y avanzar hacia la transición ecológica, no hay que perder de vista dos hechos entrelazados: “No hay garantías de que los Estados miembros vayan a gastar el dinero de los fondos de manera verde. Y aunque la Comisión anunció que 25% del presupuesto comunitario iría destinado a medidas de lucha contra el cambio climático, el resultado final depende principalmente de las propuestas que diseñen los Estados miembros y de su implementación (incluida de la buena gestión de fondos), sobre todo a nivel local y regional.
“Además, 25% es insuficiente, si no se garantiza totalmente que el resto de fondos no va a torpedear la agenda verde (…) En otras palabras, debería imperar la cautela y cierto grado de escepticismo respecto a los potenciales resultados de las medidas”, apunta.
Zachmann precisa que si Europa aspira a un cambio verdadero, es el momento de enviar la señal política de que en la etapa de consolidación, cuando los gobiernos vuelvan a la ruta de reducción de endeudamiento tras la crisis, el impuesto al carbono será una de las principales herramientas para la verdadera transformación climática.
Afirma que la ruta más corta para lograr la neutralidad climática para 2050, no está en el presupuesto comunitario ni en los actuales paquetes de estímulo, sino en incluir sectores como transporte y construcción en el actual mercado de comercio europeo de derechos de emisión de CO2. Subraya que esto evolucionaría el consumo y la forma como invierten las empresas.
Manifestación afuera de la sede de Greenpeace de París. Especialistas dicen que “es imperativo transformar en profundidad los modelos productivos y de consumo predominantes ”. Foto: THOMAS SAMSON. AFP
Dichos y hechos
La otra cara de la respuesta a la crisis tiene un rostro nacional. Más allá de los fondos de asistencia procedentes del botín comunitario, cada país está dotándose de presupuestos adicionales para revertir la caída del crecimiento por la pandemia.
Francia, la segunda economía de la Eurozona y que sufrirá una contracción de 11% este año, ha movilizado más de 620 mil millones de euros, en forma de impulso fiscal, garantías y aplazamientos. Algunos rescates están llevando el sello ecológico.
El ministro de Finanzas galo, Bruno Le Marie, adelantó que el préstamo a Air France-KLM por 4 mil millones de euros estará condicionado a hacer de la aerolínea la “más respetuosa con el medio ambiente”. Concretamente Le Marie llama a una reducción del 50% de las emisiones de dióxido de carbono para los vuelos nacionales para el 2024, con respecto a los niveles de 2005. Air France-KLM también espera recibir del gobierno holandés entre 2 y 4 mil millones de euros, que estarían sujetos, entre otros, a una reducción de los vuelos nocturnos.
“Debido a la ya conocida diferencia entre los dichos y los hechos en política y a la actual tendencia de políticos y empresas a teñir de verde, es arriesgado dejarse llevar por análisis tempranos. El que haya países que estén demostrando un ímpetu verde, no significa que en la práctica las medidas que vayan a adoptar lo sean”, sostiene Piqueres.
Manzana envenenada
Una de las grandes víctimas de la pandemia fue el movimiento climático estudiantil, que dio origen a celebridades como la sueca Greta Thunberg y que al paso de los meses aumentaba en intensidad por las calles del planeta. Las medidas de confinamiento mandaron a los jóvenes a casa. Si bien muchos han continuado la lucha desde sus ordenadores y teléfonos, ésta no ha trascendido más allá de los foros en los que participan.
“Los estudiantes siguen allí, sus intereses no han cambiado y los temas prevalecen. Estamos todavía al inicio de la crisis pandémica, no sabemos aún cuánto va a durar, pero estoy seguro que el movimiento regresará con toda su fuerza”, sostiene Zachmann.
López Piqueres hace una reflexión semejante. Afirma que los objetivos estudiantiles llegaron para quedarse y la crisis del Covid-19 solo está dando un respiro a las empresas y los políticos reacios a cumplir los compromisos de la agenda verde.
“El mérito que tienen los movimientos es que han puesto el foco en una verdad incómoda, anunciada hace décadas por la comunidad científica pero bastante ignorada: el impacto de la humanidad sobre el planeta es insostenible, hemos ido posponiendo la toma de decisiones políticas y económicas pero ya no podemos esperar más.
“Los gobiernos y sociedades no pueden permitirse hacer el avestruz o pasar la manzana envenenada a generaciones pasadas, como se ha estado haciendo hasta ahora. Es imperativo transformar en profundidad los modelos productivos y de consumo predominantes en la mayoría de países hacia un modelo acotado por los límites planetarios”, puntualiza.