Madrid pierde el mítico tablao de flamenco por la pandemia

Redacción

Algunos de los restaurantes y centros de ocio más emblemáticos de esta ciudad no han podido resistir la embestida de la pandemia y se han visto obligados a cerrar puertas definitivamente ante la falta de clientela, así como por la imposibilidad de mantener sus ofertas cultural y gastronómica.

Es el caso de Casa Patas, un mítico tablao de flamenco ubicado en un edificio del siglo XIX en el casco viejo de Madrid, que también ofrecía servicios de taberna y restaurante desde hacía más de 30 años, y al que el Covid-19 ha condenado a la desaparición.

Españoles y turistas internacionales, muchos de ellos mexicanos, disfrutaron durante décadas de los más de 300 espectáculos ofrecidos cada año por este tablao que cuidaba al máximo la excelencia de su programación, lo que lo convirtió en referencia obligada para todos los que querían disfrutar de un flamenco de calidad, en estado puro.

“La razón fundamental de que cerremos es la pérdida de la mayoría de nuestra clientela y, por lo tanto, de nuestra facturación habitual, que se ha reducido 90%, sobre todo por las medidas de ais- lamiento y las limitaciones que impiden que llegue turismo internacional, además de que el público nacional se ha debilitado económicamente”, señala Martín Guerrero, integrante de la familia propietaria de Casa Patas y director general de la empresa.

“Tengo muchas razones para lamentar el cierre, entre otras cosas, porque es un negocio familiar que fundó mi padre. La reacción solidaria de la gente ha sido extraordinaria, principalmente con llamadas y mensajes a través de internet. El sentimiento es de pena por la pérdida de un espacio que tenía cierto valor, que era reconocido y que cumplía sus funciones en el contexto del flamenco de Madrid”, detalla.

Desde sus orígenes, Casa Patas ha sido un lugar en el que los artistas se han sentido a gusto y han disfrutado con su actuación, además de ser un punto de encuentro de todos los que conforman el mundo del flamenco, tanto a nivel nacional como internacional, resume el empresario, quien echa en falta las ayudas públicas para rescatar algunos de los lugares emblemáticos que están sucumbiendo ante la crisis sanitaria.

“Desde luego que esas ayudas serían necesarias, aunque el problema es general para el sector turístico y la economía española. No es fácil, porque son muchas las personas que pasan necesidad, pero si se quisiera salvar algunos de esos espacios, serían necesarias medidas más contundentes para evitar su cierre”, indica el único administrador de Casa Patas.

El destino de este tablao flamenco ha puesto en evidencia la urgencia de ayudas públicas para reflotar establecimientos que aportan valor agregado a la capital del país ibérico.

El ayuntamiento de Madrid estudia la posibilidad de declarar a los tablaos flamencos bienes de interés general para la ciudad, debido a su relevancia y ante la grave situación que padecen como consecuencia del Covid-19, lo que les permitiría beneficiarse de medidas extraordinarias para garantizar su viabilidad; no obstante, es sólo un proyecto que ni siquiera está aprobado y que implicaría el compromiso de otras administraciones locales y estatales.

Otro de los establecimientos de Madrid que se vio obligado a cerrar por la pandemia es el 99 KO Sushi Bar, uno de los referentes de la comida japonesa, inaugurado en abril de 2019 como el buque insignia del Grupo Bambú y que a finales del año pasado recibió su primera estrella Michelin como reconocimiento de su excelencia culinaria.

“99 KO, obligado a echar el cierre por una cuestión de centímetros. La nueva normalidad destruye el concepto gastronómico de nuestra flamante estrella Michelin”, señalaron los responsables del negocio en redes sociales.

Uno de los valores agregados del restaurante japonés era una barra para 16 comensales desde la que los chefs David Arauz y Héctor Escalona elaboraban muchos de los platillos junto a los clientes.

Las medidas de seguridad impuestas en los espacios cerrados hacen inviable esta manera de atender a los comensales, carencia que se suma a los problemas financieros, la pérdida de clientela, la incertidumbre que pesa sobre la nueva normalidad y la necesidad de mantener los precios para garantizar la calidad de los productos en tiempos de retroceso del poder adquisitivo. Todo ello ha significado la puntilla para el aclamado restaurante japonés que apenas tenía un año de vida.

El afamado restaurante Punto MX, el primer mexicano en recibir una estrella Michelin en Europa, tampoco retomará su actividad tras la pandemia, aunque en este caso su cierre no es consecuencia directa del apagón comercial provocado por el Covid-19.

El confinamiento le ha brindado la oportunidad al chef y propietario, Roberto Ruiz, de reflexionar sobre los inconvenientes de mantener abierto el negocio. El mal estado físico del edificio en el que el exclusivo restaurante tiene un espacio alquilado, la renuencia de los caseros a subsanar los desperfectos y la retirada de algunos de los socios de Punto MX han conducido a su desaparición.

No obstante, Ruiz está manejando ya nuevos proyectos para reinventarse, sobre todo ligados a su formato de comida a domicilio y ampliando la oferta de la entrega con cevichería y carnes ahumadas. “No queda más remedio que resetearnos”, reconoce luego de meditar a fondo sobre la clausura de un restaurante que se convirtió en uno de los iconos madrileños, al mezclar con acierto sabrosas y refinadas recetas mexicanas con ingredientes españoles.

La elaboración de tortillas de maíz con técnica prehispánica, junto a platillos innovadores, cocteles basado en mezcal y tequila, y la explicación al cliente de los términos culinarios mexicanos contribuyeron también al éxito de este establecimiento, que en sus mejores tiempos manejaba listas de espera de varias semanas para acceder a una mesa y poder disfrutar de sus delicias gastronómicas. Algo que a partir de ahora será imposible, definitivamente.

Antojitos, referente en Costa Rica, cierra

“Pura vida: nos vemos en Antojitos”. Sin más referencias geográficas, el mensaje fue suficiente para pactar un encuentro en Antojitos Cancún, el más famoso y tradicional restaurante de gastronomía mexicana de Costa Rica.

Fundado en 1972 en un congestionado sector del este de la capital costarricense y abierto siempre a partir de las 11:00 horas, el negocio sobrevivió por 48 años a tormentas sociales y políticas internas, pero sufrió el contagio mortífero del efecto económico paralelo del coronavirus: cerró el pasado 4 de junio y liquidó a 21 trabajadores.

“Para la familia fue muy doloroso”, dice la costarricense Muni Figueres Facio, gerenta de la empresa, al narrar el impacto emocional del cierre en sus parientes con apellidos que desde la segunda mitad del siglo XX remiten a figuras claves de la política de Costa Rica: los expresidentes José Figueres (1906-1990) y Francisco Orlich (1907-1969).

“Teníamos 48 años de estar ahí. Se convirtió en el segundo hogar de los dueños y de la familia extendida. Todos mis tíos hacían reuniones ahí. Los primos nos reuníamos ahí. Los colaboradores se convirtieron en nuestra familia”, cuenta Figueres.

La firma entró en colapso luego de que el pasado 21 de marzo interrumpió labores por la restricción sanitaria que dictó el gobierno de Costa Rica para cesar múltiples actividades públicas y privadas e intentar contener el Covid-19. Antojitos aceptó reducir el aforo a 50%, dejar de operar de noche y los fines de semana, así como tratar de enfrentar altos costos en el servicio exprés.

“Cerrar fue muy doloroso. Fue una decisión dura, pero la más inteligente. Los sistemas bancarios estatal y privado se negaron a otorgarnos un préstamo flexible para operar seis meses sin ganancias. No queríamos que nos regalaran el dinero, sino flexibilidad”, relata.

“Muy lamentable”, afirma la gerenta con nostalgia.

El pacto en típica jerga costarricense del “pura vida” para coincidir en Antojitos quedó en el recuerdo de un trajín urbano que cambió por la pandemia.

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