Redacción
El juicio político de Donald Trump es algo más que un esfuerzo para condenar al expresidente por incitar a la insurrección. Es la oportunidad para un recuento público y remembranza del peor ataque contra el Capitolio de Estados Unidos en 200 años.
Un mes después del ataque del 6 de enero por una muchedumbre simpatizante de Trump, alentados por su llamado a “luchar como el infierno” para anular la elección, los defensores del expresidente dijeron que llegó el momento de seguir adelante.
Trump ya no está en funciones, se encuentra en su club de Mar-a-Lago y el demócrata Joe Biden es el nuevo presidente de la Casa Blanca. Debido a que el juicio empezará el martes y es improbable que una súper mayoría de senadores lo condenen por un solo cargo, la duda surge: “¿Por qué?”.
Aunque para muchos legisladores que fueron testigos y sobrevivientes de ese sangriento día, eso no ha terminado.
Uno por uno, los legisladores han empezado a compartir su versión personal de su experiencia de esa horrenda tarde. Algunos estuvieron en el Capitolio huyendo por seguridad, mientras que otros observaron sin poder creerlo desde las oficinas adyacentes. Dijeron que se escondieron detrás de las puertas, se armaron con objetos que estaban en sus oficinas y temieron por su vida mientras los manifestantes abarrotaron los pasillos, persiguieron a los líderes políticos y ensuciaron el ícono de la democracia.
Cinco personas murieron y más de 100 fueron arrestadas en todo el país en una redada que llevó a cabo el FBI de supuestos líderes y participantes.
Mientras que para unos fue suficiente el que los transgresores hayan sido presentados ante la justicia, para otros el juicio forzará al Congreso y al país a considerar la responsabilidad.
Los defensores del presidente están sembrando la duda sobre la legalidad del juicio político, la razón para castigar a un funcionario electo que ya no está en el poder y el efecto colateral político al impedir que fuera electo nuevamente.
