Redacción
La basílica de los Santos Apóstoles, ubicada en Roma, está bajo el cuidado de los padres franciscanos desde hace más de 500 años. Desde hace más de 1.500, este sitio ha acogido lo que se cree que son los restos mortales de dos de los doce apóstoles de Jesucristo: san Felipe y san Santiago el Menor. Esos restos están considerados como reliquias sagradas, aunque, como ocurre en otros casos de restos mortales u objetos de gran antigüedad, no existe plena certeza sobre su autenticidad.
En los primeros siglos del cristianismo, la vida era difícil para la minoría cristiana, pero poco a poco, hacia el siglo IV, el cristianismo se convirtió en la religión dominante y, después de que el emperador Teodosio, en el año 380, declarara el cristianismo como religión del Estado, se erigieron iglesias por todo el territorio del Imperio Romano. Poco después de que se erigieran las iglesias, los restos mortales de mártires cristianos fueron trasladados desde sus tumbas a las iglesias de culto designadas en las ciudades. Esto también se aplicó a los restos mortales de esos dos apóstoles, Felipe y Santiago el Menor.
Se desconoce quién trasladó los supuestos restos de Felipe y Santiago el Menor y de dónde los trajo, pero es un hecho que llegaron a glorificar la actual basílica de los Santos Apóstoles en Roma, construida en su honor. También es un hecho que los restos se conservan en la iglesia desde el siglo VI.
En la actualidad, los esqueletos distan mucho de estar completos. Solo quedan fragmentos de una tibia, un fémur y un pie momificado. La tibia y el pie se atribuyen a san Felipe; el fémur, a san Santiago el Menor.
Entonces, ¿son las reliquias realmente los restos mortales de san Felipe y san Santiago el Menor? ¿Y qué podemos aprender de los huesos?
Una investigación reciente ha buscado respuestas para esas preguntas. La ha realizado el equipo internacional del químico Kaare Lund Rasmussen, de la Universidad del Sur de Dinamarca. En el equipo también figuran científicos de la Universidad de Groninga en los Países Bajos, la de Pisa en Italia, el Instituto Forense de Cranfield en el Reino Unido, el Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana en Italia y el Museo Nacional de Dinamarca.
Los resultados de la investigación se han publicado en la revista científica Heritage Science, bajo el título “Investigations of the relics and altar materials relating to the apostles St James and St Philip at the Basilica dei Santi XII Apostoli in Rome”.
Los autores del estudio consideraron que los restos mortales atribuidos al apóstol Felipe son demasiado difíciles de descontaminar y datar por radiocarbono, por lo que su antigüedad sigue siendo un enigma.
En cambio, el fémur, atribuido al apóstol Santiago el Menor, sí pudo ser sometido a varios análisis con suficientes garantías. El resultado más importante es que la datación por radiocarbono sitúa su antigüedad entre los años 214 y 340 de nuestra era.
Por tanto, este fémur conservado como reliquia no pertenece a Santiago el Menor. Procede de un individuo que es entre unos 160 y 240 años posterior a ese apóstol.
La identidad de esa persona es otro misterio que difícilmente podrá esclarecerse.
“Consideramos muy probable que quienes trasladaron este fémur a la basílica de los Santos Apóstoles en Roma, creyeran honradamente que pertenecía a Santiago el Menor. Debieron cogerlo de una tumba cristiana, así que en cualquier caso perteneció a uno de los primeros cristianos”, explica Rasmussen.