por Rafael Cardona
Desde cualquier punto de vista la crisis producida por el desacato furibundo a las normas electorales por parte de Morena y Félix Salgado Macedonio, incluyendo sus amenazas reales de persecución doméstica y de muerte simbólica en un ataúd de cartón con el imaginario cadáver de Lorenzo Córdova, es consecuencia del ilimitado poder presidencial.
Sin el apoyo del Palacio Nacional, “El toro” carecería de la fuerza brutal con cuyo bárbaro ejercicio ahora amenaza a personas e instituciones.
Antes de las amenazas frontales, el Señor presidente había dicho.
“…Ustedes saben, nosotros tenemos diferencias con autoridades que todavía tienen que ver con lo electoral, diferencias que vienen de lejos, porque consideramos que no han actuado con rectitud y se han sometido a grupos de intereses creados, políticos y económicos.
“Y lo saben bien, hay en el Tribunal Electoral quienes avalaron el fraude electoral del 2006, que firmaron desplegados, existen los documentos sosteniendo que no hubo fraude, tenemos diferencias… Pero no sólo eso, hasta hace poco se hacían de la vista gorda y otorgaban registros a partidos y otorgaban registros a candidatos que no les correspondía, y muchísimas cosas.
“Nada más en la elección del 2012, nada más lo repito para que no se olvide, porque está de moda la amnesia, el olvido, pero presentamos una denuncia porque habían rebasado los topes de campaña, pedíamos que se anularan las elecciones, en el 12, y hay constancia de lo que les estoy planteando.
“…Dicen que traemos una campaña en contra de la autoridad electoral y que queremos someter a la autoridad electoral. No, no somos iguales, nada más que ya basta de estar simulando que son demócratas cuando siempre han estado al servicio de la antidemocracia, siempre.
“Pero bueno, nosotros tenemos… Y no es un asunto legal, es un asunto de convicción. Debemos de dejar establecida la democracia, el hábito democrático, eso es parte del proceso de transformación, sin eso quedaría cojo el proyecto. Por eso nos importa mucho el que las elecciones sean libres y sean limpias.
“Y no hay ningún problema si nuestros opositores ganan, ningún problema, no habría, si el pueblo así lo decide.
“Que si ganan nuestros opositores y tienen mayoría en el Congreso nos van a quitar el presupuesto, no está tan fácil, no es así; que van a quitar los programas sociales porque es populismo, porque es paternalismo, no está tan fácil. Nada más les recuerdo que el Ejecutivo tiene facultad de veto”.
Esta larga cita presidencial permite dos cosas: la primera, el concepto de limpieza electoral sólo existe (relativamente) en las urnas y no en la preparación del proceso ni en el cumplimiento de requisitos para candidatos y partidos.
Y segundo, el jefe del Ejecutivo se asume –y se exhibe sin decoro– como parte de una facción en contienda: “…si ganan nuestros opositores”.
Ese no es el, lenguaje del jefe del Estado (al menos no en este sistema ajeno al parlamentarismo); es la voz del jefe de un partido.
En ese sentido y con dedicatoria para Lorenzo Córdova, quiero reproducir un fragmento del libro “La formación del poder político en México” (ERA), de Arnaldo Córdova, padre del actual consejero presidente del INE:
“Aterrorizadas y acobardadas por la posibilidad de perder cuanto se les ha concedido, o de sufrir las más terribles represiones y escépticas frente a un poder leviatánico, las masas populares no se han reeducado políticamente, no se han modernizado, en ellas sigue dándose el culto más empedernido y más desenfrenado a la autoridad del poder.
“En el fondo no es que se necesite mucho para mantener en continuo funcionamiento este culto por la autoridad del poder. La política de la omnipotencia, presente en todo acto público, en toda referencia a las realizaciones del gobierno, basta y sobra para que las masas populares no sean capaces de trascender con la acción ni con el pensamiento, el marco político institucional en que se encuentran enmarcadas…”
Cuando Córdova escribió esto (1972, hace casi medio siglo) no había tantos programas clientelares directos ni una abrumadora catequesis mañanera.
Sin embargo, el fenómeno de sumisión medrosa es el mismo:
–¿Quién dijo, no somos iguales? No; son peores.