Redacción
Por más de 60 años, John Kingston sospechó que su padrastro había sido algo más que un guardia de seguridad del edificio de gobierno municipal en su ciudad natal del este de Europa durante la II Guerra Mundial.
Tanto así, que tenía la certeza de que Stanislaw “Stan” Chrzanowski había sido un criminal de guerra nazi que había logrado evadir a la justicia.
Y en varias ocasiones trató de persuadir a las autoridades británicas para que lo investigaran. Pero nunca lo logró.
Kingston logró reunir gran cantidad de evidencia -fotos, documentos y conversaciones telefónicas secretas-, que por más de 20 años estuvieron almacenadas en su ático.
Conocí a Kingston en 2016 y de ese modo inicié mi propia investigación sobre Chrzanowski y sus actividades durante los tiempos de guerra.
Pero solo cuando Kingston murió -y todo el material que tenía almacenado en el ático me fue entregado- comenzó a aparecer posibles nuevas evidencias para explicar por qué Chrzanowski nunca había sido llevado ante la justicia.
La madre de Kingston, Bárbara, conoció a Chrzanowski en 1954, en un club polaco en Handswortg, Birmingham.
Y quedó encantada con aquel extranjero al que le gustaba bailar.
Chrzanowski le contó había llegado, junto a otros soldados polacos, al puerto de Liverpool en 1946, un año después del fin de la guerra.
Le contó también que se había criado en Slonim, una ciudad ubicada dentro de Polonia al comienzo de la guerra pero que ahora pertenece a Bielorrusia.
Bárbara estaba tan cautivada por Chrzanowski que le pidió que se fueran de vacaciones ese mismo verano, junto a sus dos hijos.
Kingston, que en ese momento tenía 9 años, llamó a esas vacaciones “el momento en que todo cambió“.
Al principio el niño estaba asombrado por esta nueva figura paterna.
“Mucho de él era fascinante y extraño”, explicó Kingston.
“En cierto modo lo admiraba y quería ser como él”.
Chrzanowski le dijo a su nueva familia que él estaba trabajando en un aserradero en Slonim cuando comenzó la guerra, hasta que en 1943 los Nazis lo obligaron a trabajar como guardia de seguridad.
Según su relato, había logrado escapar de su país en 1944, después había sido prisionero de guerra y finalmente se había unido a las filas polacas para combatir junto a los Aliados.
No había ninguna razón para dudar de su historia.
Poco después, Chrzanowski se mudó con los Kingston a su casa de Birmingham.
En casa, Chrzanowski le enseñó a su hijastro John a saltar muros con las técnicas de los paracaidistas y le compró una pistola alemana de juguete para que pudiera jugar en los escombros que habían dejado las bombas alemanas durante la guerra en varios puntos de la ciudad.
Pero poco a poco, otro Chrzanowski comenzó a revelarse. Y eso afectó la adolescencia de Kingston de manera profunda, tanto mental como físicamente.
“Fue una pesadilla crecer con él. Era un tipo muy peligroso”, me confesó Kingston.
Chrzanowski tenía un temperamento muy fuerte y traía pedazos de goma flexible del trabajo para azotar a sus hijastros y al perro de la familia.
“Yo estaba cubierto de moretones”, reveló Kingston.
Cuando se iban a dormir, Chrzanowski le contaba historias de guerra. Al principio sonaban entretenidas, pero gradualmente se volvieron siniestras.
Chrzanowski describía eventos horrendos para los oídos de los niños de cuando los nazis habían llegado a Slonim.
Según los recuerdos de Kingston, hablaba de personas que eran torturadas e interrogadas.
“A veces hablaba de bebés a los que agarraban de los tobillos para estrellarlos contra la pared”, dijo.
“Y nos demostraba cómo lo hacían“, añadió.
El hombre les dijo que había visto estas atrocidades a través de unos binoculares, en su rol de guardia de seguridad.
Pero Kingston decía que el modo en que narraba esas historias era tan vívido que parecía que Chrzanowski hubiera cometido esos crímenes.
Todo este entorno hizo que la salud mental de Kingston sufriera bastante mientras vivió con su padrastro y, apenas se hizo adulto joven, lo que más deseó era mudarse a otro sitio.
Por ese entonces también comenzó a cuestionar la historia de su padrastro antes de llegar a Reino Unido: ¿Tal vez Chrzanowski había trabajado para los nazis?
Con el tiempo, Kingston conoció a Sheila, se casaron y se fueron a vivir más al norte de Inglaterra, en la localidad de Holmfirth. Pero su matrimonio atravesaría varias tragedias: cuatro de sus seis hijos murieron jóvenes.
Particularmente la muerte de uno de ellos, a los 17 años y debido a una meningitis, golpeó a John profundamente.
Todo este duelo acumulado lo llevó a un punto donde se vio agobiado por lo que él consideraba era una gran injusticia.
¿Cómo era posible que la única figura paterna que él había tenido hubiese hecho cosas horribles -incluso a niños- y aún así siguiera adelante con su vida?
Pronto descubrió una oportunidad para hacer algo al respecto.