El Sol, ¿más violento de lo creído?

Redacción

 

En estrellas como el Sol, fenómenos físicos transitorios descriptibles como tormentas magnéticas pueden expulsar partículas con carga (electrones y núcleos atómicos) al espacio a velocidades cercanas a la de la luz.

 

Una manifestación típica de esos episodios de violencia estelar es lo que se conoce como fulguración, llamarada o erupción solar.

 

Las erupciones solares son, a grandes rasgos, explosiones en la atmósfera solar que pueden producir la energía de mil millones de bombas nucleares de un megatón de potencia cada una. A menudo van acompañadas de eyecciones de masa coronal, que son expulsiones de plasma, en cantidades del orden del millar de millones de toneladas. Ese plasma se desplaza a gran velocidad y cuando parte de él se topa con el campo magnético alrededor de la Tierra, este no siempre puede protegernos.

 

Normalmente la magnetosfera de la Tierra nos resguarda de muchas de las emisiones problemáticas del Sol, incluyendo bastantes tormentas solares y lo que se conoce como viento solar. Sin embargo, algunas tormentas solares tienen el potencial de sobrepasar esa barrera de protección y provocar trastornos geomagnéticos que a su vez producen efectos nocivos sobre una amplia gama de sistemas tecnológicos, incluyendo no solo satélites, sino también dispositivos eléctricos en la superficie e infraestructuras como por ejemplo redes eléctricas de alta tensión, cables de comunicaciones submarinas, redes telefónicas y telegráficas, e incluso líneas ferroviarias, oleoductos y gasoductos.

 

Los cortes de servicio o interferencias resultantes pueden resultar peligrosas para aquellos casos en los que la seguridad vital de personas depende en parte del funcionamiento de los GPS, como por ejemplo sucede con los sistemas de navegación en los aviones de pasajeros, en los estabilizadores de las plataformas petrolíferas flotantes y en la localización de las llamadas de socorro desde teléfonos móviles.

 

Un temor obvio ante estas manifestaciones súbitas de violencia solar es el de que algún día se desencadene una mucho más intensa que sea capaz de amenazar la vida en la Tierra.

 

Las erupciones solares que conocemos están muy por debajo de ese nivel, pero la observación de episodios de violencia máxima en estrellas del mismo tipo que el Sol puede hacernos pensar que este es, ha sido o será capaz de lo mismo.

 

Un caso reciente y particularmente preocupante es el de la estrella EK Draconis.

 

Un equipo de investigación dirigido por Hiroyuki Maehara y Kosuke Namekata, del Observatorio Astronómico Nacional de Japón (NAOJ), ha estado monitorizando a EK Draconis, una joven estrella del mismo tipo que el Sol y situada a 111 años-luz de distancia.

 

Utilizando telescopios en la Tierra y en el espacio, el grupo recolectó datos que revelaron que una supererupción había surgido de la estrella. Se trata de la primera observación espectroscópica óptica de una supererupción en una estrella del mismo tipo que el Sol.

 

El equipo también detectó, asociada a la supererupción, la expulsión de un filamento supermasivo de plasma. Este es otro descubrimiento sin precedentes en una estrella similar al Sol. El filamento era muy grande y con una masa 10 veces mayor que la de cualquier eyección de masa del Sol de la que se tenga conocimiento.

 

Suponiendo que EK Draconis sea un ejemplo típico de estrella joven similar al Sol, esto podría indicar que el Sol también produjo tales eyecciones supermasivas hace mucho tiempo.

 

Por suerte, el hecho de que exista hoy en día vida en la Tierra debería tranquilizarnos al demostrar que la amenaza no fue tan grave como para imposibilitar la existencia de seres vivos.

 

El equipo de Namekata y Maehara detalla sus observaciones en la revista académica Nature Astronomy, bajo el título “Probable detection of an eruptive filament from a superflare on a solar-type star”.