Redacción
Cuando llegó la pandemia mundial, el mayor fabricante mundial de baterías para automóviles eléctricos, una empresa china que ahora vale más que General Motors y Ford juntas, se enfrentó de repente a su propia crisis.
Un rival había lanzado un video sugiriendo que una tecnología utilizada por la empresa, CATL y otros fabricantes, podría provocar incendios de automóviles. Imitando una prueba de seguridad del gobierno chino, el rival había puesto un clavo a través de una celda de batería, una de las muchas en una batería de automóvil eléctrica típica. La celda explotó en una bola de fuego.
Los funcionarios chinos tomaron medidas rápidas: descartaron la prueba, según documentos revisados por The New York Times. El nuevo reglamento, publicado dos meses después, enumeraba quién lo había redactado: primero en la lista, por delante de la propia agencia de pruebas de vehículos del gobierno, estaba CATL.
El cambio no expuso al mundo baterías inseguras (otros países no requieren una prueba de clavo), pero mostró el compromiso de China de formar un campeón corporativo con una fuerte y creciente influencia sobre el futuro de la conducción. CATL ha dado a China un liderazgo dominante en baterías de automóviles eléctricos, una tecnología fundamental para la revolución ecológica más amplia.
La compañía ya suministra baterías a casi todos los fabricantes de automóviles del mundo, incluidos GM, Volkswagen, BMW y Tesla. CATL se ha convertido en uno de los mayores ganadores del auge de los coches eléctricos, junto con Tesla.
El gigante de las baterías se erige como un eslabón crucial en una cadena de suministro de tecnología verde cada vez más dominada por China. Las empresas chinas, en particular CATL, se han asegurado una gran cantidad de materias primas que van dentro de las baterías. Ese dominio ha despertado temores en Washington de que Detroit algún día podría volverse obsoleto, y que Pekín podría controlar la conducción estadounidense en el siglo XXI de la forma en que las naciones productoras de petróleo a veces pudieron hacerlo en el siglo XX.
Los funcionarios del gobierno chino se aseguraron de que el negocio de CATL permaneciera en manos chinas. Crearon un mercado cautivo de clientes de baterías. Y cuando CATL necesitó dinero, lo repartieron.
“CATL definitivamente parece que es el concepto y la creación de un plan maestro”, dijo Michael Dunne, un exjecutivo de General Motors en Asia y ahora analista.
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