Woldenberg, Córdova, Murayama, patos cojos y cómplices de Morena
POR CARLOS RAMIREZ
Como en política nada es lo que parece, los comportamientos de José Woldenberg, Lorenzo Córdova Vianello, Ciro Murayama Rendón y hasta el mismo INE están beneficiando de manera indirecta los estilos atrabancados de prácticas electorales de Morena al negarse a una reforma electoral inevitable.
El problema menor radica en la condición –en el lenguaje político estadounidense– de patos cojos —lame ducks, en inglés–, como se caracteriza a los políticos que carecen ya de horizonte funcional, como la segunda parte de los presidentes estadounidenses en períodos de reelección: su fuerza política es irrelevante.
Lo más importante de la neurosis de declaracionitis Woldenberg, Córdova y Murayama radica en la violación de comportamientos éticos como funcionarios del Instituto Nacional Electoral pintando un panorama caótico si la mayoría de Morena, siguiendo las normas de la democracia representativa, decide impulsar una reforma electoral que modificaría la estructura del INE que inventó el presidente Carlos Salinas de Gortari 1990 para transformar la Comisión Nacional Electoral de Manuel Bartlett Díaz en un Instituto Nacional Electoral a imagen y semejanza… de la Comisión Nacional Electoral de Manuel Bartlett Díaz.
El exconsejero presidente y los dos funcionarios actuales del INE se han negado a aceptar las denuncias y evidencias de las irregularidades electorales ocurridas en las elecciones de 2018, 2021 y 2022 y que podrían repetirse en 2023 y 2024 si se mantiene el funcionamiento actual del Instituto. Para los tres expertos electorales, las elecciones anteriores fueron un día de campo con sol brillante como si fuéramos una democracia del norte de Europa. Pero las irregularidades electorales detectadas y denunciadas destruyeron la viabilidad y la credibilidad del actual INE y obligan a una nueva reforma electoral para definir reglas que eviten que el INE siga funcionando hoy en día igual que la Comisión Federal Electoral de Manuel Bartlett Díaz.
Morena y la oposición se han salido de los cauces institucionales de una democracia procedimental funcional y han revivido los viejos vicios del PRI antiguo. Y ahí se encuentra la principal crítica a la inutilidad funcional del actual INE: las reglas de la competencia democrática no las cumple ninguna fuerza política. Y la crítica mayor debe hacerse a las evidencias y revelaciones en México y en el extranjero en el sentido de que el INE fue incapaz de evitar la penetración del crimen organizado en los últimos procesos electorales.
Todas las reformas electorales de 1990 a la de 2014 fueron conducidas por el PRI y el PAN y el sector colaboracionista del PRD. Pero como se encuentran las actuales reglas electorales, el principal beneficiario la disfuncionalidad del INE es hoy el partido Morena, como se ve en la actualidad por la pasividad y miedos del Instituto y sus funcionarios para evitar los actos anticipados de campaña que se están realizándose por los pliegues que de manera intencional dejaron las anteriores reformas electorales porque beneficiaban al PRI y al PAN.
Los funcionarios electorales responsables de permitir las irregularidades electorales ya conocidas y denunciadas –y las que se están configurando con vistas a las elecciones en Estado de México y presidenciales– están más preocupados por mantener la actual estructura del INE que sigue bajo el dominio caciquil de José Woldenberg y nada han hecho para movilizar con decisión al Instituto para regular los procesos electorales que viene.
La actual estructura electoral del INE que defienden Woldenberg, Córdova y Murayama solo beneficia al partido Morena, aunque la intención sea la de mantener la estructura de privilegios del Instituto que favorecen a una élite de funcionarios electorales que quedarán bajo la protección del actual secretario Ejecutivo del Instituto, Edmundo Jacobo Molina, una de las piezas de dependencia directa de Woldenberg y Córdova que seguirá funcionando hasta 2026, entorpeciendo el funcionamiento del Instituto y de su posible reforma en su organización. En el fondo, la oposición de los actuales funcionarios del INE a una reforma electoral nada tiene que ver con la defensa intencionada de Morena, sino que se agota solo en la protección de privilegios de los funcionarios del Instituto, aunque paguen el costo político de una estructura electoral que va a amparar a Morena.
Si no hay reforma electoral, Morena debería erigir monumentos de agradecimiento a Woldenberg, Córdova y Murayama.
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