La Crónica: SE AFIANZA LA FESTIVIDAD DE LOS SANTOS NIÑOS MÁRTIRES EN TLAXCALA.

Por David Chamorro Zarco.
El 23 de septiembre fue determinado por la iglesia católica para celebrar la fiesta en honor a los tres Santos Niños Mártires de Tlaxcala —Cristóbal, Antonio y Juan—, quienes son considerados los proto mártires de América, es decir, los primeros creyentes que ofrendaron su vida en defensa de los principios del cristianismo en la tercera década del siglo XVI, a menos de una década de la llegada de los europeos a Mesoamérica.
Se determinó que fuera ese día —23 de septiembre— pues en tal fecha en el año 1519, de acuerdo a la información consignada en las crónicas de la época, fue celebrada la primera misa en el territorio de Tlaxcala, al tiempo de presentarse la imagen de la Virgen María en estas tierras del Altiplano, traída por los propios españoles.
Hay que recordar que apenas unos años después de la caída de México – Tenochtitlan, arribaron a estas tierras continentales los primeros religiosos con la misión de sentar las bases para la evangelización, concretamente en 1523, con Fray Pedro de Gante a la cabeza; apenas al año siguiente, en 1524, llegaron doce frailes más, encabezados por Fray Martín de Valencia quienes fueron la columna que sostuvo la difusión del cristianismo en el centro geográfico de lo que hoy conocemos como México.
Los franciscanos determinaron que la educación de los indígenas y de los niños en particular —y muy en especial de los hijos de los nobles indígenas— sería un factor decisivo para la implantación de las nuevas ideas y prácticas religiosas. De este modo, muchos niños comenzaron a formarse, no sólo en iniciación religiosa, sino en artes, oficios y ciencias liberales, teniendo oportunidad de aportar mucho trabajo a sus respectivas comunidades.
En la comunidad de Atlihuetzian, cuenta la historia que Acxotécatl Cocomitzin, el dirigente de la comunidad que tanto se había destacado en el ejército aliado para la toma de México – Tenochtitlan, por cuyo mérito el propio Hernán Cortés le entregara el estandarte al que se conoce popularmente como «La Conquistadora», en atención a su valor, destreza y liderazgo, tuvo que confiar a sus hijos a la escuela que los franciscanos instalaron en Tlaxcala.
El niño Cristóbal, hijo del propio Acxoténcatl, se destacó rápidamente por su inteligencia y su genuino interés por conocer y abrazar la religión cristiana, de suerte que de sus propios labios surgió la petición de recibir el bautismo. Del mismo modo, en su casa paterna, comenzó a hacer duras críticas em torno de los dioses y ritos que se practicaban, de acuerdo a la idea religiosa anterior. Su genuino amor por el cristianismo, llevó a Cristóbal a romper las imágenes de los dioses prehispánicos, lo que molestó en demasía su padre, quien le golpeó hasta causarle muy serias lesiones que, poco después, le causaron la muerte. Esto sucedió en 1527, a menos de diez años de la llegada de los europeos y apenas a un lustro de distancia de la caída de la capital mexica.
Es decir, el niño Cristóbal fue el primero en todo el continente americano, en ofrendar su vida por la promoción y defensa de la palabra de los Evangelios.
Los otros dos pequeños fueron Antonio y Juan, originarios de la comunidad de Tizatlán, quienes marcharon en 1529, en compañía de los primeros domínicos a propagar las labores de evangelización en la región de lo que hoy es el estado de Oaxaca. Sin embargo, no pudieron siquiera llegar a su destino, pues en una localidad que hoy corresponde al estado de Puebla, fueron asesinados por los lugareños al haberlos descubierto dañando las figuras de los ídolos prehispánicos.
Estos tres niños merecieron —acaso de manera tardía— el reconocimiento de la iglesia, primero siendo beatificados en 1990 y hasta 2016, recibiendo el honor de la canonización, es decir, el tratamiento de santos. Son ejemplo para la niñez y para la juventud y, ante todo, son la muestra de que la semilla de la evangelización dio muy buenos frutos en Tlaxcala, desde donde se inició, en una palabra, la proclamación del cristianismo en el llamado Nuevo Mundo.
Aunque siempre se ha recordado el sacrificio del niño Cristóbal, fue hasta hace unos treinta años, que la comunidad de Santa María Atlihuetzian, en el Municipio de Yauhquemehcan, comenzó a celebrar, cada vez con más fuerza, vistiéndose de gala con la celebración de los Santos Niños Mártires de Tlaxcala. Empero, hay que destacar que cada año que pasa, la conmemoración se hace más grande, con lo que se apunta a que Atlihuetzian, en muy poco tiempo alcance los niveles que tienen ahora los otros dos lugares de fe y devoción en Tlaxcala que son la Basílica de Nuestra Señora de Ocotlán en la ciudad de Tlaxcala y el Santuario de San Miguel Arcángel, en el Municipio de Nativitas.
Este año 2023, por ejemplo, la festividad dedicada a la comunidad infantil reunió a más de doce mil niñas y niños procedentes de diversos puntos de la Diócesis de Tlaxcala y hubo la particularidad de contar con la distinguida presencia del Nuncio Apostólico del Vaticano destacado en México, Monseñor Joseph Spiteri, en diversas celebraciones en Atlihuetzian, quien fue recibido a invitación del Rector del Seminario de Ocotlán y del Párroco de Santa María Atlihuetzian; por la presidente municipal María Anita Chamorro Badillo.
Hay que apuntar que el Nuncio Apostólico es el Embajador del Vaticano y representante personal del Papa Francisco en nuestro país, cuya presencia nunca se había tenido en la comunidad. Además, se contó con la presencia de Monseñor Julio César Salcedo Aquino, Obispo de la Diócesis de Tlaxcala.
Monseñor Spiteri tuvo oportunidad de estar unos minutos en la Ermita del Santo Niño Cristóbal, que es el lugar en donde hace casi quinientos años, este pequeño recibiera el martirio que le mereció el honor de los altares. A continuación, la comunidad acompañó a los religiosos en una procesión hacia las inmediaciones del ex convento franciscano de la localidad donde se celebró una misa solemne con la presencia de diversos sacerdotes y religiosas de diversas congregaciones, además de estudiantes del Seminario de Nuestra Señora de Ocotlán, integrantes del Grupo de Indias de Atlihuetzian, así como los fiscales y diversos integrantes de cofradías, organizaciones y los vecinos en general.
Ante miles de personas congregadas frente al majestuoso edificio del ex convento franciscano de Atlihuetzian, el Nuncio Apostólico reconoció la calidez y anfitriona de la gente de Tlaxcala a quienes felicitó por ser parte de una cultura con gran historia, costumbres, religiosidad y empuje en el trabajo. Llamó para que el recuerdo de los tres Niños Mártires de Tlaxcala sirva como ejemplo para procurar que cada persona sea mejor cada día.
Seguramente esta festividad seguirá creciendo y será un referente más de la grandeza de Santa María Atlihuetzian, una comunidad que crece todos los días, con vecinos llenos de deseo por el progreso, el trabajo y la unidad.

Noticias

Síguenos en redes