Disimulada siempre, al menos en el discurso presidencial, entre la paja de la corrupción o las anacrónicas condenas al neoliberalismo, la condición económica fue finalmente definida: es una caída. Eso dice quien antes repetía, “vamos requetebién”.
El sábado por la noche, cuando en un discurso analítico, explicativo, educativo, reflexivo, desde el Palacio Nacional, el Señor Presidente nos dijo entre otras muchas e importantes cosas:
(Regeneración).- …Vamos a frenar, a detener, la caída de la economía, todo esto que se ha producido con la pandemia” del coronavirus, aseguró en un mensaje en redes sociales…
…Sí va a caer la economía, pero vamos rápido a mejorar la situación económica, es decir va a haber rápido un retorno a la normalidad económica, sobre todo al bienestar que es lo que más nos importa, a que seamos todos felices…
El retorno a la normalidad económica es una buena noticia para todos: volveremos, como oscuras golondrinas del subdesarrollo, a un país deprimido, con crecimiento del 0.05 por ciento, como ocurrió en 2019 y no a una patria en el subsuelo del -6 o -7 por ciento como pronostican los más optimistas. A eso se le llama frenar la caída.
Con todas sus letras, el siempre optimista presidente de la República nos dice, “nos vamos a levantar con celeridad y prontitud porque al final del túnel ya vemos la luz”. Esto de la luz y el túnel yo lo vengo oyendo, con idéntica intención, desde los tiempos de Echeverría.
Al demonio de San Jerónimo de quien muchos hacían befa y se burlaban de sus errores, le aplicaban el chiste simplón: esa luz al fondo no es la salida, es el faro de un tren en sentido contrario. Y viene a embestirnos. Y sucedió.
Ahora no va a ocurrir esa colisión contra ningún tren, no lo vaya usted a creer. Hoy estamos protegidos y asegurados por la intrínseca moralidad del gobierno cuyo adecuado ejercicio del poder y la administración, nos va a sacar del Tercer Mundo echeverrista y llevar a la Cuarta Transformación Nacional, fase superior en la evolución de nuestra patria.
Pero mientras termina la caída y viene el “levantón”, es notable la existencia en la prédica presidencial —por primera vez— del “otro” México, el del 30 por ciento, cuya proporción nos lleva a un segundo hallazgo: la pobreza en México (o, al menos, la necesidad) no es del 45 ni del 50, ni del sesenta por ciento: es del setenta.
Cuando el pérfido neoliberalismo aún gobernaba estas tierras, hubo una gran discusión por la manera de medir la pobreza. Llevamos años midiéndola, hablando de ella, trayéndola como lema de campaña y siglos sin remediarla.
Pero en fin.
La polémica se dio, por la forma de medir las cosas. Algo así como el “modelo Centinela” de la miseria. A fin de cuentas, como todo esto de la estadística, puro rollo.
Así explicaban:
“…El Módulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS) de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) es la fuente primaria de información que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) utiliza para la medición de la pobreza multidimensional en México. En el 2015, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) acordó con el CONEVAL que el levantamiento del MCS se realizara por primera vez como una encuesta independiente.
“En julio del 2016, el INEGI dio a conocer los resultados del MCS 2015, y los niveles de ingreso que se registraron fueron mayores de lo esperado…. De forma importante, se detectó que el ingreso trimestral se incrementó considerablemente en cada decil de la distribución…”, pero nones.
Ahora, cuando todo es diferente, ya no se necesita todo ese rollo. Ya nos lo dijo el Señor Presidente:
“ (op. cit.) …AMLO expuso que el 70 por ciento de la población, partiendo de una base piramidal, es pobre, por lo que en una primera etapa serán los beneficiados con los apoyos económicos y de Bienestar. En el primer punto (del programa anunciado el sábado el cual no por ser el enésimo deja de ser importante), destacó que su gobierno no tolerará actos de corrupción e impunidad.
“Además abundó, se garantizará que haya piso parejo a cualquier empresario que quiera realizar algún negocio… y …. una generación amplísima de empleos gracias a las obras de infraestructura…”
Pero lo chido, chido, es la anticipación del Temec. Ése si es tratado, no como el engendro neoliberal salinista llamado TLC.