Sesenta años del primer viaje de un ser humano al espacio

Redacción

El 12 de Abril de 2021, se cumplieron 60 años del primer viaje de un ser humano al espacio. El primer astronauta de la humanidad, el ruso Yuri Gagarin, viajó a una velocidad más rápida que la experimentada por cualquier otra persona hasta entonces. Se adentró en un entorno en el que ningún ser humano, desde que surgió nuestra especie, había estado. Ascendió al firmamento, por milenios considerado morada de dioses y lugar inalcanzable para los mortales. Y vivió una experiencia sobre la que, hasta su viaje, planeaban dudas referentes a si el Ser Humano estaba psicológicamente capacitado para soportarla sin enloquecer. Pero quizá lo más notable de su viaje en solitario a bordo de la Vostok-1 fue que lo convirtió en el primer humano que entendió por experiencia propia, a través de lo que veían sus ojos, el concepto de la Tierra como un todo global, independiente de las fronteras entre naciones. Fue Gagarin quien popularizó la descripción de la Tierra como un “planeta azul”, al ser el primero en verla por sí mismo desde el espacio y por lo mucho que le llamó la atención esa tonalidad dominante.

Yuri Alexeyevich Gagarin nació el 9 de Marzo de 1934. Su padre era carpintero. Su madre realizaba tareas agrícolas y era muy aficionada a la lectura. Yuri solía ayudar a ambos en sus respectivas labores. La familia llevaba una vida corriente, como la de tantas otras, interrumpida sólo por la invasión de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Terminada su formación escolar básica, Yuri se especializó en la rama de ingeniería de fundición.

A los veinte años de edad, llevado por su afición a volar, empezó a recibir lecciones de vuelo en un aeroclub. Habiendo logrado magníficas calificaciones aquí, pasó a continuación a una academia de pilotos, e inició su formación militar aérea, la cual le permitió aumentar su experiencia de vuelo. Dos años después de graduarse con honores en la Academia de la Fuerza Aérea Soviética, logró ser seleccionado entre los candidatos a cosmonauta, y comenzó a entrenarse dentro del primer grupo de astronautas del programa espacial ruso. De ese primer grupo, bastantes acabarían viajando al espacio, como por ejemplo Gherman Titov, Vladimir Komarov, Alexei Leonov, y Viktor Gorbatko, a quien conocí personalmente hace años.

Sergei Korolev, uno de los padres de la astronáutica y principal impulsor científico de los primeros vuelos espaciales tripulados rusos, entre otros proyectos, tenía en mente para la cápsula de descenso de la primera nave espacial tripulada un diseño cónico, que permitiera una cierta capacidad de maniobra durante el regreso a la atmósfera terrestre, y un plan de vuelo que finalizase en un amerizaje. Sin embargo, por imposiciones políticas de Nikita Khrushchev, el máximo dirigente de la URSS en aquella época, quien prefería, entre otras cosas, que la nave aterrizase en suelo nacional, Korolev tuvo que decantarse finalmente por un diseño esférico para la cápsula. Esta aterrizaría en territorio soviético pero el descenso acarrearía una desaceleración más brusca y un aterrizaje bastante rudo.

De entre los cosmonautas que se estaban entrenando para ese primer vuelo, se acabó escogiendo a Gagarin, por considerársele el mejor preparado para el reto, y también porque se vio en él un liderazgo, una inteligencia, un carisma y una personalidad idóneos para el papel de héroe y leyenda viviente que le reservaba la historia al sujeto que consiguiera la proeza del primer viaje espacial tripulado.

En realidad, Korolev, al igual que Wernher von Braun, su homólogo y contrincante por parte estadounidense en la carrera espacial, habría querido volar él mismo al espacio. Pero la dureza del vuelo exigía a sujetos en una forma física perfecta, equiparable a la de atletas de élite, y también con nervios de acero y suficiente experiencia de vuelo en aviones de combate (por las maniobras extremas realizables en tales aeronaves), ya que la aceleración del despegue y la del descenso llegaban a equivaler a cargas del orden de diez veces la fuerza de la gravedad terrestre. Por otra parte, se consideraba que esos padres de la astronáutica resultaban mucho más útiles en su papel de diseñadores que en el de pilotos o pasajeros.

Ningún ser humano había viajado al espacio, y aunque las pruebas con animales indicaban que no había riesgos físicos serios si los vuelos se realizaban del modo adecuado, existían fuertes dudas acerca del impacto psicológico que podía tener en un ser humano salir fuera del planeta. Pese al entrenamiento como pilotos militares de Gagarin y sus colegas, la experiencia que les aguardaba allá arriba podía ser más perturbadora que un combate aéreo.

Ante el temor de que el primer humano que viajase al espacio se alterara tanto que cometiera errores de pilotaje que le acabasen matando, se optó por la automatización del vuelo. En previsión de que una avería obligase a Gagarin a tomar el control manual de la nave, las instrucciones para hacer que el sistema de control pasara de automático a manual fueron colocadas en un sobre cuya ubicación sólo se revelaría si surgía esa necesidad.

El 12 de Abril de 1961, antes de que amaneciera, se pusieron en marcha Yuri Gagarin y su suplente Gherman Titov (movilizado también a fin de poder ocupar el puesto de Gagarin si este enfermaba de repente o le ocurría algún otro percance poco antes del vuelo). Tal como era típico de la época soviética, el día del vuelo no había sido anunciado públicamente, y los preparativos de los días previos se habían hecho en secreto, si bien los servicios de inteligencia estadounidenses dedujeron poco antes que los rusos estaban a punto de enviar un hombre al espacio.

Se llevó a los dos astronautas a la rampa de lanzamiento donde aguardaba la primera nave espacial que llevaría a bordo a un ser humano. Gagarin, con su traje espacial puesto, se acomodó dentro de la nave, se efectuaron diversas comprobaciones y ajustes, y cuando todo estuvo correcto la Vostok-1 se elevó rumbo al espacio.

Una vez allí, Yuri experimentó la ingravidez verdadera, y pudo contemplar el espacio y la Tierra a través de la ventanilla de la nave. Su vuelo duró 108 minutos, en los que dio una vuelta completa alrededor de la Tierra a una velocidad típica de más de 27.000 kilómetros por hora. La máxima altitud que alcanzó en su trayecto fue de 327 kilómetros. En sus contactos con el centro de control de vuelo, explicó lo que veía y notaba. También bebió agua y comió un poco. De lo que vio allá arriba, lo que más le impresionó fue la belleza de la Tierra desde el espacio, sobre la que hizo detalladas descripciones.

Durante la reentrada a la atmósfera terrestre, el intenso calor generado por el roce atmosférico generó una nube de plasma en torno a la cápsula de descenso, que imposibilitó toda comunicación temporalmente. Este fenómeno es típico de los viajes espaciales.

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