Redacción
Se cree que el agua y las sustancias orgánicas necesarias para el inicio de la vida en la Tierra fueron el resultado del impacto de un cometa o asteroide en el planeta. En sucesivas investigaciones, la comunidad científica ha ido descubriendo minerales y sustancias orgánicas extraterrestres que experimentaron una alteración hídrica (cuando los minerales del interior de una roca cambian como resultado de una reacción química entre la roca y el agua) en los meteoritos de los que provienen, lo que demuestra que en su día esos meteoritos y los asteroides con su mismo origen contuvieron agua.
Sin embargo, es necesaria una fuente de calor para las reacciones químicas que provocan la alteración hídrica y la formación de sólidos orgánicos en el interior de los asteroides.
Una fuente de calor suficientemente potente es el calentamiento por la desintegración radiactiva del aluminio-26, un isótopo radiactivo de vida corta que puede encontrarse dentro de algunas rocas. Sin embargo, se considera que el calentamiento radiactivo que provocó la alteración hídrica en astros a los que una colisión fragmentó en trozos que pasaron a ser asteroides solo pudo ocurrir al principio de la historia del sistema solar, debido al corto periodo de semidesintegración del aluminio-26 (720.000 años).
En los últimos años, ha empezado a ganar atención la teoría de que el calor generado por el impacto de un pequeño cuerpo celeste contra un asteroide podría ser también una fuente de calor viable. Sin embargo, se desconocía cuánto calor se genera en función de las características del cuerpo celeste (tamaño, densidad, velocidad de impacto…) y cuán lejos dentro del asteroide se transmite este calor. Hasta ahora, no ha habido estudios que hayan investigado experimentalmente este proceso de generación y propagación del calor para determinar si sería posible la alteración hídrica y la formación de sustancias orgánicas. El nuevo estudio es el primero de su clase.
El equipo de Minami Yasui, de la Universidad de Kobe en Japón, ha demostrado que el calor generado por el impacto de un pequeño cuerpo celeste podría permitir la alteración hídrica y la formación de sólidos orgánicos en la superficie de un asteroide.
Para ello, primero realizaron experimentos de craterización por impacto a alta velocidad contra un material similar al de un asteroide y midieron la distribución del calor tras el impacto alrededor del cráter resultante. A partir de estos resultados, han determinado en líneas generales la temperatura máxima y la duración del calentamiento, y han desarrollado un modelo de conducción de calor a partir de ello.
Los resultados de la investigación se han publicado en la revista académica Communications Earth and Environment, bajo el título “Impacts may provide heat for aqueous alteration and organic solid formation on asteroid parent bodies”.
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