Si las ideas y la razón son antónimos de salvajismo animal en una sociedad humana, el caso de la escritora e intelectual Guadalupe Loaeza forma parte de la impotencia de la inteligencia: las imágenes hechas públicas por ella donde aparece apuñalando una piñata del presidente Donald Trump constituyen un caso para la psiquiatría social como un ejemplo de la personalidad fascistoide de la violencia como arma de la razón.
Es decir, Loaeza, en el fondo, es una trumpista psicológica; es decir, comparte con el presidente Trump toda la psicología del autoritarismo, la exclusión, la negación del otro y sobre todo la violencia como sucedáneo de la inteligencia.
El video muestra un acto de odio, no de crítica. La forma en que ella toma el cuchillo, la manera en que usa la fuerza para hundirlo en el cuerpo de la piñata y la satisfacción por el acto criminal simbólico es la evidencia del fracaso de la razón, de la inteligencia y del debate.
No hay diferencia entre el odio criminal de una intelectual que debe usar la razón y la inteligencia y los supremacistas nazis de Charlottesville, Virginia, que atacaron a liberales socialistas la semana pasada. Hay un común denominador en los impulsos de violencia que sustituyen la razón, las ideas, el pensamiento, la reflexión.
Lo más grave fue la forma en que ese video se convirtió en una clarísima incitación al magnicidio; al ser piñata, se hubieran entendido los golpes con palos de escoba que se usan en fiestas mexicanas para romper la piñata y dispersar frutas y dulces; sin embargo, el uso de un cuchillo para apuñalar la Trump-piñata tuvo un significado de violencia criminal política.
Lo peor sería disculpar a una intelectual que promueve la violencia criminal como sucedáneo del debate de las ideas; al usar esa violencia, en el fondo se sustituye la inteligencia: se trata, entonces, de anular al otro, al adversario de ideas, de liquidarlo en términos de aplastamiento físico, eludiendo la inteligencia como campo de batalla de argumentaciones, radicales, si se quiere, pero por medio de la razón.
El simbolismo del acto de Guadalupe Loaeza no tiene que interpretarse mucho: como el otro no la convence, como Trump ha ofendido a los mexicanos, entonces no hay que debatirlo con las ideas de la razón sino hay que asesinarlo. Lo malo, sin embargo, es que Guadalupe Loaeza no es una militante radical, su nacionalismo convenenciero se observa en sus obsesiones francesas y obras literarias y su forma de confrontar su pasado social a través de la burla al mundo de las “niñas bien” de donde salió tiene que ver con sus comportamientos políticos: la negación de sí misma.
La sustitución de la pluma por el cuchillo es un claro indicio de la impotencia de la razón, y la violencia como razón única de esa impotencia para convencer; es decir, el fascismo como negación de la inteligencia, de nuevo la ley de la selva del más fuerte. Ahí, en el fracaso de la razón, es donde se hermanan Guadalupe Loaeza y los grupos fascistoides supremacistas que usan la fuerza como razón.
Una cosa es que Guadalupe Loaeza esté furiosa contra Trump y quiera asumir la defensa de todos los mexicanos y otra que sustituya la inteligencia por la violencia. Al final, su acto fue un ejemplo de la ininteligencia que señalaba Aristóteles en Etica a Nicómaco.
Política para dummies: La política en la sociedad debe ser el reino de la razón, no la selva de las pasiones de la impotencia.
Sólo para sus ojos:
- Se equivoca López Obradoral usar encuestas para definir la candidatura de Morena a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. La encuesta retrata el instante, pues hay evidencias de que encuestados tardan minutos en cambiar de parecer. Pero al final de cuentas, la encuesta es una forma de disfrazar el dedazo.
- Y en la CdMx puede darse una ruptura entre López Obradory Marcelo Ebrard porque el tabasqueño excluyó sin miramientos al ebradista Mario Delgado. Este detalle puede retrasar el regreso de Ebrard a la vida política mexicana, porque esperaba alguna buena posición de poder vía Morena. Pero dicen que López Obrador tiene claro que Ebrard está manchado por sospechas de corrupción. Bueno, así se llevan entre morenistas.
- Dicen en los pasillos de poder que la prisa por citar al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, es más bien una maniobra de protección que de acusaciones concretas de corrupción. La cita se da cuando no hay todos los elementos acusatorios. Es decir, quieren curarlo en salud y exonerarlo antes de acusarlo.