Joe Biden inspeccionó el domingo un transitado puerto de entrada en la frontera entre Estados Unidos y México, en su primer viaje a la región en dos años que lleva en el cargo y luego de que los republicanos lo criticaron por ser blando con la seguridad fronteriza mientras el número de migrantes que cruzan se ha disparado.
Biden observaba mientras los agentes fronterizos del El Paso le mostraban cómo revisan vehículos en busca de drogas, dinero u otros artículos de contrabando. En una señal de fuertes tensiones políticas en torno a la inmigración, el gobernador republicano Greg Abbott entregó a Biden una carta a su llegada en la que exponía que el “caos” en la frontera era “resultado directo” de la incapacidad del presidente para hacer cumplir las leyes federales.
El presidente se reunió con funcionarios fronterizos para discutir la migración, así como el aumento del tráfico de fentanilo y otros opioides sintéticos, que están provocando un aumento vertiginoso de sobredosis en Estados Unidos.
Biden visitará el Centro de Servicios para Migrantes, en El Paso, y se reunirá con organizaciones sin fines de lucro y grupos religiosos que apoyan a los inmigrantes que llegan. No está claro si Biden hablará con algún migrante.
El anuncio de Biden sobre la seguridad fronteriza y su visita a la frontera pretenden en parte sofocar el bullicio político y atenuar el impacto de las próximas investigaciones sobre inmigración prometidas por los representantes republicanos. Pero cualquier solución duradera requerirá la intervención del Congreso, el cual está fuertemente dividido y donde en los últimos años han fracasado múltiples intentos de promulgar cambios radicales.