LA INGENUA INDIGNACIÓN

Durante años hemos vivido en el maravilloso espectáculo de las frases cuya sonoridad supera a su contenido.

La patria es primero, va mi espada en prenda, la marcha al mar, arriba y adelante, la solución somos todos, una patria ordenada (¿ordeñada?) y generosa; un México para todos, Primero los pobres, presidencialismo autoritario,  democracia sin  adjetivos, fraude patriótico, caída del sistema, reforma del Estadio, alternancia, democracia…

En esas condiciones nos han vendido, como milagros exclusivos, todo tipo de aventuras políticas disfrazadas de promesas verbales o con promesas verbales, para ser más exacto.

Vivimos en un mundo donde la fraseología sustituye a la ideología.

De esto último estamos ayunos. No tuvo ideología el porfirismo y dígase cuanto se quiera tampoco la Revolución Mexicana. Ni de la Independencia hablemos.

La bienhechora “Revolufia”, fue una lucha entre caudillos y caciques, de ejércitos enfrentados unos a otros y una matazón  de canallas a quienes con el tiempo se les alzaron monumentos horrorosos. La única ideología, medianamente presentable fue el zapatismo. Y en tiempos más recientes, el nacionalismo cardenista; con sus asegunes.

Pero toda política requiere un  ropaje. Si por política entendemos el conjunto de acciones para hacer posibles las ambiciones, no se puede salir a la calle con la desnudez de la codicia. Por eso se inventan frases, mantos de supuestas ideas las cuales pueden ser tan poéticamente maravillosas como decir: vamos a cambiar a México desde abajo. Una maravilla. Lástima de su vacío.

En ese sentido la conformación de los nuevos bloques electorales (los tres partidos grandes van en alianzas),  coaliciones o como terminen siendo, ha dado lugar a muchos lamentos.

¿Cómo ha sido posible el amasiato entre la izquierda y la derecha? Pues lo ha sido desde mucho tiempo, siempre bajo la invocación de un frente común contra el autoritarismo (otra frase), el presidencialismo de quienes buscan la presidencia o la invocación siempre útil, en todo momento y para cualquier circunstancia,  de la palabra democracia.

Pero los lamentos han llegado a tonos insospechados cuando se expiden actas de defunción para partidos cuya conducta antidemocrática, supuestamente, los coloca en el terreno ya no de la herejía sino de la extinción moral (no deja de ser un  oxímoron hablar de ética en la política).

He leído dos textos en días recientes cuyo contenido llama la atención. No por sus dichos, sino por analizar con profunda  con  seriedad, por parte de sus autores, algo carente de ella desde hace mucho tiempo. Creer en la actualidad mexicana en una izquierda real (heredera al menos en el registro electoral del Partido Comunista); es una nostalgia conmovedora.

Y rezar un responso por la muerte del Partido Acción Nacional, como si de verdad hubiera sido una catedral del pensamiento,  y no un  refugio de mochilones oportunistas de toda la vida, es darle demasiado crédito a las leyendas y a las frases.

Esto se dijo del PAN:

(JSHM).-“… Anaya y sus promotores se llenan la boca con la palabra democracia pero no se atreven a practicarla. Nunca estuvieron dispuestos a correr el riesgo de perder. Es decir, nunca creyeron en la vía democrática. ¿Alguien podría señalar una diferencia entre el destape de Meade y la autoproclamación de Anaya? ¿Hay alguna diferencia entre la apropiación que Anaya hizo del PAN y lo que hace el dueño de MORENA con su criatura? ¿Se atreverían los frentistas a denunciar la antidemocracia del PRI después del espectáculo de estas semanas en donde los caciques de los partidos se reparten posiciones exhibiendo el más grotesco patrimonialismo? Por fortuna han renunciado a la farsa de llamarse frente “ciudadano.”

“… Si digo (del PAN) que fue un referente liberal fue por su apuesta institucional, por su defensa práctica de los derechos, por su denuncia jurídica del autoritarismo, por el esmero con el que construyó su propia estructura, por el debate que siempre mantuvo a su interior. Fue una brújula liberal, sobre todo, por su anti caudillismo. Antes del secuestro de Anaya, el PAN era uno de los pocos territorios del debate intenso, público y, en general razonado. Ese partido murió ayer”.

Y en cuanto a la izquierda (JA):

“…La coalición llamada “¨Por México al Frente” emerge del engaño que por meses los tres firmantes del convenio practicaron sin rubor alguno. De las dos etapas que conducirían a la definición del método para seleccionar candidato presidencial, nadie se acordó el viernes pasado cuando en tropel acudieron a entregar el pliego de mortaja de la izquierda… lo que han hecho los jefes de las tribus perredistas es no solo una rendición sino también una traición a la izquierda socialista…”

La doliente prosa de estos dos analistas, personas de alta cultura ambos, observadores inteligentes de la realidad nacional, nos deja un sabor amargo porque no es posible tomarse tan en serio algo inexistente: la ideología de los partidos políticos, tan iguales, tan vacíos, tan llenos de palabrería hueca; tan ajena al compromiso, a la congruencia (quizá en el vacío siempre se es congruente). Prácticos, pragmáticos,  oportunistas. Todos.

El sollozar de tus mitologías, habría dicho López Velarde si hubiera leído “Reforma”.

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