La Unión Europea trató este martes de revitalizar la ambición de seis estados balcánicos de formar parte del bloque y reclamar la región como propia en medio de la creciente influencia rusa y china, estableciendo el 2025 como un objetivo para que Serbia y Montenegro se unan.
Buscando dar nuevo aire a la UE mientras Reino Unido se prepara para su salida, la Comisión Europea estableció una estrategia para atraer a las naciones de los Balcanes occidentales si cumplen las reformas requeridas, lo que marca un cambio después de años con decreciente interés.
“Si los países están dispuestos, entonces es posible, pero es ambicioso”, dijo en Bruselas Johannes Hahn, comisario europeo para la ampliación, antes de presentar el plan en el Parlamento Europeo en Estrasburgo.
“No repetiremos los errores del pasado”, explicó a los periodistas, en una disimulada referencia a lo que la mayoría de los políticos de la UE creen que fue la entrada apresurada de Rumanía y Bulgaria en 2007 y la emigración mal gestionada de los trabajadores de Europa oriental hacia Reino Unido, que puso a muchos británicos en contra del proyecto europeo.
La crisis de la eurozona en 2009-2013, el creciente “euroescepticismo” y el cansancio de los ciudadanos hacia la UE con la ampliación parecieron haber disminuido las esperanzas de los Balcanes. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, había minimizado las posibilidades de ampliación al comienzo de su mandato de cinco años en 2014.
Macedonia es país candidato a ingresar a la UE desde 2005, pero surgieron dudas sobre si llegará a unirse en algún momento. Montenegro, donde Rusia está acusada de respaldar un golpe de estado fallido, también es aspirante desde 2010.
Serbia, donde los medios de comunicación rusos son una fuente de noticias cada vez mayor, es candidata desde 2012 y Albania obtuvo el estatus de país candidato en 2014. Pero en un cambio de tono, altos funcionarios de la UE ahora insisten en que la única opción es que estos países se unan al bloque económico.
Mientras tanto, las inversiones chinas en la región, aunque bien recibidas por los Gobiernos, se ven como una amenaza a los estándares de la Unión Europea porque no contienen los mismos requisitos estrictos que la ayuda del bloque.