Los grandes medios de comunicación escritos en los EE.UU. han sido mecanismos de reforzamiento de los valores imperiales de dominación. La publicación de los Papeles del Pentágono y Watergate en el Post y las revelaciones contra la CIA en el NYT fueron motivadas por el afán de exclusivas, pero sin analizarlas en el escenario de actividades imperiales de dominación geopolítica. Ninguna de las revelaciones ha disminuido el poder imperial de la Casa Blanca.
Watergate se terminó con la renuncia de Nixon, aunque los poderes oscuros del presidente y de la Casa Blanca siguen latentes. El NYT fue clave en la difusión del argumento de Bush Jr. sobre el mito las armas de destrucción masiva. Y el Post cayó en una declinación de su temática critica hasta llegar a su venta al multimillonario Jeff Bezos –de Amazon– por escasos 250 millones de pesos, más o menos lo que costó el nuevo edificio del NYT en la 8ª Avenida de Manhattan. El NYT tuvo que acudir a un préstamo del multimillonario mexicano Carlos Slim para financiar su nuevo edificio.
Los dos grandes diarios forman parte del establishment liberal del sistema político estadunidense. Es decir, participan del juego ideológico dentro del sistema. Sus críticas nunca han cuestionado los comportamientos imperiales de la Casa Blanca, sino sólo han pedido menos costos sociales internos. El Post vivía de la publicidad y la circulación y algunos otros pequeños negocios editoriales, en tanto que el NYT encontró su nicho en la Bolsa de Valores de Nueva York. Es decir, los dos están articulados a los intereses del capitalismo estadunidense. El que más ha padecido ese capitalismo es el NYT. Luego de alcanzar en 2002 un techo de 50 dólares por acción en la Bolsa, la crisis de 2009 la llevó al sótano de 4 dólares; y en nueve años apenas ha logrado llegar a 22 dólares al comenzar 2018.
En este contexto, los dos grandes diarios viven-sobreviven de la dinámica del capitalismo: vender para ganar. En ambos casos, los dos diarios responden para vivir a los apoyos de sus inversionistas. De ahí que estén siempre buscando incidir en la realidad para obtener utilidades. Sus recientes confrontaciones con Donald Trump han sido potenciadas como valor social para aumentar ingresos vía suscripciones.
Pero sus papeles en el juego de equilibrios políticos dentro del sistema estadunidense los han llevado a situaciones de modificar criterios editoriales violentando sus propios parámetros éticos. El pasado martes 30, el Post modificó su portada por presiones de sus intereses liberales: primero circuló un titular principal en la edición impresa que destacaba la conciliación bipartidista, pero mensajes de sus lectores liberales lo obligaron a cambiar el tono por uno menos intencionado: “una nueva era”. Y el jueves también ante el azoro de sus seguidores liberales, el NYT se vio forzado a darle una página a cartas de lectores partidarios de Trump porque su inclinación anti Trump estaba violando sus equilibrios éticos. Los temores a perder suscriptores y anunciantes no liberales incidieron en sus equilibrios editoriales.
El establishment ideológico en los EE.UU. tiene un escenario bastante curioso: una polarización light, para decir lo menos, o una diferenciación ideológica en función de políticas sociales. Pero ninguna de estas posiciones modifica los objetivos imperiales de dominación y exacción. La crítica liberal a Vietnam se dio sin poner en duda el enfoque imperial, sino buscando aminorar los costos sociales.Las políticas imperiales de los republicanos Reagan y Bush fueron las mismas de los demócratas Kennedy, Clinton y Obama. Las críticas liberales al racismo de Trump no exigen ajuste de cuentas con el pasado sangriento de la conquista estadunidense del territorio con 10 millones de indios muertos y la forma en que le arrebató a México la mitad de su territorio. La segunda enmienda para la propiedad de armas fue producto de ese espíritu imperial; los liberales no quieren regresar lo conquistado, sino que sus hijos no tengan acceso a armas que maten a hijos de otros o a sus propios hijos. El punto clave de la libertad de armas tiene que ver con el hecho de que la industria armamentista es clave en el capitalismo.
Las historias de los Papeles del Pentágono, Watergate y el espionaje masivo contra estadunidenses han sido mitificadas por los propios medios como una forma de construir puntos autorreferenciales sociales. Hasta ahora se sabe que Mark Felt usó a Woodward-Bernstein-Post para sus intereses mezquinos de resentimiento, que la revelación de los Papeles del Pentágono se agotó en la ruptura del sello secreto de documentos que iban más allá de los errores y mentiras y que ilustraban el sentido imperial de la guerra en Vietnam y que la lucha de Risen fue en solitario porque sus editores y la propia prensa lo abandonaron en su resistencia contra la presión de la Casa Blanca para que el NYT se autocensurara.
En el fondo, el marco de referencia de la política imperial de dominación se define internamente como seguridad nacional: la defensa de los intereses y modo de vida. La crítica de los liberales no llega a tanta profundidad. El NYT, por ejemplo, tendría limitaciones éticas si critica el capitalismo codicioso que le da al 1% de los más ricos estadunidenses casi tres cuartas partes de la riqueza porque tendría que criticar los sistemas de apropiacióncapitalista como la Bolsa de Valores donde el NYTcotiza todos los días con las reglas de la depredación especulativa. Y ahora el Post no puede criticar al empresariado explotados de la clase trabajadora porque su dueño es Amazon, la empresa por excelencia en materia de sumisión laboral.
Y los dos medios forman parte del establishment capitalista formado por intereses conservadores y liberales.