Los gobiernos recientes aquí asentados, en seguimiento de la tradición del mundo centralizado e imperial de los mexicas, aplauden la memoria de una falsa fundación de Tenochtitlan, pero se olvidan del nacimiento de esta eterna capital. Prefieren hablar de los antepasados, derrotados, vencidos o rendidos, como Cuauhtémoc, y olvidarse de la verdadera semilla del México contemporáneo.