BAILAR EL TONGO, REPETIR EL RITO

Pues si, uno se de cuenta de lo inmóvil de la vida política, de la única forma de hacer la propaganda, de ese imperio de banderas y cachuchas dispersadas de acuerdo con una muy elemental y exlcusiva forma de la munificencia, esa manera a veces aleve y otras francamente deshonesta de movilizar a los señores y las señoras, muchas señoras, desde sus confines tlalpeños o iztapalapenses para venir a lo único para lo cual sirven las multitudes, para construir multitudes en cuyo aprecio aparente se sustenten los actos devotos hacia el político benefactor.

La torta, el refresco, el boing; la bolsa de agua, el popote sucio; la camiseta con un lema desvalido, la playera, “cinco años de hechos; no de política”, bravo, bravo; pero no es eso nada nuevo, n i siquiera resultaría condenable, son los usos y costumbres de la herencia priista renovada y mejorada en sentido inverso por los miles y miles de derechohabientes de todos los programas “sociales” habidos y por haber, los cuales son.-.como tofos sabemos— formas anticipadas de compra los votos antes de las elecciones.

Los pobres son negocio y presencia perdurable en el alimento de la urna. Voto, luego existo y existo para ser beneficiario de algo, viva el beneficio.

Por eso un amigo se encuentra con Ricardo Rocha, el director del Canal de la Asamblea Legislativa (usted, sabe, la ALCDMX, tiene un canal de TV), y le dice de buenas a primeras: la izquierda logró en esta ciudad lo imposible para Carlos Marx, Lenin y Trotsky: instauraron la dictadura del proletariado.

Y esa afirmación deriva, quien sabe como a terrenos de mayor importancia.

–¿A poco tu crees en el tongo de la pelea del Canelo?

–A poco tu no. Salieron a fingir el pleito, tanto como algunas mujeres enojadas fingen el orgasmo. Si cada uno recibió de veras cuatro o cinco golpes serios en toda la pelea, fue mucho.

–Es que tu extrañas al “Alacrán”  Torres, de esos casi moribundos en el round 15.

–Pues sí, como extraño a Mantequilla Nápoles o a Carlos Monzón. ¿Te imaginas a Monzón con estos? los hace chimichurri para  su asado.

–La divergencia ideológica de Rocha y su amigo termina con un  tercero quien les die, bueno, bueno, cuando sea la pela de desempate, los espero en mi casa y apostamos en serio. Y en eso quedan las cosas mientras dentro de la sala de plenos otro tongo se cocina o al menos otro tango.

El personaje no es, hasta antes de la llegada de el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera. El hombre cuya figura (no tan atlética como la del Canelo, es verdad) acapara las miradas es Ricardo Anaya, convertido en el “rockstar” del frente como se llame.

Ricardo, Don Ricardo, ahora, se mueve como una carpa en el estanque, saluda con excesiva cortesía a Cuauhtémoc Cárdenas quien tiene todo su empaque de gran  símbolo de una izquierda cuyas aspiraciones iban para más, no para terminar aliada con la derecha, mala heredera del Pensamiento Social de la Iglesia Católica, a la cual ya ni siquiera le guardan respeto. Pero en fin. Como en el juego de esos imanes, o en el tongo, o en el tango, los opuestos se atraen.

Y por eso camina Ricardo con Alejandra Barrales y con  Dante delgado y en algún momento se les agrupa para la foto, para una de las miles de fotos del día, en este mundo fotografiable y a vc4eces incomprensible, Luis Castro, el dirigente del Partido Nueva Alianza.

Alianzas, frentes, empates inverosímiles, concordia de conveniencia obligada,  espaldas blindadas para el inevitable tajo de la faca, de la daga, del puñal.

–Pues sí, dijo el viernes pasado en la televisión el jefe del Gobierno capitalino: juntos hasta que el candidato nos separe.

Hoy lo más importante del informe ya ha sido informado. Miguel Ángel Mancera, tras las huellas de Cuauhtémoc , Andrés Manuel y en  cierto modo, Marcelo, se va del puesto por el cual tanto lucho hace cinco años y deja interinamente a Patricia Mercado, como CCS dejó a Rosario Robles a quien nada mal le ha ido después.

Es la costumbre de la democracia de izquierda en la capital del país: usar el Zócalo de trampolín y por lo general caer afuera de la alberca. Nadie ha logrado llegar del gobierno capitalino a la jefatura del Estado.

No lo lograron, Puig, ni Aarón Sáenz, ni Casas Alemán, ni Uruchurtu ni Corona del Rosal, ni Martínez Domínguez, ni los “demócratas” de la licencia al quinto año, ni Carlos Hank, ni el Grupo Atlacomulco.

Esa silla tiene una maldición o una bendición, como se quiera ver.

Pero ayer Anaya se exhibía en la pasarela como una bailarina en sus mejores galas. Lleno de seguridad, pleno, con Alejandra y Dante como escoltas, hasta encontrarse de frente con Miguel Ángel Osorio Chong.

El abrazo parecía sincero. Tango y tongo.

 

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