LA MARIGUANA AVANZA

Durante muchos años, y con la base indudable de la experiencia directa, la mariguana fue considerada una droga riesgosa para la salud. No en los mismos términos del alcohol o de otras sustancias más nocivas aun, sino en su propia característica de estupefaciente (o estupidizante).

Por esa condición peligrosa estuvo durante años en el catálogo de las prohibiciones, pero con la irrupción de las modas políticamente correctas y la  suavidad de los juristas para despenalizarlo todo mientras más conductas punibles hay en la sociedad, la mariguana dejó de ser peligrosa.

La relación entre prohibición y riesgo se invirtió: si antes estaba ´prohibida por peligrosa; al tolerarse su consumo, transporte y producción (en orden inverso),  dejó de ser tóxica o nociva.

Y como en materia de drogas México es un mimetizado peón en el tablero de los Estados Unidos, cuando allá se liberalizó su consumo, aquí surgieron los defensores de la cannabis, siempre con la punta de lanza del uso medicinal de UNA de las 400 sustancias químicas presentes en la planta de doña Juanita, cuya aplicación tras complejos procesos de síntesis farmacéutica puede ayudar en los trastornos de la epilepsia infantil, le abrió la puerta a la importación amparada por la justifica y el descubrimiento el derecho humano de ponerse hasta el queque, pues la libertad comienza en uno y termina en uno mismo.

En la avalancha del oportunismo solamente hubo una voz discordante: la de Manuel Mondragón y Kalb quien actualmente ocupa la jefatura de la Comisión Nacional contra las Adicciones, cuya eficacia es tanta como para untarla al queso.

Afónico ha quedado Don Manuel de tanto gritar a los cuatro vientos lo riesgoso de esta liberalización, pero cuando se rehusó a mirar a su país coinvertido en un México de mariguanos (soy un perdido, soy un mariguano, decía el gran Porfirio Barba Jacob en los delirios de su agonía), la corrección política le echó encima la avalancha de un baño de lodo, bajo el cual lo quisieron sepultar:

“Cavernícola”, le dijeron cuan do menos. Y cuando más, otras cosas irrepetibles por decoro ante la pena ajena.

Manuel Mondragón ingreso anteayer por la tarde a la Academia Mexicana de Historia y Geografía, una institución paralela de la Universidad Nacional Autónoma de México. En un auditorio (Bernardo Quintana) del Palacio de Minería, el académico de reciente ingreso hizo una advertencia y ofreció un dato digno de ser tomado en cuenta:

La edad de inicio en el consumo lúdico (o inadvertido e irresponsable) de la mariguana, comienza a los doce o tres años y su incidencia en la población infantil se ha duplicado exactamente en los últimos cinco años, casi el mismo lapso de la embestida concertada de los gringos, las ONG´s, los políticamente correctos y la Suprema Corte de Justicia con su habitual ceguera social en favor de la liberalización de la droga.

Y si líneas arriba dije de la CONADIC, es como para untarle al queso, no se debe a la desidia ni del comisionado ni de sus colaboradores, quienes con un bajo presupuesto solamente pueden analizar y diagnosticar socialmente el creciente problema de las  adicciones en México, sobre todo en lo relativo a la vulnerable población infantil y juvenil.

Pero esos datos, suficientemente sustentadas para preocupar a cualquier gobierno, aquí pasan desapercibidas o desestimadas. A nadie le importa la solución del problema, es mejor disimularlo y negarle su condición de conflicto.

Este párrafo debería ponerle los pelos de punta a alguien, no sólo al lector:

“… en el año 2015 se registraron 3 mil 124 internamientos de jóvenes infractores (delincuentes juveniles en el lenguaje menos correcto), en los Consejos Tutelares para Menores (antes Correccionales o Tribunales) de las 32 entidades federativas del país.

“Entre ellos, 83.8 por ciento (2 mil 618), reportó consumir habitualmente alguna droga, incluyendo alcohol y tabaco. De estos, mil 862 refirieron la sustancia con la que iniciaron su consumo: en este grupo la mariguana fue la droga ilícita de inicio para 28.6 de los menores y la mayoría comenzó a consumirla entre los 10 y los 14 años de edad.”

El puente entre consumidores y delincuentes, es a veces muy corto. Comienzan con al “brownie” en los patios de la escuela y terminan como carne de pandilla. Y si son mujeres, la cosa se pone peor, pues se acogen (sin doble sentido) a normas de comportamiento cuya práctica desvirtúa las relaciones sexuales, en un país donde se ha disparado la incidencia del embarazo infantil y adolescente.

En fin, los correctos seguirán con sus campañas, la CONADIC con sus advertencias desatendidas, los “dealers” con su negocio, las niñas con sus gordas barrigas y muchos menores  poblando reclusorios tutelares, ahora; penitenciarios después.

Y Manuel Mondragón satisfecho de haber cumplido con  su deber aunque le digan Tru-cu-tru.

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