MÁS DE LO MISMO

Hace muchos años, cuando esta ciudad era gobernada desde un departamento administrativo cuyo jefe era designado por el presidente en turno; Luis Echeverría le confió la ciudad a un abogado de camioneros, Don Octavio Sentíes, quien tuvo discreción, bonhomía y buen trato.

Hasta donde se podía hizo un buen gobierno. Regularizó las invasiones desde la Procuraduría de Colonias Populares (lo cual fue una proeza del populismo revolucionario); hizo el Drenaje Profundo y construyó el Circuito Interior.

Pero Sentíes, a diferencia de su antecesor, Alfonso Martínez Domínguez, no tenía manejo político. Entonces optó por manejar los medios para sostener un gobierno. Y en ese empeño contó con el auxilio invariable e invaluable, de Amado Treviño, uno de los grandes en la historia de las oficinas de prensa y comunicación.

No había diario sin fotografías de Sentíes en una inauguración de cualquier cosa, una primera piedra de cualquier otra. En todas, el hombre bonachón de bigote recortado saludaba a la gente, besaba a un niño, se dejaba rodear por los comerciantes y los colonos. Y eso sin contar la legión de “opinócratas” favorables.

–Este Amado, decía un viejo maestro mientras miraba con displicencia de conocedor las fotografías de los diarios y las inserciones en la TV. En la cajuela del coche trae siempre a un niño con mocos y a una viejita con un ramo de flores. Y en cada etapa de las giras los saca y se los acerca al jefe para la foto”.

Hoy las cosas son iguales.

La aspirante a la jefatura de Gobierno de la CDMX, Alejandra Barrales, sale siempre en las fotografías con una niña en brazos. Niña con blusa de Toy Story. Vaquerita. Pero no la saca de la cajuela de su jefe de prensa, no; la saca de su casa, pues Máxima Barrales (ignoro el otro apellido), es la infanta más precoz en la historia de las campañas políticas.

No se si alguna de las furibundas defensoras de los derechos de la infancia, como abundan en Morena y otros campos propicios para la demagogia de los DH, pueda acusar a Barrales de maltrato o inobservancia del interés superior de la niña, por llevar a su hijita a tantos mítines en los cuales a todo volumen se dicen tantas cosas ajenas a su interés y condición temprana, pero la verdad es una tortura (para cualquiera) andar entre templetes, y autobuses, discursos idiotas y apapachos falsos en favor de su señora madre, quien exhibe al fruto de sus entrañas con orgullo de madre, como sucede con miles de millones de mujeres con hijos.

O a lo mejor lo hace nada más para reforzar el anuncio de su “Salario Rosa”, versión CDMX, pues si Alfredo del Mazo regala plata a mujeres en situación de necesidad y compromiso, ella les regalará dinero (al fin no es suyo; el suyo está invertido en Miami) a las madres solteras.

“Alejandra Barrales, candidata por la coalición Por la Ciudad de México al Frente a la jefatura de Gobierno, prometió ante miles de mujeres implementar un programa que apoye a madres solteras con 2 mil 500 pesos mensuales.

“Cuando Barrales gane en la Ciudad de México, van a ganar todas las mujeres de esta ciudad y de eso me voy a encargar”, señaló la candidata de la alianza PAN-PRD y Movimiento Ciudadano…

“…De acuerdo con la candidata perredista, de ganar el gobierno de la Ciudad de México, pondrá en marcha el programa “Pa’ las jefas” (suena como “Yo mero”), el cual respaldará la economía de las jefas de familias con una transferencia mensual”.

Pero cuando ya las cosas rayan en lo peligroso es cuando Ricardo Anaya, candidato a la Presidencia por el mismo frente cuya estructura promueve a Barrales para la capital del país, se sube con ella al escenario y con todo y una guitarra, nos regala la gustada interpretación del bonito tema, “naranja, naranja”, entonado a varias voces y varias veces, por el niño Yuawi, quien se tira al ruedo a pesar de las deficiencias del audio.

Al menos eso dice la feliz crónica de Denisse Mendoza publicada aquí ayer:

“…Pero a pesar del infortunio, las mujeres invitadas gritaron y cantaron la canción a todo pulmón; cientos de celulares se alzaron para grabar el coro al unísono de “na na na na na”.

“A mi viejo le hubiera gustado verlo porque le gusta la canción, pero le voy a presumir”, comentó una mujer mientras lo grababa y empujaba a las demás para tener una buena toma.

Ya no sacan niños de la cajuela, ahora llevan a la unigénita y a Yuawi.