El día del Diablo

Partidazo en Kazán.

Brasil salió al campo con ganas de resolver el pendiente lo antes posible; no cayó el gol en dos intentos serios en puerta belga. Fue los Diablos, sueltos, los que atinaron en dos ocasiones y volvieron el juego en un frenesí. Bélgica nunca tuvo respeto por la tradición ni por la camiseta amarilla, con cinco blasones en el recuerdo.

El vértigo dio estampa al mejor duelo de un Mundial impredecible en cada minuto, en cada jugada, en cada ataque. No fue sorpresa lo que sucedió esta noche en Rusia. El once rojo siempre ha estado en la lista de favoritos desde su primer partido. Y Brasil siempre fue agridulce, a ratos atractivo, a otros cacarizo.

Aún así, los últimos quince minutos duraron horas. No hubo tregua para el reposo. El gol de Renato dio aliento a un Brasil desesperado por el empate. Otra vez, como en el comienzo del primer acto, los astros fallaron ante el arco. Bélgica se dedicó a administrar la ventaja que pendía de un hilo. Courtois salvó a los Diablos con una atajada histórica a tiro de Neymar en la última avanzada sudamericana.

La pelota trabajo de más en este maravilloso debate de posturas. Iba y venía, loca, la redonda. Brasil, víctima de sus individualidades, no daba crédito a lo que pasaba. Bélgica era veloz, dinámica, fiel a los dos toques. Recibía y pasaba. Bello estilo el europeo.

Cuando Fernandinho cometió el autogol, los belgas ya daban muestras de altanería. El gol de De Bruyne daba una bofetada al destino. Bélgica echaba al pentacampeón del certamen ruso. Y con Brasil se iba América completa del reparto.

Fue un partidazo el de esta noche en Kazán en el que no hubo hasta el minuto 95, cuando terminó, espacio para la holgazanería ni para parpadeo. Bélgica se jugará ante Francia su primer pase a una final de un Mundial. También lleva buenas promesas esa semifinal.

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