Teléfono Rojo

 

  • El legado para la historia de Enrique Peña se llama Andrés Manuel López Obrador
  • Hacienda allana el camino al tabasqueño con reuniones y acuerdos empresariales
  • Y Yeidkol Polevnsky anuncia la segura conversión de Morena en partido de Estado

 

 

En cuatro días quedó definida la historia:

 

Primer dato innegable:

 

El legado de Enrique Peña Nieto para el país es el régimen –sexenal o más- de Andrés Manuel López Obrador, con cuanto ello represente y trascienda ideológica y políticamente.

 

El segundo:

 

En menos de 48 horas desapareció la mafia del poder, el estilete con el cual el tabasqueño hirió de muerte al Partido Revolucionario Institucional (PRI) y a las clases política y empresarial.

 

Con el apoyo de la tecnocracia hacendaria, hace poco representada por su ex adversario José Antonio Meade y hoy en manos de José Antonio González Anaya, se concilió con el gran capital.

 

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ha sido fundamental para tranquilizar a más de 400 fondos de inversión y por supuesto al Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

 

Para la historia quedará la fotografía en la cual López Obrador da la mano, palmadas y abrazo a Claudio X González, el capitalista escogido como prototipo por el de Macuspana como símbolo de la mafia del poder.

 

 

RENDICIÓN EN SERIE: SALINAS, FOX, DIEGO…

 

 

Frente a este fondo, queda para la anécdota la forma.

 

Andrés Manuel López Obrador entró por la puerta de la dignidad a Palacio Nacional y lo recibió un elocuente y feliz Enrique Peña Nieto para iniciar la transición en armonía.

 

Las fichas se formaron el mismísimo 1 de julio y cayeron conforme era necesario:

 

El gobierno de la república asumió la derrota e instruyó al priísta José Antonio Meade a reconocer la derrota en red nacional para disipar todos los demonios construidos durante la campaña.

 

El mensaje llegó a los mercados y, rendida el águila presidencial con alegría singular so pretexto de la democracia, atrás vinieron reconocimientos de quienes López Obrador escogió como villanos, los ex presidentes:

 

Carlos Salinas de Gortari, antaño jefe de la mafia del poder, hizo un reconocimiento a la victoria de su enemigo y le deseó éxito porque, argumento de uso común, si le va bien a él será en beneficio de México.

 

Felipe Calderón y Vicente Fox, quien ya puso su pensión al servicio del populismo del tabasqueño y, llevado por la emoción, hasta confesó haberse comportado como chachalaca por llamarlo Lopitos.

 

Ya ni Diego Fernández de Cevallos es parte de la mafia del poder, aunque lo haya llamado orate al cual era necesario frenar.

 

Y ya para qué seguir.

 

 

ADELANTO DEL NUEVO PARTIDO DE ESTADO

 

 

1.- Ayer, en entrevista radiofónica, quedó claro un paso político de largo aliento: la conversión del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en partido de Estado.

 

Yiedckol Polevnsky expresó la necesidad de darle valor institucional, forma eufemística de anunciar la conversión de una fuerza política en partido de Estado.

 

Es lo lógico: con tanta fuerza política, económica y parlamentaria, esa organización variopinta no puede quedarse como está y nos regresará con mayor vigor a los viejos tiempos del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

 

Poco importa si Andrés Manuel López Obrador promete no seguir como jefe máximo de su propia obra y plataforma electoral de su Presidencia de la República.

 

 

Y 2.- desde ahora ya hay futurismo lopista.

 

Ya están dos: Marcelo Ebrard, cuya reincorporación a la campaña anunciamos aquí desde agosto del año pasado, y Claudia Sheinbaum.

 

A propósito, ¿alguien sabe algo de Ricardo Monreal, hace seis años pilar de la lucha de López Obrador?