Logística de Kirguistán a México: una mujer con vocación de ayudar

REDACCIÓN

“Mucha gente piensa que la logística solo requiere trabajos de construcción, pero en realidad es más de estrategia y planeación”, así lo define Marisol Yglesias, quien lleva tres años coordinando proyectos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en salud ambiental y salud mental.

Esta costarricense de 31 años desde muy joven comenzó a trabajar como voluntaria en su país. Tiempo después, y gracias a un amigo, supo que MSF buscaba equipos logísticos en Kirguistán, un país en Asia Central.

“Pensaba que en la organización solo necesitaban enfermeras y médicos. Pero cuando apliqué me di cuenta que mi perfil y experiencia en el campo de la salud ambiental eran afines a lo que necesitaban en el proyecto, donde hacían pruebas para ver cómo la exposición a ciertos metales impactaba en la salud de la población”, comenta.

Durante ocho meses, Marisol se desempeñó como coordinadora logística. Cuenta que aprendió sobre esta labor en un contexto aislado. Tuvo, además, la capacidad de adaptarse a una sociedad musulmana, de costumbres muy diferentes a las de ella, de gente muy “trabajadora y agradecida”.

“Entré en la primera etapa del proyecto cuando MSF estaba evaluando las enfermedades más predominantes; comenzaba a captar pacientes, a ganarse su confianza para entender cuál era el estado de salud de la población y ver si estaba relacionada con lo efectos de la exposición crónica al mercurio”, dice Marisol.

Tras terminar esta misión, regresó a Costa Rica y seis meses después voló hacia Reynosa, en el norte de México, frontera con Estados Unidos, a ocupar el rol de coordinadora logística. “Hubo un gran contraste con la misión anterior, porque era un proyecto de atención en salud mental a víctimas de la violencia, migrantes y deportados, los desafíos estaban en manejar la seguridad y hacer análisis constantes del contexto para evaluar el riesgo”, señala.

Contribuyó en el área de recursos humanos y se dio cuenta de la profunda capacidad que tenía para adaptarse a contextos complejos como Reynosa, donde se presentan constantes enfrentamientos armados.

“He aprendido mucho de mí misma. De hasta dónde puedo llegar. También que la mejor forma de sacar adelante un equipo es con un liderazgo participativo. En Reynosa estuve cerca de los deportados que atendíamos una vez volvían a México. Fue impactante oír sus historias porque dejaron todo atrás. Pero me cuestiono: si no estuviera MSF nadie les daría la primera atención psicológica. Nadie”, añade.

“Trabajar con la gente es, sin duda, una de mis mayores pasiones y retos, porque cada lugar es diferente y hay que saber entender el contexto para comenzar bien un nuevo proyecto humanitario”, concluye Marisol, antes de partir de nuevo, esta vez hacia Honduras.

 

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