Si alguien ha saboteado al creciente movimiento feminista de protesta interminable en este país (o al menos en esta ciudad), con todo y la versión coreográfico musical de las chilenas del violador en el camino, ha sido precisamente una mujer cuya conducta entorpece todas las reivindicaciones libertarias contenidas en un pañuelito verde.
El fingido secuestro, de Karen “N” (para no prolongar su estigma de fullera, farsante y mentirosa) mantuvo en vilo a muchas personas de buena fe, sin necesidad de insistir en la oportuna misericordia de nuestras señoras procuradora y Regenta, doña Ernestina Godoy y doña Claudia Sheinbaum, respetivamente, quienes encabezaron con diligencia y prontitud los esfuerzos públicos por hallar sana y salva a la mujer cuya familia acongojada la había denunciado como víctima de un secuestro.
Y eso por no decir del subido interminable de las redes (hoy no tan benditas, sino más bien crédulas y oportunistas); de los “hashtags” de creación instantánea y de las oleadas de indignación por el caso cuyo desenlace se adivinaba sombrío, terriblemente penoso.
Pero la farsa fue desmontada con la misma velocidad como crecían los excesos de la denuncia. En una ciudad en la cual se cometen 20 mil 800 delitos mensuales, sin contar los 3 feminicidios en promedio (cifras de octubre de este año) todo se olvidó por un momento.
Superior a cualquier “Alerta Amber”, el caso (usemos el ígneo lugar común) incendió las redes por varias razones, la principal, la virulencia reciente de la manifestaciones feministas y los casos no resueltos de delitos reales, incluyendo la muerte de muchas mujeres en el país.
Las marchas y la presencia de sus organizadoras en todos los medios, sus explicaciones, sus furias a veces incontenibles; la disputa con quienes les piden paz en sus manifestaciones junto al vengativo afán destructor y grafitero, forman hoy un caldo de cultivo útil para cualquier asunto de esta naturaleza y también para la manipulación de la legitimidad del movimiento.
Hoy Karen “N” ha perdido muchas cosas, además de la credibilidad y el respeto. Su desconsiderada patraña, elaborada de manera ruin y alevosa en contra de su familia, resultó además contraproducente. Si quería evitar el conocimiento de su verdadera conducta, ahora ésta es la pastura de las redes, los memes y algún despistado sicólogo.
Si lo quería evitar, lo hizo gigantesco; si se quería esconder, se exhibió en el más infame de los circos: las redes; si pensaba burlar a todos, termino siendo la burla de todos. De aquí en adelante conocerá todos los tonos del ridículo y la puya. Pero bien decía la abuela: cuando se estimula la hormona, se detiene la neurona.
Mientras tanto a los jóvenes futbolistas el América se les cierra el mundo por hacer una parodia jocosa del “performance” de las chilenas. Bobada infantil (todos tienen menos de 17 años) cuyo gracejo les costará muy caro. Lo políticamente correcto no admite humor. Ni siquiera en menores de edad.
Por lo pronto la explanada del Azteca, con todo y el “Sol Rojo” de Alexander Calder, será escenario de otra puesta en escena de quienes corean, el violador eres tú.
Pero salgamos del Bar “Kali” (escenario del secuestro fingido) y vayamos al William Barr el Fiscal General de Justicia de los Estados Unidos, quien estuvo con el Señor Presidente y sus principales funcionarios, atento –por poco más de dos horas–, a los alegatos de independencia, soberanía y espíritu de cooperación del México de nuestros días, donde no hay espacio para la intervención. Ya no.
Como sabemos, Trump quiere declarar terroristas a nuestros señores narcotraficantes y carteleros del crimen organizado, y no es justo oiga usted; eso se lo dejamos a los tiradores solitarios de El Paso Texas, según diagnóstico de nuestra cancillería.
No sabemos cómo fue la junta. La versión oficial hasta ayer por la tarde no decía nada. Solo un tweet del Señor Presidente.
«Buena reunión con el fiscal general de Estados Unidos, William Barr. Como abogado comprende que nuestra Constitución, nos obliga a ceñirnos a los principios de cooperación para el desarrollo y a la no intervención en política exterior. De este modo siempre podremos trabajar juntos».
Y de ahí se fueron a la Basílica de Guadalupe según la mañosa costumbre reciente de los políticos del gabacho, quienes quieren caerle bien a los “mexhincados”.
La visita al Tepeyac (iniciada por cierto por John F. Kennedy), ya se ha convertido en un chocante recurso de los americanos quienes por mucho como entiendan nuestra Constitución no han leído el artículo 40.