Santa Anna no fue un traidor y él explica por qué

Redacción

Se dice que la historia la cuentan los vencedores. Nada más cierto para explicar el caso de Antonio López de Santa Anna, el presidente más vilipendiado en la historia de México.

Tras 17 años de investigación documental exhaustiva en México y Estados Unidos, el historiador británico Will Fowler publica un libro que separa el mito de la realidad: Santa Anna ¿Héroe o villano? (Crítica), en el cual revela, por ejemplo, que el primero en hacerse llamar Su Alteza Serenísima no fue Santa Anna, sino Miguel Hidalgo.

 ¿Es justa la acusación de que Santa Anna traicionó a México?

 Las acusaciones de traidor apelan a cosas que no están basadas en la verdad. Se le acusa de traidor por haber aceptado la Independencia de Texas en el Tratado de Velasco de 1836, cuando en realidad él estaba preso. De hecho, en este tratado no reconoce la Independencia de Texas. Tuvo muchas discusiones con sus captores.

Lo podemos ver por la cantidad de borradores que rechazó aún sabiendo que era un presidente preso y que, como tal, su firma no tenía validez. Lo que acordó en ese documento fue aceptar que una comisión texana fuera a México a proponer la idea de la Independencia de Texas, sabiendo perfectamente que el congreso iba a rechazar la propuesta… Se dice también que vendió la mitad del país y no fue así.

El territorio se perdió tras perder la guerra contra Estados Unidos en el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, que firmó el gobierno de Manuel de la Peña y Peña, compuesto por liberales moderados que intentaban detener la guerra. Santa Anna, en tanto, quiso continuar la guerra yéndose a Oaxaca para formar un nuevo ejército, pero no sucedió porque Benito Juárez no quiso apoyarlo y le prohibió la entrada. Después de este hecho, Santa Anna se va al exilio.

 ¿Es cierto que perdió la guerra contra Estados Unidos a propósito, por un puñado de dólares?

 Falso. Sí fue un corrupto, pero las cosas sucedieron de diferente manera. Es cierto que, cuando él estaba en el exilio en Cuba, antes de que empezara la guerra, el presidente James K. Polk mandó varios comisionados para sobornarlo no sólo a él, sino a todo el congreso. Los estadounidenses querían que México cediera sin necesidad de entrar en guerra. Santa Anna se aprovechó de la situación y jugó con los comisionados. Porque vaya que era corrupto.

Ya con la guerra iniciada, quiso volver y defender al país. Antes ya se había quedado con el dinero de los norteamericanos, a quienes prometió cosas que después no cumplió. Estados Unidos dejó que ingresara a territorio mexicano con la condición de que persuadiera a los mexicanos de ceder parte del país, pero él hizo lo contrario: utilizó los fondos norteamericanos para formar un ejército en San Luis Potosí, con el cual luchó en todas partes defendiendo a México.

Era un hombre sumamente nacionalista y patriota que defendió al país de los españoles y los franceses. Lo que pasa es que las cosas le salieron mal: perdió la guerra y, para variar, fue un corrupto. De traidor, no tiene nada. Si acaso se le puede acusar de vendepatrias puede ser por la venta de La Mesilla (en los estados actuales de Arizona y Nuevo México) en 1853. La historia popular mezcla, erróneamente, la pérdida de la mitad del territorio con la venta de La Mesilla.

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