La calle 310, donde los negocios nunca cerraron a pesar del Covid

Redacción

Son las 19:08 horas. Se anuncia desde Palacio Nacional un récord más en el número de personas contagiadas y de víctimas mortales por Covid-19. Las cifras son espeluznantes, similares a las de los peores días de la crisis sanitaria en Nueva York, Madrid o Lombardía.

No obstante, a poco más de 10 kilómetros de ahí, sus palabras, cifras y recomendaciones son sólo sonido ambiente. Ruido y siluetas que ornamentan la imagen de decenas de personas aglomeradas alrededor del puesto de quesadillas de El Güero, de la tienda de Mizraím, del local de taquitos de la esquina.

El confinamiento no existió, como en muchos otros lugares de la Ciudad de México, en una de las principales calles de la colonia Nueva Atzacoalco de la alcaldía Gustavo A. Madero. Hablamos de la calle 310, una vialidad con más de 120 pequeños negocios, establecidos y ambulantes, sin contar los que sólo se instalan los fines de semana.

En esta calle al menos 100 establecimientos nunca cerraron. Durante el confinamiento, Economía Hoy pudo realizar 12 recorridos por dicha avenida en diferentes horarios y siempre hubo más de 100 negocios abiertos. En junio se abrían ya regularmente 105 locales, 87.5% de los existentes.

La Gustavo A. Madero es uno de los epicentros a nivel nacional de la emergencia sanitaria por el Covid-19. Hasta el 22 de junio se ha confirmado que 5 mil 630 personas han padecido el nuevo coronavirus en la alcaldía, 907 personas son sospechosas de portar el virus y 890 han perdido la vida.

¿Por qué no cerraron? “Por la necesidad”, responde contundentemente el propietario de la papelería más grande de la 310 quien prefiere no dar su nombre. Sin embargo, asegura que desde marzo sus ventas han bajado hasta 90%. “Por cada 100 pesos que vendíamos antes, ahora sólo vendemos 10”, afirma.

A pesar de que el pequeño empresario dice creer en la existencia del nuevo coronavirus y tiene una pequeña botella de alcohol en gel en la vitrina de su negocio, no usa cubrebocas ni cuida mantener una distancia de al menos metro y medio con sus clientes.

Asegura que la respuesta del Gobierno Federal ha sido “bastante mala” y que nunca se enteró de la existencia de los Créditos a la Palabra, ni de ningún programa de la administración de Andrés Manuel López Obrador para reactivar la economía.

Una situación similar vivió Susana Martínez, dueña de una de las seis estéticas de la calle, quien dijo sí tener conocimiento de programas de apoyo a pequeños y medianos empresarios, pero que nunca supo cómo acceder a ellos. “Estuve tratando de conectarme para acceder al préstamo, porque se supone tenía que hacerlo por internet, pero nunca pude”, recuerda.

“Yo creo que un apoyo bien no se tuvo, nada más se nos pidió que cerráramos y ya”, dice.

Desde hace más de dos meses, el Gobierno de México, a través de la Secretaría de Economía, ha ofrecido todos los días conferencias de prensa para informar sobre los “créditos a la palabra para reactivar a la economía”, que hasta el momento han beneficiado a más de 200 mil empresarios solidarios, trabajadoras del hogar e independientes.

Asimismo, la titular de la Secretaría de Bienestar, María Luisa Albores, ha presentado diariamente un reporte de las entregas de los programas sociales durante la epidemia del nuevo coronavirus.

Estas conferencias, programas y apoyos nunca llegaron a los oídos —ni a los bolsillos— de la gran mayoría de los comerciantes de la calle 310.

“Nosotros sí cerramos en marzo, abril y mayo y ya en junio comenzamos a abrir. Ha sido un golpe duro económicamente porque nos vimos obligados a seguir pagando la renta del local”, menciona la estilista en entrevista para Economía Hoy.

Susana mantiene cerrado el cancel de su local, pero con un anuncio que da la bienvenida a sus clientes, cuenta con una jerga bañada en cloro “para que se limpien sus zapatos” y alcohol en gel en una mesita junto a la entrada de su local.

También usa cubrebocas y asegura que, en caso de tener varios clientes al mismo tiempo, no dejaría entrar a todos. “Yo no creía al principio en el coronavirus, pero he oído de personas cercanas que dicen que tienen coronavirus y están en sus casas encerrados”.

Susana Martínez asegura que, si en julio no obtiene ganancias en su estética, se verá obligada a cerrar definitivamente.

Otro de los comercios que no ha cerrado ni un solo minuto, literalmente, durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, es la lonchería Ojo de Agua. Este negocio ofrece tortas, hamburguesas, fruta, jugos y licuados las 24 horas del día.

“Lo que hicimos fue quitar las mesas y ofrecer la comida para llevar”, comenta Jesús, trabajador de la lonchería, quien ha visto disminuidos drásticamente sus ingresos pues a pesar de no cerrar, “las ventas han bajado 75% u 80%; estamos todos caídos”, asegura.

La lonchería tampoco ha tramitado algún apoyo gubernamental, y para cuidarse del coronavirus, dice Jesús, se unta limón en todo el cuerpo. “Lo exprimo y me tallo en todos lados. Llego al local y me persigno con agua bendita, le echó al negocio y ya”.

Tampoco han cerrado sus puertas varios servicios mecánicos automotrices, entre ellos, Los Gordos, quienes aseguran que no lo hicieron “porque nadie nos dijo que debíamos hacerlo”.

Tan sólo en la Ciudad de México, 88 mil 809 negocios han reportado que no volverán a reabrir una vez que pase la cuarentena, y despedirán a más de un millón de personas ante la falta de recursos que les ha arrojado la crisis económica y sanitaria por el coronavirus, aseguró la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño (Canacope).

Sin embargo, aquí consultorios dentistas, funerarias, materias primas, barberías, puestos de tacos de carnitas, pescadillas, tortas, hamburguesas, papelerías, tiendas de equipo celular, cerrajerías, panaderías, tienda de materiales eléctricos, carpinterías, tlapalerías y pastelerías siguen abiertos. En la 310, todo está abierto.

En general, la mayoría de los negocios y empresas de la calle que nunca cerró han visto caídas de entre 70% y 90% en sus ingresos, pero mantienen abiertos sus comercios para ganar el dinero suficiente para pagar la renta de sus locales o para comer y mantener a sus familias.

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