Inversión de los polos magnéticos de la Tierra y desaparición de los neandertales

Redacción

Ya se sabía que los polos magnéticos intercambiaron temporalmente sus posiciones hace entre 41.000 y 42.000 años, pero se desconocía exactamente cómo ello afectó a la vida en la Tierra, si es que lo hizo. Un nuevo estudio aporta información nueva y sorprendente.

 

El equipo de Chris Turney, de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia, ha conseguido determinar con precisión la cronología y los efectos medioambientales del último cambio de polos magnéticos.

 

Los hallazgos han sido posibles gracias a troncos de antiguos árboles kauri de Nueva Zelanda, que se han conservado en sedimentos durante más de 40.000 años.

 

Valiéndose de los anillos de crecimiento anual de ese tipo de árbol, Turney y sus colegas pudieron medir, y datar, el pico de los niveles de radiocarbono atmosférico causado por el colapso del campo magnético de la Tierra.

 

“Los árboles kauri son como la Piedra Rosetta; nos ayudan a unir los registros de los cambios ambientales en cuevas, núcleos de hielo y turberas de todo el mundo”, explica Alan Cooper, del Museo del Sur de Australia y miembro del equipo de investigación.

 

La anomalía temporal que sufrió el campo magnético de la Tierra hace unos 42.000 años desencadenó importantes trastornos medioambientales que provocaron extinciones de especies.

 

Este dramático punto de inflexión en la historia de la Tierra, con tormentas eléctricas más violentas, auroras generalizadas y más radiación cósmica, fue provocado por el proceso de inversión de los polos magnéticos de la Tierra.

 

Los investigadores bautizaron este periodo de peligro como “Evento Geomagnético Transitorio Adams“, o “Evento Adams” abreviadamente. La elección del apellido es un homenaje al escritor de ciencia-ficción Douglas Adams, que escribió en “La Guía del Autoestopista Galáctico” que el “42” era la respuesta a la vida, al universo y a todo.

 

Los investigadores compararon la cronología recién creada con los registros naturales de lugares de todo el Pacífico y la utilizaron en la elaboración de modelos climáticos globales, descubriendo que el crecimiento de las capas de hielo y los glaciares sobre América del Norte y los grandes cambios en los principales cinturones de viento y sistemas de tormentas tropicales podían remontarse al Evento Adams.

 

Una de sus primeras pistas fue que la megafauna (animales de gran tamaño corporal) de Australia continental y Tasmania sufrió extinciones simultáneas hace 42.000 años.

 

En palabras de Cooper, esto siempre pareció extraño, porque fue mucho después de la llegada de los primeros pobladores humanos, los antepasados de los aborígenes. Además, aproximadamente al mismo tiempo, el paisaje australiano de diversas zonas cambió al estado árido actual.

 

El estudio sugiere que el Evento Adams podría explicar muchos otros misterios evolutivos, como la desaparición de los neandertales y la repentina aparición generalizada de arte figurativo en cuevas de todo el mundo.

 

El polo norte magnético (es decir, la dirección a la que apunta la aguja de una brújula) no tiene una ubicación inamovible. Con el paso del tiempo, suele oscilar, pero manteniéndose cerca del Polo Norte geográfico. Las oscilaciones se deben a los movimientos dinámicos dentro del núcleo de la Tierra. Lo mismo le ocurre al polo sur magnético.

 

A veces, por razones que no están claras, los desplazamientos de los polos magnéticos pueden ser más drásticos. Hace entre 41.000 y 42.000 años cambiaron totalmente de lugar.

 

Esa fue, a día de hoy, la última vez que los polos magnéticos cambiaron drásticamente de lugar. Intercambiaron sus posiciones durante unos 800 años antes de volver a cambiar a la configuración previa.

 

Hasta ahora, la investigación científica sobre el tema se había centrado en los cambios que se producían mientras los polos magnéticos estaban invertidos, cuando el campo magnético llegó a debilitarse hasta tener solo un 28 por ciento de su fuerza actual.

 

Pero, según los resultados del nuevo estudio, la parte más dramática fue la que precedió a la inversión, cuando los polos migraban a través de la Tierra.

 

El campo magnético de la Tierra se redujo a solo entre un 0 y un 6 por ciento de fuerza durante el Evento Adams. “Esencialmente, no teníamos campo magnético: nuestro escudo de radiación cósmica había desaparecido por completo”, resume Turney.

 

Durante el colapso del campo magnético, el Sol experimentó varios “Grandes Mínimos Solares”, períodos de larga duración de actividad solar tranquila.

 

Aunque durante un período de esa clase hay menos actividad en la superficie del Sol, el debilitamiento de su campo magnético (que ejerce de escudo protector del sistema solar) puede permitir que la superficie de la Tierra experimente manifestaciones más contundentes del “clima espacial”, como las erupciones del propio Sol o los rayos cósmicos galácticos.

 

En tales circunstancias, la radiación no filtrada proveniente del espacio desgarra las partículas de aire de la atmósfera terrestre, separando los electrones y emitiendo luz, en un proceso llamado ionización. El aire ionizado “quemó” la capa de ozono, inutilizándola temporalmente para su papel protector. Ello desencadenó numerosos problemas medioambientales en todo el mundo.

 

La aurora boreal y la aurora austral están causadas por los vientos solares que golpean la atmósfera de la Tierra. Normalmente se limitan a las zonas polares del norte y del sur del globo, pero durante el colapso del campo magnético de la Tierra fueron visibles en muchas otras latitudes.

 

En todo el mundo, los humanos primitivos debieron ver auroras increíbles cruzando todo el cielo.

 

El aire ionizado, que es un gran conductor de la electricidad, también debió aumentar la frecuencia de las tormentas eléctricas.

 

En opinión de Cooper, muchos humanos debieron asustarse ante lo que bien podría parecer el preámbulo al fin del mundo.

 

Los investigadores creen que los drásticos cambios ambientales pudieron provocar que muchos humanos buscaran refugio en cuevas. Esto podría explicar la repentina aparición del arte rupestre en todo el mundo hace aproximadamente 42.000 años.

 

“Creemos que los fuertes aumentos de los niveles de rayos ultravioleta, especialmente durante las erupciones solares, hicieron que las cuevas se convirtieran de repente en refugios muy valiosos”, explica Cooper. “Un dibujo muy común, el de las huellas de las manos en ocre rojo, podría indicar que se utilizaba como protector solar, una estrategia que todavía emplean algunas poblaciones humanas de la actualidad.

 

El estudio, titulado “A global environmental crisis 42,000 years ago”, se ha publicado en la revista académica Science.

 

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