Hachas de piedra que reflejan el poder de la primera sociedad neolítica de Centroeuropa

Redacción

Las primeras comunidades neolíticas europeas utilizaron, para fabricar sus hachas, rocas con una petrografía comparable en términos generales. Sin embargo, dichas herramientas fueron integradas en sistemas de abastecimiento y distribución muy diferentes. Las centroeuropeas, procedentes de las montañas de Jizera (Chequia), fueron intensivamente explotadas en trabajos de cantería y alcanzaron distancias de más de 600 kilómetros. Las utilizadas en la Península Ibérica formaron parte de un sistema de explotación de depósitos secundarios (terrazas fluviales) y no llegaron más allá de los 250 km.

 

Investigadores del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) han analizado ahora las propiedades mecánicas de las rocas centroeuropeas (corneanas anfibolíticas) y las han comparado con otras similares del Suroeste de Europa (corneanas, metagabros, metabasitas), para valorar si las primeras, en cuya gestión se invirtieron considerables esfuerzos, fueron también las que tenían mejores prestaciones.

 

Su hipótesis de partida era que las rocas de más calidad debían ser las rocas que circulaban en mayor volumen y a más distancia. Pero los resultados indican que la calidad de las rocas centroeuropeas no es superior a la de algunas rocas ibéricas y que en algunos aspectos incluso es inferior.

 

La conclusión a la que se ha llegado en el estudio es que la circulación de grandes cantidades y a largas distancias de hachas fabricadas con roca original de las montañas de Chequia hace unos 7.500 años obedeció al control socio-económico ejercido por las primeras comunidades agrícolas que colonizaron Europa central y occidental, pertenecientes a la cultura de la cerámica de bandas.

 

“Las cualidades mecánicas de las corneanas anfibolíticas checas solo permiten explicar parcialmente su transporte a larga distancia y su explotación intensa. Este fenómeno refleja más bien una amplia y potente red socio-económica, y quizás incluso política, establecida por las primeras comunidades agrícolas que colonizaron Europa central y occidental, pertenecientes a la cultura de la cerámica de bandas”, señala Selina Delgado, autora del estudio. “Estas comunidades agrícolas dependían de estas hachas de piedra para poder roturar un paisaje agreste y transformarlo en campos de cultivo. Estas hachas no solo se han localizado a cientos de kilómetros del epicentro emisor, sino que además se priorizaron claramente en detrimento de otros materiales líticos existentes localmente”.

 

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Aunque para fabricar sus hachas las primeras comunidades neolíticas europeas utilizaron rocas con una petrografía comparable en términos generales, dichas herramientas fueron integradas en sistemas de abastecimiento y distribución muy diferentes. (Imagen: UAB)

 

Esta primera sociedad neolítica centroeuropea, también conocida como LBK (Linienbandkeramik) existió hace entre 7.500 y 6.800 años y desplazó a las poblaciones cazadoras-recolectoras locales, según han confirmado estudios de ADN antiguo.

 

“El sistema económico de la LBK debió existir gracias a un control social ejercido en gran parte del territorio ocupado por estas comunidades neolíticas, que favoreció un abastecimiento de rocas interiormente uniforme y a su vez diferenciador de los territorios adyacentes. Hasta la circulación de metales, miles de años después, no volvemos a observar una red de distribución tan extensa, capaz de proporcionar grandes volúmenes de medios económicos indispensables a comunidades situadas a centenares de kilómetros entre ellas”, explica Roberto Risch, que ha coordinado la investigación.

 

Para realizar el estudio, se llevó a cabo un programa de prospecciones geoarqueológicas y ensayos, en el que colaboraron expertos en arqueología, geología, física e ingeniería de la UAB y la Universidad de Palacky (Olomuc) y el Institute of Physics of Materials de Brno, ambos de Chequia.

 

El estudio, titulado “Rock physics and the circulation of Neolithic axeheads in Central Europe and the western Mediterranean”, se ha publicado en la revista académica Wear.

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