¿Bob Esponja eres tú? Las esponjas que “caminan” en el Ártico

Redacción

Todo comenzó en 2016, cuando desde el buque rompehielos científico Polarstern se envió un vehículo subacuático y una cámara a los picos sumergidos de la dorsal Langseth, una cordillera submarina permanentemente cubierta por una capa de hielo, en el océano Ártico. Las filmaciones revelaron que los picos de la cordillera estaban cubiertos por una comunidad de los animales popularmente conocidos como esponjas marinas. La comunidad contaba con muchos miembros, congregados muy cerca unos de otros, haciendo de esta una de las comunidades de esponjas con mayor densidad poblacional de entre todas las conocidas.

Ya de entrada, resultaba misteriosa su presencia allí. No se entendía, dado lo difícil que es vivir en ese entorno, que la zona mantuviera una comunidad tan numerosa de esponjas. Pero, aún más intrigante fueron los numerosos regueros de espículas de esponja que se extendían en diversas direcciones, como si se tratase de los típicos rastros viscosos dejados por caracoles a lo largo de la porción de suelo por la que han avanzado. Las espículas son piezas similares a púas que conforman la estructura de las esponjas. La impresión que daban los regueros era que a las esponjas se les habían desprendido algunas espículas al arrastrarse por el terreno.

Lejos de ser una rareza, los investigadores vieron regueros de este tipo en casi el 70 por ciento de las imágenes del fondo marino en las que se veían esponjas vivas.

Esos regueros tenían varios centímetros de altura y hasta muchos metros de longitud. A menudo los regueros estaban conectados directamente con esponjas vivas. Los regueros se observaron en zonas con muchas esponjas, así como en zonas más escasamente pobladas.

Tradicionalmente se ha considerado a las esponjas adultas como animales totalmente sésiles, o sea incapaces de locomoción por cuenta propia: una vez que se han asentado en un lugar y han madurado, se supone que son incapaces de desplazarse por sus propios medios.

Sin embargo, en el enigmático espectáculo revelado por la expedición del Polarstern parecía que las esponjas se habían arrastrado hasta las posiciones que ocupaban. Las esponjas tienen una fase larvaria en la que gozan de capacidad de locomoción, pero lo normal, al menos para las especies en las que ello se ha comprobado, es que se vuelvan sésiles cuando son adultas. Al fin y al cabo, las esponjas no tienen músculos ni órganos especializados para desplazarse. Pueden reaccionar a la estimulación externa y moverse un poco contrayendo o expandiendo su cuerpo. Pero nada más; o al menos eso se creía.

El equipo de Teresa Morganti, del Instituto Max Planck de Microbiología Marina en Alemania, generó modelos en 3D a partir de las imágenes y el vídeo para dilucidar la forma en que los regueros se entrecruzaban entre sí. A juzgar por lo que muestran esos modelos digitales, las esponjas en movimiento a veces cambian de dirección.

Los investigadores no creen que el desplazamiento de esas esponjas sea simplemente una cuestión de gravedad. De hecho, las imágenes sugieren que las esponjas se desplazaban con frecuencia cuesta arriba.

En cuanto a qué lleva a las esponjas a poner en práctica su capacidad hasta ahora secreta de locomoción, es posible que lo hagan para conseguir comida, que probablemente escasea en ese entorno tan hostil del Ártico.

También es posible que el movimiento tenga algo que ver con la reproducción o la dispersión de esponjas jóvenes.

Para saber más sobre la velocidad y el motivo por el que las esponjas realizan estos desplazamientos inesperados, se necesitará realizar muchas más filmaciones e investigaciones, tal como advierten Morganti y sus colegas.

El estudio que ahora se ha dado a conocer se titula “In situ observation of sponge trails suggests common sponge locomotion in the deep central Arctic”. Y se ha publicado en la revista académica Current Biology.

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