La tragedia de la Línea 12 y la sucesión

por José Ureña

Por donde se mire, el colapso de la Línea 12 del Metro es una tragedia, comenzando por las 26 muertes y todas las demás víctimas. Como en el teatro griego, tenía escrito en el origen su destino y arrastra la caída de altos personajes. El primer informe del peritaje sobre sus causas abre una grieta política en el centro de las especulaciones sobre la sucesión presidencial por involucrar a dos de los punteros para 2024. Pero no la precipitará como creen los que ven a los demonios sueltos, al contrario, demuestra que López Obrador tiene el control de los tiempos para ungir a su sucesor con un liderazgo indiscutido al interior de su gobierno.

No hay sucesor designado o en la propia baraja del Presidente hay muchos nombres para escoger con relevo generacional, a diferencia de la escasez en la oposición, dice. Ese mensaje, cuando se enciende otra vez el escándalo, confirma que López Obrador no tiene intención de soplar las llamas que abrazan a algunos de sus más cercanos colaboradores: el canciller Marcelo Ebrard y la jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum. Que no está dispuesto a que el juego de la sucesión opaque el momento de esplendor que espera en el revocatorio de su mandato en 2022 y, en definitiva, que tiene las riendas y gasolina para llegar a ese momento sin el poder disminuido para que nadie se le imponga.

Por lo regular, en el viejo régimen autoritario la sucesión se abría en el quinto año del sexenio a través de reglas no escritas que, como hoy tiene López Obrador, depositaban esa facultad en el Presidente. Se adelantaban o no los tiempos según su fuerza para conducirla, y hoy basta ver que no requiere de gabinete ni de partido para gobernar. Por eso, enseguida ordenó a los suspirantes no caer en provocaciones que los pongan a pelear con filtraciones a la prensa y ataques entre ellos, tras una reprimenda a Sheinbaum. Y a la vez, contrapunteó con una baraja más amplia que incluyen a Juan Ramón de la Fuente y a Esteban Moctezuma para administrar el conflicto. Otros, como Ricardo Monreal y Fernández Noroña, se anotaron, pero sin fuerza para desafiar al tiempo presidencial.

Pero el desplome de la Línea 12 es una tragedia no sólo para los perseguidos por el desfortunio político, sino para la autoridad. Mucho más importante que los juegos de poder de la sucesión, la construcción de una obra pública como trampa mortal para la ciudadanía que descarrila la confianza en los servidores públicos. El Presidente podrá manejar los demonios sucesorios, pero no reparar la legitimidad de la acción del gobierno cuando ni siquiera hay responsables. “No sé quién es el responsable político, ¿Quién era Presidente?”, responde, a pesar de que el informe preliminar del peritaje señala fallas estructurales por errores u omisiones del gobierno de Ebrard en la ciudad y de la constructora de Carlos Slim, un empresario con gran “responsabilidad institucional”, apuntala.

El saldo de la tragedia hasta ahora no ha recaído en el poder presidencial, por el contrario, la negativa a pedir cuentas hace a sus subalternos rehenes de la obsecuencia. Una crisis de autoridad no es una crisis de poder, aunque acaba alcanzando a ambos cuando se traduce en negación y destrucción de 26 vidas humanas. Si la Línea 12 no debilitó el poder del Presidente para influir en su sucesión, en cambio golpeó la legitimidad de Sheinbaum y de Ebrard para pensarse como relevo para 2024. Ese año “esta muy lejos”, dice Ebrard para sugerir que muchas cosas y olvidos pueden pasar hasta entonces, aunque ninguna en el horizonte con qué recuperar el prestigio para seguir en la batalla, salvo la indulgencia del mandatario.

La Línea 12 no podrá rehabilitarse y sus pasos elevados quedarán como memorial de la negación de las víctimas, por lo menos hasta que se haga justicia y se repare el daño. Algo que el Presidente no puede cumplir sin sacrificar el ajedrez de su juego sucesorio. ¿Puede ahora alguno de los aspirantes diferir con la voluntad presidencial? ¿Alguno puede cuestionarle algo? ¿Podrán olvidar las víctimas y sus familias lo que hasta ahora se les ha negado? De la tragedia, como en Grecia, puede salvarse de apuros el óleo santo, pero hunde a la autoridad en la cadena de responsables.

 

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