El cristalazo

Los fundamentos del fanatismo

Por Rafael Cardona

En los escasos tres años de la llegada al poder del presidente Andrés Manuel, hemos visto un peligroso viraje hacia el endurecimiento selectivo y segregacionista

La propuesta amorosa y republicana de una utopía nacional basada en la bondad como único camino a la felicidad, (falsa como rifar un avión), fue acompañada inicialmente por una autosuficiencia moral cuya inevitable prolongación nos llevó a escuchar la proclama, no sólo la superioridad ética sino –en el colmo delirante–, la exclusividad ética.

Los adversarios están moralmente derrotados. ¿Quién decretó esa derrota? El vencedor.

Pero una cosa es acumular votos en una elección de raíz democrática y otra ganar además el reino de la verdad revelada y con ello el monopolio de la bondad, la virtud, la ciencia y la conciencia.

Eso significa, en términos de similitudes, repetir la idea de la Iglesia católica en las cruzadas. Todos los demás somos cátaros, albigenses en potencia, si no hacemos pública manifestación de la fe “verdadera”.

En los siglos idos, quien dudaba del dogma cristiano o practicaba la fe mosaica, era inmediatamente clasificado y marcado como hereje, el infiel, el réprobo, el poseído. Y para combatirlo se constituyó el Tribunal del Santo Oficio.

Hoy la Cuarta Transformación ha erigido su tribunal y su oficio de tinieblas.
Si a este párrafo de la “historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México (José Toribio Medina)”, sustituimos las palabras iglesia o Santa Fe Católica, por las reformas legislativas o los reiterados diagnósticos sobre la inseguridad o el balance de las relaciones internacionales, la hazaña del litio (sin litio), la ecología o cualquier otro tema cuya formulación choca contra algunos capaces de disentir, hallaremos otras herejías y otras inquisiciones

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