REDACCIÓN
La tragedia ha sacudido de golpe a la comunidad drusa en Siria (3% de la población total), que hasta ahora parecía haber esquivar siete años de guerra en Siria. Al igual que ocurriera con las minorías alauí (14% y confesión que profesan los Asad) y cristiana (12%), los principales líderes drusos en Siria apoyaron a Bachar el Asad al inicio de la contienda que arrancó en 2011. Desde entonces, la sureña provincia drusa de Sueida había vivido relativamente aislada de los combates hasta el pasado 25 de julio cuando una serie de ataques coordinados por el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) desembocó en la masacre más sangrienta que ha sufrido la comarca. Los yihadistas mataron a más de 200 personas, la mayoría civiles, y se llevaron en su huida a 34 vecinos secuestrados.
Este sábado, la organización Human Rights Watch (HRW) recordó en un comunicado que “al menos 27 personas, 16 de ellos menores, siguen secuestradas por el ISIS en el sur de Siria”, y ha llamado a la inmediata liberación de los rehenes. Velados los muertos y restablecida la seguridad, los líderes drusos solo piensan en recuperar a los suyos. Según el listado entregado por el ISIS durante las negociaciones (y al que este diario ha tenido acceso), el balance de secuestrados sería superior, en realidad 35 civiles, la mayoría miembros de la familia Abu Amar. Entre ellos se cuentan diez varones adultos y 25 mujeres y niños. Según las declaraciones de testigos directos recogidas por HRW, otros 57 vecinos fueron asesinados por le ISIS durante el ataque.
La muerte de dos de los rehenes ha desencadenado la ira entre drusos y las arremetidas de los líderes en Siria, Líbano y hasta en Israel. El joven Muhanad Tukan Abu Amar fue decapitado el pasado 5 de agosto ante las cámaras. Este estudiante de ciencias de 19 años fue obligado a leer un mensaje en el que el ISIS advertía que el resto de cautivos sufrirían la misma suerte si las negociaciones no llegaban a buen puerto. A los pocos días, el grupo terrorista contactó a los allegados de Ghoson Abu Amar para comunicarles que la segunda rehén había fallecido a causa de “una enfermad”.
La pesadilla de los Abu Amar recuerda a la vivida por sus correligionarios los Al Shabali tres veranos atrás. Entonces, y por primera vez en la contienda, 20 drusos fueron ejecutados por milicianos de Al Qaeda en la norteña provincia de Idlib. La masacre tuvo lugar en el poblado druso de Qalb Lauza, donde los radicales habían forzado a sus habitantes a la conversión, el destierro o la muerte. Las víctimas también estaban emparentadas entre sí.
Algo más de un millón de drusos habita la región. Unos 400,000 en Líbano y 140,000 en Israel y Palestina. Más de medio millón lo hacen en Siria, la vasta mayoría en la agrícola comarca de Sueida. A pesar de ser considerados una escisión de la rama chií del islam, el grueso de los musulmanes los considera paganos. Para los radicales de Al Qaeda y del ISIS se trata de apóstatas que practican en secreto la transmisión de su fe y sincretistas que creen en la reencarnación.
Vacío de poder en la comunidad drusa en Siria
El vacío de poder existente en la comunidad drusa de Siria, es uno que el sempiterno líder druso libanés, Walid Yumblat, intenta colmar. “Yumblat quiere cobrar importancia sobretodo con las negociaciones entre el régimen y los yihadistas atascadas”, valora por su parte y desde el anonimato un miembro del grupo de negociación libanés. Este se ha formado a petición de Yumblat con el fin de sumar fuerzas para restablecer las negociaciones con el ISIS y forzar la liberación de los rehenes.
Haciendo honor al tradicional pragmatismo que caracteriza a los drusos, la pequeña comunidad apostada en el norte de Siria, en Jebel Al Sumak, buscó la protección de los grupos rebeldes que avanzaban hacia Damasco. Por el contrario, la sureña Sueida, también conocida como Jebel al Druze, quedó dividida. Parte se unió a las Defensas Nacionales drusas, que combaten junto a los uniformados regulares sirios y que repelieron el ataque del ISI en julio.
El prominente jeque druso, Walid al Balous, fue más allá cuando optó por crear milicias independientes como el movimiento Sheij al Karama (Jeques de la dignidad) para la autoprotección de su pueblo. Según activistas locales, hasta 27.000 jóvenes drusos habrían eludido el servicio militar bajo la protección de líderes locales. El jeque Balous fue asesinado en septiembre de 2015 en un atentado con coche bomba de cuya autoría aún se acusan mutuamente fuerzas gubernamentales y rebeldes.
La matanza de los Al Shabili en zona insurrecta provocó una ola de indignación entre la comunidad drusa que reverberó en Israel, donde los drusos que sirven en el Ejército hebreo cuestionaron la política de Tel Aviv de asistir a combatientes sirios, incluidos islamistas, en sus hospitales. Según la página web de noticias hebrea Ynet, el líder espiritual druso, Mowafaq Tarif, se ha visto obligado este domingo a desmentir públicamente los rumores que le sitúan en conversaciones con sus correligionarios israelíes para solicitar la intervención de las fuerzas hebreas en Siria y crear una perímetro seguro para los drusos.
La embestida del ISIS e Sueida tiene lugar cuando las tropas sirias leales a Damasco controlan 12 de las 14 provincias del país y acaban de recuperar la vecina comarca de Deraa. Un acuerdo alcanzado el mes pasado entre insurrectos y leales, con la mediación de Moscú, ha conseguido la evacuación de decenas de rebeldes armados y sus familiares. Este acuerdo excluye al millar de radicales de la facción Jaled Bin Al Walid, afiliada al ISIS y cuyos hombres se atrincheran en el triángulo donde converge Jordania con Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel desde 1967. Estimados en varios miles de muyahidines, el remanente del ISIS recurre a una estrategia de contra-insurgencia al este del país tanto al norte contra el paraguas de milicias que apoyan en tierra a los cazas de la coalición internacional liderada por EE.UU, como al sur contra la alianza Moscú-Damasco-Teherán.