Así será la transformación de la urbe por el Covid según arquitectos

Redacción

Después de la pandemia, ¿cómo será la arquitectura?, ¿qué pasará con los lugares que habitamos o en los que trabajamos?, ¿volveremos a los tiempos  en que las oficinas y consultorios eran adjuntos a la casa?, ¿mantendremos el mismo gusto por ir al espacio público?, ¿se acabarán las oficinas tipo WeWork?

Algunas respuestas y muchas preguntas empiezan a ponerse en la mesa. Lo único claro es que el futuro de la arquitectura se verá determinado en buena medida por lo que hoy vivimos. Espacios de vivienda y trabajo más ventilados, combinación de trabajo en casa y oficina, y el automóvil como refugio serán algunos de los nuevos hábitos.

Los arquitectos Miquel Adrià, Felipe Leal y Mauricio Rocha compartieron algunas reflexiones sobre la arquitectura en tiempos de Covid-19 y escenarios futuros.

Ante una “recesión brutal”, como la describe Adrià, es claro que no se podrá esperar que todo cambie y menos de forma inmediata. 

“El efecto Covid-19 —que va a tener un impacto en nuestra realidad mucho mayor del que nos imaginamos—  supondrá el cierre de muchas plantas de producción y  empresas de construcción; una disminución de la producción brutal y una recesión tremenda. Va a suponer aumento de pobreza,  informalidad e inseguridad, en cadena. Nos afectará en la cadena productiva, de consumo y  en la generación de contenidos”, dice el arquitecto Miquel Adrià, fundador y director de Arquine, y director de las maestrías de Arquitectura en Centro.

Felipe Leal, maestro y exdirector de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, advierte que nos enfrentamos a retos en la vivienda, en las ciudades y en la movilidad: “Las ciudades no van a crecer como estaban creciendo antes –no es que vayan a decrecer–, se va a repartir más la actividad humana en el territorio, no tanto en las ciudades. El espacio habitacional tendrá cambios y habrá mayor exigencia para que cumpla con ciertos parámetros, pero lamentablemente en la vivienda popular no creo que haya transformaciones; sin duda las desigualdades se van a incrementar. Creo que el parque vehicular va a aumentar porque las facilidades de la industria automotriz, que está en crisis, serán enormes, y la promesa será la idea de la seguridad; no caigo en el optimismo de que todos vamos a andar en bicicleta; no lo creo”.

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Mauricio Rocha, que con Gabriela Carrillo dirige el Taller de Arquitectura, considera que la pandemia ha hecho más evidente la pobreza existente: “Una serie de condiciones de desigualdad en el mundo nos muestra quién está muriendo por Covid: en Nueva York no se está muriendo la gente de Manhattan, se está muriendo la gente de Queens, del Bronx; en México no mueren los de Las Lomas, sino la gente de Chalco y de Iztapalapa. Las condiciones de abandono son las que tenemos que resolver con una gran capacidad de espacio público. No se nos olvide que la gente no se cuida por pobreza, pero también por falta de educación y cultura. El espacio público debería ser un físico y virtual, la combinación de estos permitirá transformar lo que hoy no está funcionando. El éxito de la arquitectura está en construir espacios que inviten a nuevas atmósferas y experiencias, y que hagan que la comunidad tenga un lugar para reflexionar en conjunto”.

El panorama

Miquel Adrià señala que este encierro ya cambió nuestra vida diaria, las relaciones laborales y la enseñanza: “Nos hemos dado cuenta de que buena parte de nuestras tareas las podemos seguir haciendo a distancia, desde casa, en otras condiciones”. Dice que asistimos a una paradoja porque la esencia de la ciudad es que estemos cerca, sin embargo esa condición va en contra ahora de la lógica de la sana distancia que hoy se nos impone.

El mayor cambio para Felipe Leal será en el tema de la vivienda: “El escenario principal de la construcción humana ha sido la casa, y ahora se ha regresado a la idea de la domus romana, que tenía este ideal de tener una casa con el ocio y el negocio –el ocio era descanso, el negocio, el trabajo—; la casa se combinaba con una pequeña accesoria hacia la calle para poder ofrecer un servicio, y de eso se ganaba la vida. Y que tuviera además un impluvium, un pequeño patiecito, un lugar de contacto con la naturaleza. Ese esquema de la domus romana, con el home office ha cobrado un valor enorme”.

Leal visualiza que las altas densidades que estábamos experimentando en los últimos años van a revisarse, es el caso de los conjuntos verticales con cientos de departamentos: “Todos los espacios interiores se van a cuestionar, se van a pedir más espacios ventilados, con vistas al exterior, balcones, una pequeña terraza, algún patio; que no sólo sean dormitorios –la vida la hacíamos en el exterior y se habían convertido en espacios para dormir-”.

Miquel Adrià  señala que un fenómeno como el de esta pandemia no hace más que evidenciar que ciertas viviendas de tamaños muy pequeños no son suficientes para vivir en condiciones razonables, y que es peor aún cuando al hacinamiento se agregan problemas de violencia, abuso y alcohol: “Vemos que en lugar de estar planteando soluciones a futuro que tengan que ver con viviendas mínimas, pero bien pensadas, planeadas, eficientes y sustentables, las indicaciones, en cierta forma, están casi incentivando la autoconstrucción, y prescinden de los profesionales capaces de hacer propuestas eficientes y eficaces”.

Para Adrià la solución, no la opción, sino la solución en el tema de vivienda, es la vivienda colectiva: “Esa vivienda mínima, bien pensada, eficiente, que pueda tener unos espacios mínimos, pero también unos espacios compartidos para atender necesidades comunes, es sin duda la  solución; algo que pensaron en Europa, sobre todo Alemania, en los años 20; posteriormente, en los 30, Le Corbusier; en México tuvimos excelentes ejemplos con Mario Pani; y hubo otros en América Latina”.

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En la Plaza de la República se abrió un amplio espacio público hoy vacío. 

Espacio público ¿con o sin los otros?

Hoy, el miedo es una constante en cualquier pensamiento que tenemos respecto a dónde ir o no, con quién estar o no. Eso pone en duda nuestra relación con el espacio público que ha sido, en las últimas décadas, una de las mayores defensas de la arquitectura.

A pesar del miedo, Mauricio Rocha dice: “No creo que la pandemia lleve a la cancelación de los espacios públicos. A lo largo de la historia, el espacio público no ha sido el lugar del peligro;  puede ser el lugar de la reflexión y reunión. De ninguna manera la idea será que ahora nadie se va a ver, que todo mundo estará en su casa, con máscara; son falsas alertas por miedo, no hay que olvidar  que el miedo ha sido el gran peligro en la transformación de las cosas. Hay que afirmar el espacio público como un espacio de acercamiento y de reflexión, donde se combinan la parte digital y  presencial. Hay que luchar por no cerrar los sistemas de comunicación, reflexión y crítica”.

Para Rocha, más que sacudirse un virus hay que sacudirse los intereses de poder que hablan de rebaños y no de personas con nombres y apellidos, con diferencias, sociales, sexuales, etc., y hay que defender que haya espacio público como el lugar de “la construcción colectiva y comunitaria”.

Miquel Adrià también considera que los espacios que mayor deseo van a generar son los lugares de encuentro, los espacios públicos: “Va a haber esa contradicción tremenda: no vamos a poder regresar a gozar las virtudes de la ciudad, como espacio de concentración, sino que vamos a tener que ser muy prudentes en una primera instancia. Pero, sobre todo el espacio público, la plaza, la banqueta, serán uno de los espacios del deseo colectivo; el poder compartir si no de manera densa, pero sí prudente, nos va a llevar a revalorizar una buena banqueta, una buena banca, una buena plaza, un espacio abierto que nos permita compartir con los demás con las debidas precauciones de distancia”.

A Felipe Leal le preocupa que se pierda lo conquistado en las últimas décadas, cuando la apuesta por fue por el espacio público:  “No quiere decir que no se sigan haciendo espacios públicos de calidad, pero puede pasar que la gente no quiera estar tan cerca, que elija lugares de menor concentración… Lo que puede funcionar es recomendar distancia, pero lo que vemos en las anunciadas es que puedes entrar a Chapultepec pero no más de 30%…  esa es una medida que me parece muy abstracta ¿cómo calculas ese aforo? El espacio público no creo que vaya a cambiar, cambiarán los hábitos: la gente dejará de salir a tantas cosas, saldrá a lo necesario: cine, abasto; las reuniones serán por teléfono o en línea. Pero no se debe frenar la construcción de espacio público”.

Como ocurre con el espacio público, Felipe Leal considera que se puede perder lo ganado en el transporte público:  “El temor que veo es que el público volverá a su auto para estar encapsulado, con la idea de que está protegido.  La gente usará la bicicleta, pero sólo en el Centro. Van a proliferar autos pequeños, mono o biplazas, y motocicletas”.

Para Miquel Adrià  aunque hay medidas tomadas para estimular en el uso de la bicicleta, éstas aún son insuficientes: “El coche va a ser la manera de sentirse protegido, ante una información no confiable. El esfuerzo de décadas de propiciar el uso de del transporte público se va a ver debilitado sobre todo mientras estemos en unas condiciones de incertidumbre, de una información cuestionable.  Sin duda una de las grandes virtudes de esta gran ciudad es el Metro, que aunque es caro en su construcción, es el más barato, y hay seguir estimulándolo”.

Como una manera de evitar tanta movilidad, Adrià considera importante impulsar la creación de puestos de trabajo no sólo en el ámbito rural sino en zonas periféricas.

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La pandemia impide que a la Plaza Tlaxcoaque lleguen sus habituales usuarios.
 

La vida de antes

Un elemento que Leal ve que estará en crisis es el de las oficinas modelo WeWork, en las que hay muchas áreas compartidas, pues  serán vistas como zonas de contagio: “Para el trabajo, en lugar de buscar tener un espacio compartido en una oficina más o menos sofisticada, se va a buscar un espacio de oficina más vinculado a lo doméstico, con una vivienda que pueda ofrecer ese espacio de trabajo, y un nexo al exterior, que se pueda dividir y que permita recibir a una persona. Mucho tiempo, el médico, el psiquiatra, el pediatra, el veterinario, tenían en su casa el consultorio; eso llevará a modificar el uso del suelo. Si seguimos con esta zonificación tan radical en la ciudad, lo único que estamos propiciando es una mayor movilidad y saturación en el tránsito”, dice Felipe Leal.

La vida que llevábamos antes –opina Mauricio Rocha–, con las juntas, las redes, la fama, el ir de aquí para allá, no permite la reflexión y esa es una condición de la arquitectura que él defiende.

“Los arquitectos tenemos el gran peligro de trabajar con el poder, y el poder pueden ser las clases dominantes o gobiernos que quieren edificaciones de gran impacto, masividad. En lo personal, no me interesa una arquitectura que busque votos o compras.  La dignidad espacial no está en el éxito comercial ni en el hacinamiento”.

Rocha cree que no se puede evitar que suceda la autoconstrucción, pero cree que esta coyuntura sí llama a desarrollar “una serie de acupunturas que ayuden a sanear a nivel cultural y sanitario”. Por ejemplo, bibliotecas, hemerotecas, centros comunitarios y lugares de reunión que son espacios de concientización; que permiten estar al aire libre, en lugar de que las personas estén hacinadas en las casas:  “Dar la espalda significa que la gente se meta en sus casas y de ahí al patio de la vecindad y de ahí a la calle donde suceden estos grandes contagios”.

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