Hasta 5 años, la elaboración de un póster de película

Su hechura puede durar hasta cinco años, pero ante los ojos de la gente que a diario recorren el lobby de los cines, únicamente llaman la atención por unos segundos.

Los póster o carteles de películas son, junto con el tráiler cinematográfico, los primeros impactos que el público recibe para elegir qué ver en pantalla.

¿Y sabe qué? La versión final pudo requerir de 60 propuestas, como fue el caso de Volverte a ver, con Alfonso Herrera, o revisar miles de fotografías tomadas durante el rodaje para elegir alguna, como Heli.

O bien, integrar varias imágenes en una sola, como Tiempos felices Kilómetro 31, la secuela, con algunas animaciones y sesiones de fotos.

“¡El mensaje debe ser que la película se ve buena!”, dice Oliver Meneses, especialista desde hace 15 años en la realización de carteles.

“¡Te debe impactar y enamorar!”, respalda Pedro Molina, director creativo de la agencia Archer Troy.

Cada quien, por su lado, han sido responsables de varios póster de películas mexicanas que han llegado a la cartelera y que prácticamente nacen de cero.

Cosa contraria a la mayoría de las producciones que llegan del extranjero, especialmente las estadounidenses, que impiden se les modifiquen cosas a sus impresos, cuidando la marca.

“Para la más reciente de Spider-Man, lo único que se permitió fue extender la telaraña, como si estuviera uniendo dos vallas en la calle”, recuerda Molina.

Manos a la obra. Mientras en Estados Unidos existe una industria del póster y se les llama artistas a quienes los hacen, señala Meneses, en México se les considera diseñadores.

“No hay aquí ninguna universidad que imparta mercadotecnia en entretenimiento, hay cursos por ahí; yo antes de dedicarme a eso, hice publicidad genérica por 15 años”.

Recuerda que para Heli, de Amat Escalante y ganadora en Venecia 2016, el póster comenzó su hechura aún antes de haber guión.

Un día el productor Jaime Romandía llegó con Meneses y le contó la historia; ahí comenzaron las ideas que terminarían en el montaje final de la imagen promocional.

“No es lo mismo vender un coche que una obra de teatro o una película, si bien hay cosas de tronco común, para una película de terror, por ejemplo, debe tenerse en la cabeza 2 mil pósters del cine de género, incluyendo el primero que se hizo y varios libros que permitan tener ese cultura que ayude”.

Puede haber una paleta de colores según el género del filme, pero eso no necesariamente marcará el producto final, considera por su lado Molina.

Si es un filme de comedia, la tendencia es usar el blanco, rosa y rojo; si es terror, azules y verdes, con una tipografía desgastada.

“Hay películas que vemos y, a juzgar, no son tan buenas, pero como agencia y con creatividad tenemos que venderlas y que llamen la atención”.

Hay veces que ya con el material casi terminado, algo ocurre y debe actualizarse. El día de la unión, de Kuno Becker, sobre el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, es de esos.

El filme estrenará en septiembre próximo, al conmemorarse prácticamente un año del temblor pasado.

“El póster que se tenía no era de imágenes fuertes, pero sí armónico, hablaba de la unidad de ese año, pero después del temblor pasado, decidieron colocar nuevos elementos, como los perros rescatistas”, externa Molina.

Al final, señala Meneses, cada película es única, tanto en presupuesto como en tiempos a entregar.

“Cuando voy al cine me paro junto a los póster, cuento el tiempo que está la gente y si dice algo, así uno también aprende”.

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