Poco después de las once de la mañana del pasado martes 19 de septiembre, el mega simulacro sacó a empleados de sus oficinas y les hizo cumplir con el protocolo de desalojo en caso de temblor. Las caras de las personas fueron de fastidio, todos atendiendo el teléfono celular, sin disciplina.
Dos horas después de este ejercicio, un terremoto de magnitud 7.1 grados Richter –menor al 8.2 de la semana pasada y del 8.1 de 1985– sacudió una franja central de la república –sobre todo Ciudad de México y Morelos–, pero las personas que estaban en edificios entraron en pánico, no supieron cumplir con los protocolos y la falta de atención en el simulacro se pagó con accidentes e histeria. Los comisarios de orden no pudieron controlar el desalojo.
Pero si la sociedad es ajena y distante a las tragedias y sólo las asimila cuando le tocan de cerca, el terremoto del pasado martes 19 evidenció de nueva cuenta el fracaso gubernamental en materia de prevención de desastres: seis presidentes de la república, cuatro jefes del Departamento del Distrito Federal y seis jefes de gobierno del DF-Ciudad de México fueron incapaces de definir y operar un plan integral de contingencia contra desastres naturales.
A lo largo de 32 años desde la tragedia de 1985, las autoridades no han hecho lo que debió haber sido elemental: un padrón de edificios lastimados, una identificación de edificios propensos a derrumbarse con temblores de 4 grados, una policía vial para atender circulación en casos de derrumbes, una policía de vigilancia especial para combatir delincuentes y carroñeros que se aprovechan de las tragedias, un sistema de salud especial para casos de emergencia, alimentos y medicinas renovables para casos así, un mando especial para casos de desastres y protocolos especiales de funcionamiento inmediato junto con policía federal, ejército y marina para atender víctimas.
Y sobre todo, las autoridades federales y capitalinas de 1985 al martes pasado debieron de haber creado una organización gubernamental-civil-militar de funcionamiento inmediato para organizar a la sociedad solidaria.
Nada. El terremoto del martes pasado volvió a evidenciar la incapacidad gubernamental en materia de previsión. Nadie podía imaginar un terremoto así, hubieron de pasar 32 años para repetir la tragedia de 1985, pero las instituciones y los funcionarios faltaron a la previsión.
Ciertamente que el presidente de la república y el jefe de gobierno de la CdMx se hicieron visibles casi de inmediato… vía twitter, pero sus funcionarios de nueva cuenta fueron atrapados en la imprevisión. Hasta la noche la policía capitalina no acertaba a controlar circulación vehicular y la preventiva no pudo evitar la delincuencia.
Ahora sí debe haber una investigación para determinar las fallas en la previsión de desastres: miles de gentes siguen viviendo en edificios que podían caerse. Gobiernos estatales y federal carecen de estructuras de seguridad, atención social y supervisión de infraestructura. El gran avance desde 1985 fue la alarma antisísmica y no funcionó o sonó por accidente.
A nadie se puede culpar por catástrofes de la naturaleza, pero sí a quienes fallaron en la previsión de sus efectos.
Y quedan para el registro de hechos los ojos llorosos del presidente Peña Nieto en la mañana del martes en la ceremonia de izamiento de la bandera a media asta en el zócalo, horas antes de la tragedia repetida.
Política para dummies: La política es el compromiso de gobernar para las necesidades de la gente, no para administrar el poder para uno mismo.
Sólo para sus ojos:
- Los avisos llegaron con las lluvias inesperadas: el gobierno de la CdMx fue rebasado por las inundaciones. Ahí también fallaron las previsiones, ya no se diga de aguas inesperadas sino de las inundaciones que año con año se dan. En los gobiernos federal y estatales nadie está haciendo su tarea.
- A diferencia de hace 32 años, las comunicaciones cibernéticas han hecho más grande la ineficacia gubernamental y han exhibido el oportunismo de muchos funcionarios que salieron para la foto.
- Fortalecido por la movilización social de 1985, el PRD logró ganar el Distrito Federal en 1997. Pero desde hace veinte años son más las evidencias de corrupción, control social y falta de sentido urbano que de eficacia gubernamental. El delegado de Morena y antes los del PRD en las delegaciones Cuauhtémoc y panistas en la Benito Juárez y Miguel Hidalgo deben ser señalados como responsables de la falta de previsiones. Si la lógica política no falla, el electorado urbano va a castigar a PRD, PAN y Morena en las próximas elecciones.